La salud, en el inventario social ha tenido y tiene distintos registros. Desde el campo de la salud integral, ha tenido distintas incidencias sobre ella las actividades científicas, artísticas, estéticas y de la publicidad. Así, una persona rica a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX podía detentar salud si aparecía robusta. Porque socialmente se suponía que tenía acceso a una buena alimentación abundante, por tener buenos ingresos económicos. En las publicidades de la época los hombres burgueses aparecían entonces con sobrepeso. Muchas veces acompañado por un gran cigarro. En cambio, una persona de sectores humildes por los bajos ingresos y la escasa alimentación presentaba una gran delgadez. La sinonimia de otrora era delgadez por falta de ingresos económicos para acceder a la alimentación y el sobrepeso se identificaba con los altos ingresos económicos. La estética iba de suyo con dicho paradigma y con los legitimantes sociales de época sobre la salud. Aparte de generarse, en su momento, esta simbología visual planteada, en los años de la televisión de los ´70 y hasta los ´90 del siglo pasado, se hacía desde la estética de lo perfecto, con una pertinencia necesaria, con un símbolo, que tendría altísima vigencia: hablamos del cigarrillo. Era la estética conductual del correcto actuar de época que secundarizaba y se desvinculaba con la salud. Se veía también que generalmente la actividad intelectual de otrora, se escenificaba con un descuido del cuerpo. El mensaje cultural subliminal, era que para acceder a las ideas había que desapegarse de los hábitos burgueses del bienestar del cuerpo. Esta es otra pauta de época que desplazaba a la salud.

En las publicidades de los 60´a bien entrado los 90´del siglo XX se podía ver en las propagandas a un hombre realizando grandes aventuras de subir a una montaña y luego de lograrlo, prender un cigarrillo, o sea luego del esfuerzo corporal fumaba, contaminado los pulmones. Esta es otra conducta social de precarización comunitaria de la salud. Era un cuadro estético legitimado de época. Era muy cool y chic y hasta irónicamente saludable. Había una película, en la que Willliam Hurt haciendo deportes corría y después, agitado, cansado y transpirado prendía un cigarrillo.. Qué pintura de época!!! donde el cine y las publicidades divorciaban exitosamente la salud de sus contaminantes. También hasta alrededor del año 2000 se fumaba en hospitales, sanatorios, colectivos, aviones, velatorios, lugares cerrados y hasta casi antes de realizar una cirugía, el listado es largo. La incidencia de la publicidad, la televisión y la del cine de otrora, ha sido relevante en la influencia sobre la concepción de la salud comunitaria. Recordemos el tema del alcohol y la droga con los yuppies, exitosos, bellos y de altos ingresos en los 80 y 90 del siglo XX. Tal fue la incidencia, que la cocaína casi parecía sinónimo de éxito. El inconsciente colectivo registra mucho más que nuestro consciente. Famosas también son las conductas guionadas del vaso con whisky que en muchos eventos sociales el machismo presumía de hombre interesante.. Todas estas articulaciones visuales mencionadas generaron muchas repeticiones conductuales en la sociedad.

La etapa del cigarrillo sustantivo y estético en sentido amplio, fue superada por el ambientalismo inclusivo, donde los bienes comunes públicos y derechos humanos como el aire y el agua son constitutivos de la salud comunitaria con equidad ambiental y social. Hay salud, si hay salud en la comunidad. En el mundo, el aire se encuentra contaminado. El 99% de la población mundial respira aire contaminado con distintos grados y calidad de aire. Actualmente en el planeta anualmente mueren 7 millones de personas por respirar aire contaminado. Y, también anualmente 2 millones de personas fallecen por no acceder a agua potable segura. Es decir 9 millones de personas que fallecen que son equiparables al 78% de la población de Bélgica o casi el doble de Dinamarca.. Implicaría en la comparación a toda la población del Paraguay, también casi tres veces la población de Uruguay, 9 veces de Rosario y tres veces la de Buenos Aires. Todo un biocidio.

Hay 6000 ciudades de 117 países que están monitoreando la calidad del aire pero sus habitantes siguen respirando niveles insalubres de aire. Reducir los consumos de combustibles fósiles es la meta. Descarbonicemos la vida de todos los día.

Tener agua potable segura también es un objetivo a conseguir. Aspirar a una ética y estética artística que apuntale una nueva cultura ambiental de la salud es fundamental. Hay que darle salud a la salud, desmercantilizarla para lograr despatentizarla y ponerla al servicio de todas las personas de la Tierra. Sigamos el ejemplo de Sabin y Salk que no patentizaron sus vacunas. Desde el Agora de los Habitantes de la Tierra sostenemos desde hace tiempo y con el inicio de la Covid 19 la necesidad de despatentizar la salud. Las vacunas son de la vida y de ninguna patente. La propuesta de la India y Sudáfrica aún tienen vigencia junto con lo que sostenemos desde el Agora de los Habitantes de la Tierra: es decir desmercantilizar la salud, entre otras cuestiones, es despatentizar la vacuna de la Covid 19; para que llegue salud a todas y todas las/los Habitantes de la Tierra. La salud es un derecho humano y bien común público. Y, es la justicia social ambiental con la que se logrará el respeto y promoción de la salud en su inmensidad. Pero, también hace falta una nueva cultura ambiental que incida en el arte, el cine, la televisión, las redes sociales y todos los medios en general. Que el 7 de abril, Día Mundial de la Salud, cuidemos que la salud no se pierda por los laberintos del mercado y que encuentre la salida para la diversidad de la vida.

(*) Coordinador del Agora de los Habitantes de la Tierra Argentina. Director de la Cátedra del Agua UNR.