La proximidad de las elecciones hace resurgir lo mejor y también lo peor de la política argentina. Lo mejor, sin duda, es la posibilidad de debatir ideas y propuestas ofreciendo alternativas para que la ciudadanía decida democráticamente el futuro del país. Que ello esté garantizado es un logro del conjunto de la sociedad. Dicho esto sin perder de vista que también los procesos electorales no han estado exentos de la mentira y el fraude ideológico. Porque, como ha quedado a la vista, algunos ganan prometiendo lo que luego no cumplen y otros llegan a determinados escaños esgrimiendo principios y valores que luego contradicen con sus prácticas. 

  Entre los muchos factores a considerar en esta situación uno de los que salta a la vista es el perfil de algunos o algunas que, frente al descalabro de Cambiemos, hoy procuran calzarse el traje de opositores y pescar en el río revuelto del descontento social para alzarse con un buen caudal de sufragios. Sin ningún escrúpulo y presumiendo que la ciudadanía carece de memoria ahora pretenden ser creíbles como opositores para enjuiciar al oficialismo del que han sido partícipes necesarios. Son los mismos que hasta ayer respaldaron por diversos medios la acción del macrismo o enarbolaron el contradictorio argumento de la “oposición responsable” que no es, en definitiva, sino otra cara de la misma moneda. 

  Más allá incluso de que llegado el momento de las elecciones las urnas terminen otorgándole respaldo a estos dirigentes, no resulta creíble -tampoco éticamente defendible- que quienes votaron a favor del acuerdo con los “fondos buitres” o del nuevo endeudamiento del país, hoy intenten transitar una supuesta “avenida del medio” sin compromisos mayores y, al mismo tiempo, presentarse como defensores de los sectores populares que se ven directamente perjudicados por la política económica de Cambiemos. O que quienes, con cualquier argumento, habilitaron la llegada a la Corte Suprema de jueces que desde siempre estuvieron cuestionados por los organismos defensores  de derechos humanos, hoy se rasguen las vestiduras por el vergonzoso fallo que habilitó el 2x1 para genocidas. Menos creíble puede resultar aun la posición de la diputada Elisa Carrió que, funcional al Gobierno, quiere venderse como el reaseguro ético y moral de un gobierno carente de estos atributos y del que ella también forma parte. 

  No se trata, por supuesto, de establecer una competencia para determinar quién es más opositor en el momento en que no aparecen ni “los brotes verdes”, ni las inversiones, ni se ve “la luz al final del túnel”. Sin embargo, aunque no sea moneda corriente en ciertos escenarios de la política, se trata sí de exigir a quienes aspiren a ser candidatos un mínimo de coherencia histórica entre sus definiciones, sus promesas y sus prácticas.

 También para afrontar que, sin perder la memoria, lo que ahora se discute es el presente y en todo caso el futuro de una sociedad argentina que a pasos agigantados está resignando derechos. Por responsabilidad directa de quienes ejercen la gestión de gobierno y por complicidad manifiesta de otros y otras que hasta ahora fueron socios y hoy en día pretenden instalarse en la vereda de enfrente vestidos de impecable traje electoral sin ninguna mancha.

 Aunque pueda resultar obvio y hasta redundante, si lo anterior ya implica en sí mismo una importante distorsión en la oferta ciudadana, no lo será menos el cúmulo de operaciones mediáticas y judiciales que pululan por doquier. El propio gobierno es el encargado -como parte de su estrategia- de acusar a quienes considera los verdaderos “enemigos” de su proyecto, de amenazar con “carpetazos” a quienes puedan serlo y simultánemante encubrir los actos presuntamente delictivos de la propia tropa.

  Como ya ocurrió antes, la alianza mediático-judicial viene operando como una sociedad de mutuos favores. Basta con repasar solo a modo de ejemplo y para citar apenas algunos asuntos, los fallos absolutorios en el caso de Papel Prensa, la arremetida contra todos los jueces que no se allanen a ser funcionales al Gobierno, el nuevo intento de torcer la investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman y el avance en varios frentes contra las Madres de Plaza de Mayo. Mientras tanto se continúan ignorando las recomendaciones de organismos internacionales acerca de la irregular detención política de Milagro Sala y no se avanza en ninguna causa ni en denuncia mediática que involucre a funcionarios del oficialismo. Todo lo anterior agravado por la desinformación o falsificación de la información a que nos someten los medios más poderosos.

  Lamentablemente las argentinas y los argentinos tendremos que prepararnos para enfrentar una campaña electoral llena de discursos engañosos y jugadas sucias, con el poder judicial y mediático “embarrando la cancha”, mintiendo con impunidad y, de este modo, impidiendo que se discuta sobre lo que realmente importa: los derechos democráticos, la justicia y la calidad de vida de la ciudadanía que es lo que ahora está en juego. Gran parte de los jueces y de los medios concentrados jugarán su partido electoral blindando al gobierno y desviando los debates. Sumado a las estrategias del marketing que se aplican a la política conforman hoy el paquete de acciones que debilitan la democracia vaciándola de sentido. Frente a esto quienes genuinamente pretenden oponerse al modelo de avasallamiento de derechos precisarán mucho más que ideas y buena voluntad. Necesitan dejar de lado por lo menos parte de los intereses personales, añadir astucia y creatividad, y demostrar coherencia a prueba de todo. ¿Será mucho pedir? Es importante exigirlo. Aunque la suma no garantice la victoria de sus propuestas... al menos por el momento.