En la noche del viernes, Maroon 5 debutó finalmente en Buenos Aires con un show que tuvo sabor a revancha. El mismo frontman del grupo, Adam Levine, se hizo cargo de esa actitud promediando la mitad del recital. “Hace 2 años, 27 días y 20 horas el mundo supo que debía encerrarse, y nosotros también nos enteramos de eso acá en Buenos Aires”, aludiendo al primer evento musical que se canceló en la Argentina, a causa de la pandemia de la covid-19. “Al año siguiente, reprogramamos el show para la misma fecha, y tuvimos que cancelar de vuelta”, evocó el artista, acompañando (bien a la manera argentina) su indignación con la expresión “¡carajo!”, la única palabra en español que logró deslizar en la hora y media de performance. “No sabíamos si iban a conservar sus entradas o si las iban a devolver. Gracias por esperarnos”, concluyó el cantante, lo que decantó en una ovación emocionada.
Entonces Levine, el guitarrista James Valentine y Jesse Carmichael en la otra viola, sentados al borde de la pasarela erigida en el Campo Argentino de Polo, hicieron una versión acústica de “Payphone”. Salvo por esa reinterpretación, el resto de sus hits sonaron tal cual se escuchan en la radio, plataformas digitales o videos. Podrá gustar o no su pop rock efectivo, pero son buenos músicos. Y lo más destacable es que su engranaje está aceitado. Antes de que la banda diera inicio a ese carnaval de hits, en el predio hubo otro sabor, aparte de la alegría y la revancha: los recitales en cancha de Ferro. El escenario miraba a las plateas a cielo abierto, mientras el campo se dividía en uno popular y otro VIP. En tanto que los vecinos de los edificios lindantes se daban el gusto de disfrutar de uno de los artistas más populares y vendedores de los Estados Unidos desde sus balcones.
Cuando hacen reggae o intentan acercarse a este, como en el caso de “One More Night”, los de Los Angeles pueden sonar a The Police. Incluso al momento de aludir a la onomatopeya propia del género. Algo similar a un “guayoyoyó” (en vez del “ioioyoyó” con el que cierra “Walking on the Moon”, del trío inglés). La influencia no queda ahí: a Levine le sale natural cantar a la manera de Sting (irrefutable lo de “Maps”), de la misma forma que el falsete de Jay Kay. Al tiempo que sus compañeros se desdoblan en una versión moderna de Jaimiroquai en “Wait”. También hay un guiño a Justin Timberlake, en sus tiempos de NSYNC, en “Makes Me Wonder”. Si bien formalmente no es una boy band, debido a que tocan sus instrumentos, Maroon 5 bebe del legado de Backstreet Boys, One Direction, Take That o New Kids on the Block. Por lo que su propuesta es todo un collage de estilos.
En vivo, el pastiche se potencia. No sólo musicalmente, sino también performáticamente. Mientras el peludo Valentine se aferra al acting solemne del solo de guitarra del rock, el cantante va dejando su delineado y tatuado torso al descubierto progresivamente. Tal como lo hacen algunos iconos del pop de masas, Levine se sacó su camisa animal print en el último tramo del recital, generando la histeria colectiva.
Sin embargo, el show arrancó muy musicalmente a las 21:45. Después de salir a escena y hacer “Move Like Jagger” (inspirada en el líder de los Rolling Stones, volviendo a los menjunjes estilísticos), apareció la cabaretera “This Love”. En sintonía con los códigos del “featuring”, sumaron un tema ajeno para el que el cantante prestó su voz: el reggae “Stereo Hearts”, de Gym Class Heroes. A este le siguió el ya mentado “One More Night”, y uno de sus súper éxitos: “Animals”.
“What Lovers Do” se acerca a la música urbana desde el pop, al igual que “Beautiful Mistakes” y “Girls Like You”. Si la primera canción tiene como invitada a SZA y la otra a Megan Thee Stallion, la terna la cierra Cardi B, quien cantó con ellos desde las pantallas (otro recurso del featuring). Maroon 5 era una maratón de hits, enlazados uno tras otro sin parar. De eso dieron fe “Lost”, “Don’t Wanna Know”, “Cold” y “Sunday Morning”. Sin despedirse, los seis músicos (entre los que se destaca el tecladista PJ Morton, ganador del Grammy por el disco Interested, de India Arie) salieron del escenario. Y de la misma forma volvieron. Entonces tocaron “Memories”, de su último disco, Jordi (2021), “Love Somebody”, “She Will Be Loved” y una que se saben todos (hasta los que no los conocen) y no falta en ningún casamiento: “Sugar”. Saldando así una deuda tortuosa. El precio de la alegría infinita.