Los hermanos Sparks              7 puntos

The Sparks Brothers; EE.UU. / Reino Unido, 2021

Dirección y guion: Edgar Wright.

Duración: 140 minutos.

Estreno en Flow.

La frase promocional de Los hermanos Sparks incluye algunas claves para comenzar a comprender las paradojas de su objeto de devoción. Allí se habla de una banda que es, al mismo tiempo, exitosa, subestimada, influyente e ignorada. ¿Acaso algo así es posible? En la mayoría de las situaciones la respuesta sería un no, pero en el caso de Sparks, banda multiforme siempre encabezada por los hermanos Ron y Russell Mael, el sí es rotundo. La otra pregunta cae de madura: ¿es posible que una banda de rock con casi sesenta años de carrera sea desconocida por la mayoría de los mortales pero venerada y estudiada por aquellos que hacen música? Nuevamente, la contestación es positiva. Si algo intenta y, en gran medida logra, el documental de Edgar Wright –el director de títulos como Shaun of the Dead, Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños y El misterio de Soho– es poner en contexto y detallar la evolución de Sparks, grupo creativo proteico, siempre rebelde, atento a las modas para subvertirlas, irónico y muchas veces febril.

Los nombres de los californianos Ron y Russell, de 76 y 73 años a la fecha, fueron revelados en tiempos recientes a muchos espectadores de cine, en particular jóvenes, gracias a Annette (2021), el largometraje dirigido por Leos Carax basado en una historia original de los hermanos. No es la primera vez que la dupla coquetea con el cine, y el documental recuerda el proyecto con el gran Jacques Tati que nunca llegó a desarrollarse, además de la breve aparición de la banda en un típico film catástrofe de los años 70, Terror en la montaña rusa. Pero si de música se trata, Wright organiza los 140 minutos de metraje a partir de un montaje diáfano y cronológico, en el cual los propios Sparks y varias decenas de colaboradores, fans y colegas despliegan datos, anécdotas e ideas mientras los discos y las diversas etapas se suceden. Más allá del prólogo que reúne los años de infancia y pubertad, el año 1966 es el punto de ignición, el primer indicio de talento. Y luego 1971, cuando el mismo álbum debut fue editado dos veces con diferencia de meses y el nombre de dos bandas distintas: Halfnelson primero, Sparks después.

Que ese long play haya sido producido por el mismísimo Todd Rundgren habla a las claras de las esperanzas que había depositadas en ese (por aquel entonces) quinteto, un disco que, como su sucesor A Woofer In Tweeter's Clothing, ofrecía una cruza de progresismo al uso con ínfulas glam. La mudanza a Londres en 1974 y la etapa de mayor éxito comercial –con el hit radial “This Town Ain't Big Enough for Both of Us” como emblema– son reconstruidas a partir del uso de un notable y aparentemente infinito material de archivo, uno de los puntos más atractivos del documental. Y allí está Ron con su bigotito chaplinesco (o hitleriano, dependiendo del observador), impertérrito y serio detrás del teclado y ante la mirada de la cámara, influenciando la pose de los futuros Vince Clarke y Chris Lowe de este mundo. Porque si hay algo que Sparks ha sido a lo largo de todas estas décadas es, precisamente, una banda de bandas, cuyos sonidos y letras han infiltrado la evolución del rock y el pop, tanto de manera consciente como inconsciente. El legado es inconmensurable y muchas veces intangible.

Los 80 encontraron a los Sparks en cofradía con el italiano Giorgio Moroder, reinventándose como dúo synth pop (siempre con un giro inesperado que le ponía un freno a la masividad) y, más tarde en esa misma década, ingresando a un olvido que pudo antojarse eterno. Los hermanos Sparks también describe ese interregno en el cual proyectos de toda clase y tenor ocuparon la cabeza de los inseparables hermanos, hasta su regreso con gloria a mediados de los 90. El prestigio crítico llegaría bajo la forma del revisionismo, y la película también le dedica un buen espacio a la imposible pero real serie de veintiún recitales –uno por noche, cada uno dedicado a un disco completo– de mayo y junio de 2008, una hermosa extravagancia sostenida en el esfuerzo y el talento. Ideal para desconocedores y neófitos –es decir, para la mayoría de los espectadores–, el film de Wright es a la vez un homenaje y un faro para los fans del futuro.