Desde París

Los duelistas alimentaron la historia de su enfrentamiento durante cinco años. Los demás pretendientes nunca pudieron ingresar en el estrechísimo cuadrilátero donde se define la elección del próximo presidente de Francia. Sólo habrá ellos dos, los mismos que en 2017 e idénticos nombres a los que, durante todo el mandato del actual presidente Emmanuel Macron, se mantuvieron como los dos protagonistas finales de las presidenciales cuya primera vuelta se disputa este domingo 10 de abril: Emmanuel Macron y la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen. Nada ni nadie los desalojó de una escena que, salvo algunas variaciones hacia un lado u el otro, no cambió. De la extrema derecha a la extrema izquierda, todo el arco político francés consumió cinco años y varias semanas de campaña en denunciar esa autonarrativa que sirvió la causa de los dos candidatos y dejó fuera de juego a los demás. Macron y Le Pen han sido los mejores aliados de esta nueva cita presidencial. 

Encuestas alarmantes

El primero siempre creyó que la hija del fundador de la extrema derecha sería una presa tan fácil de atrapar como en 2017, mientras que Marine Le Pen confió en que la presidencia estaba a su alcance. Las ultimas encuestas son alarmantes para el presidente saliente y los demás candidatos. Ya no es una conjetura de política ficción la idea de que  Le Pen podría llegar a la presidencia. Entre mediados de marzo y este siete de abril, la distancia entre los dos pasó de 12 puntos favorables para Macron a sólo 2. Las distancias se estrechan y confirman que la campaña de Le Pen ha tenido más impacto que la no campaña de Macron. El jefe del Estado suspendió la mayoría de los actos, rehusó participar en los debates organizados por los canales públicos (todos fueron menos él) y pareció creer en que, de lejos, como si nada, con solo ocupar el primer plano en la difícil gestión de la guerra en Ucrania y hacer campaña desde lo alto, ello bastaría para mantener las distancias. Error que hoy paga con una hipótesis cada vez menos descabellada: la extrema derecha puede arrebatarle a Macron la presidencia de la República.

Emmanuel Macron lleva dos semanas perdiendo vuelo. Las últimas encuestas de cara a la primera vuelta le vaticinan 26 por ciento de los votos y 24 para Marine Le Pen. Detrás llega el tercer hombre, el líder de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon con 17,5 por ciento, en cuarto lugar, la candidata de la derecha gaullista de Los Republicanos, Valérie Pécresse, 9 por ciento, seguido por el ultraderechista más grosero de Europa, Eric Zemmour, 8,5 por ciento. En esas cifras se esconden otras batallas que van más allá del horizonte de las presidenciales. La izquierda se juega la identidad de su futuro. Quien obtenga más votos tendrá el desafío de reconfigurar una corriente política herida de muerte. Si no estuviera Mélenchon, todas las otras listas de la izquierda totalizarían un 12, 13 por ciento. A la derecha también se juega otro futuro, sin dudas más dramático: puede que ya no haya más derecha de gobierno o de transición y que esa fuerza política heredera del General De Gaulle, recuperada por el ex presidente Jacques Chirac y sepultada por el también ex presidente Nicolas Sarkozy se vea fagocitada por la ultraderecha triunfante. Marine Le Pen y Eric Zemmour suman, hoy, 25 por ciento del electorado. Al final del proceso electoral Los Republicanos se dividirían en una rama ultra y otras más moderada cuyo destino sería caer en los brazos del macronismo.

Casi todos pierden

Por ahora, menos Macron y Le Pen, todos pierden. La ultraderecha de Marine Le Pen tiene una suerte de virtud anestesiante. Fuera de los montajes de imagen, de los tonos suaves, de los gatitos tiernos y los sillones acogedores que sirven de escena a Marine Le Pen, la plataforma política de esa ultraderecha es brutal, xenófoba y en total contradicción con los valores colectivos de Francia. Sin embargo, el electorado ha preferido esa ferocidad a las demás opciones democráticas. Ni siquiera la invasión rusa de Ucrania y la pública simpatía que Marine Le Pen siempre expresó por el presidente ruso Vladimir Putin le costaron adhesiones electorales. Putin se sentó en la mesa de las elecciones presidenciales y, desde que invadió Ucrania el pasado 24 de febrero, nunca dejó de ser un comensal incómodo. Los sectores políticos pro rusos de la izquierda y la extrema derecha de Francia tuvieron que modificar sus posiciones. A algunos esas posturas pro rusas les costaron muchos puntos en los sondeos, a otros, en cambio, no.

El candidato de la izquierda radical Mélenchon y la misma Le Pen giraron a tiempo ante la peligrosa curva rusa. Ninguno de los dos arrastró las consecuencias de sus adhesiones pasadas. En el caso de Le Pen, su trenza con Putin es tan ideológica como material. En 2017, cuando Putin la recibió en Moscú, el mandatario ruso le dijo que el movimiento de Le Pen compartía los mismos valores que él. Desde luego: orden vertical, mordaza de los medios, sistema político encadenado y el cuarteto fundamental de ambas ideologías: un mundo de blancos, Dios, Patria y Familia. Marine Le Pen, por su parte, alaba ese “nuevo mundo” (marzo de 2017) que, según ella, encarna Vladimir Putin, Donald Trump y el Primer Ministro de la India Narendra Modi. Como en otras naciones de Europa, la ultraderecha (y parte de la izquierda) ha visto en Putin un ídolo contra Estados Unidos y, sobre todo la extrema derecha, una suerte de ícono contra la supuesta decadencia de las sociedades europeas a raíz de la inmigración y la polifonía cultural de las sociedades modernas. Es paradójico que una extrema derecha ultra patriótica y nacionalista le pida dinero a un dirigente extranjero y, encima, defienda a un líder abiertamente hostil a Occidente.

Favores que se pagan

En lo material, la proximidad también es tangible. En 2014, un banco ruso le prestó al partido lepenista unos nueve millones de euros que aún está devolviendo. Todo puede ocurrir. La amenaza que la líder de la extrema derecha francesa, Le Pen, representa para la reelección del presidente Macron es hoy lo suficientemente fuerte como para que, cuando faltan dos días para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el portavoz del gobierno, Gabriel Attal, salga públicamente a atacar a Le Pen por su postura pro rusa. ”Los franceses no querrán confiar su diplomacia y su ejército a un candidato pro ruso y anti europeo”, dijo Attal a los medios.

Francia atraviesa por un momento político destructivo. Vulgarización de las peores ideas de la extrema derecha, descomposición de los espacios políticos, desaparición de partidos fagocitados por otros más extremos, ocaso de la social democracia, suicidio publico y prolongado de la izquierda, este domingo los electores pondrán la primera piedra de un edificio de contornos imprevisibles.

efebbro@pagina12. com.ar