Reactivar el sector cultural chileno, uno de los más afectados por la pandemia, es el principal desafío para la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Julieta Brodsky. Como integrante de la comitiva del presidente Gabriel Boric, reconoce que le gustaría replicar algunas políticas culturales argentinas como los “Puntos de Cultura”, que brinda subsidios y apoyos a organizaciones sociales y colectivos culturales. En el Centro Cultural Matta de la Embajada de Chile en Argentina, Brodsky plantea que muchos de los problemas se originan en la concepción de un Estado basado en el principio de la subsidiariedad --la menor intervención posible-- y resume las dificultades que tendrá que enfrentar durante su gestión: “tenemos instituciones con poca fuerza, con poco presupuesto y pocas herramientas”, dice la ministra de las Culturas a Página/12.

Brodsky, antropóloga social y cultural egresada de la Universidad de Granada (España), tiene 38 años, apenas dos más que el presidente chileno. Llega al Centro Cultural Matta después de una seguidilla de recorridas que incluyó el Museo Sitio de Memoria ESMA junto con Boric --que recibió el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora-- y el presidente Alberto Fernández; y el Museo de Bellas Artes, donde la comitiva se retrató con uno de los cuadros de la serie Identificaciones de Ernesto Deira --conformada por obras que se centran en el asesinato del Che Guevara--, que fueron repatriados el sábado pasado desde Chile. Deira expuso esas obras en la capital chilena en 1971 y luego del golpe de Augusto Pinochet se creyeron desaparecidas por más de 30 años, hasta que fueron recuperadas por las gestiones realizadas por la familia del artista argentino junto con el ministerio de Cultura y la cooperación bilateral entre Argentina y Chile.

Antes de asumir como ministra de las Culturas en el gabinete de Boric fue directora de investigación del Observatorio de Políticas Culturales y socia de la Asociación Cultural Tramados. “Estamos honrados por el tremendo recibimiento que hemos tenido; creo que han sido muy generosos, muy amables, y también hemos visto mucha emoción del pueblo argentino por este nuevo vínculo con Chile. Sabemos que nuestras relaciones han sido un poco tensas en los últimos años; estamos muy emocionados por lo que está pasando”, subraya Brodsky, que es sobrina del escritor Roberto Brodsky, autor de Bosque quemado, y coautora de El escenario del Trabajador Cultural en Chile, junto con Bárbara Negrón y Antonia Pössel.

Un Estado más fuerte

-La pandemia castigó muy duro a los trabajadores de la cultura en el mundo y Chile no fue la excepción a esta regla. ¿Cuál es el principal desafío que tenés como ministra de las Culturas?

-Es un desafío importante poder reactivar el sector y llegar con las ayudas que se necesitan. Más allá de la contingencia de la coyuntura, que lo único que hace es poner en evidencia algo que venía desde antes en el sector, en Chile tenemos una dificultad para que el Estado sea fuerte en términos de políticas culturales que logren llegar directamente a los beneficiarios por la lógica subsidiaria del Estado que se ha ido creando, sobre todo en el sector cultural. Hay dificultades para que el ministerio de las Culturas pueda tomar medidas eficientes y concretas en el corto plazo.

-¿De dónde viene esta dificultad para tener un Estado más fuerte en Chile? ¿Es herencia del pinochetismo?

-Sí. La Constitución de 1980 que dejó la dictadura cívico militar amarra al Estado a una posición muy subsidiaria; eso se ve sobre todo en ministerios como el de las Culturas, que tiene pocas herramientas legales para llegar con beneficios directos. Además está la idea de que el Estado no puede intervenir en la producción cultural porque puede interferir ideológicamente, lo que se confunde, finalmente, con que el Estado no pueda generar políticas públicas que son necesarias. Bajo esta lógica de que el Estado no puede ser un ente potente se externalizan las políticas culturales. Tenemos instituciones con poca fuerza, con poco presupuesto y pocas herramientas. El mayor desafío es salir de esa lógica de subsidiariedad, crear políticas que apunten a una mayor democracia cultural y que puedan influir más directamente en la vida de las personas.

Aumentar el presupuesto

-¿Qué políticas pensás implementar en el corto plazo?

-Hay una serie de prioridades no sólo como cartera sino como gobierno, que tienen que ver con resolver la crisis humanitaria en el norte de Chile con el tema de la inmigración ilegal y el encuentro que se genera entre distintas culturas, no solo entre las culturas que llegan sino también entre las culturas que ya estaban. Desde el ministerio nos ponemos al servicio de la labor que está realizando el gobierno dentro de otras carteras como el ministerio del Interior. Lo mismo en la zona del sur con lo que se ha llamado “Wallmapu”; también ahí estamos tratando de aportar desde nuestra mirada de la interculturalidad. Necesitamos desarrollar cohesión social a través de la cultura y el arte. Otras prioridades tienen que ver con la reactivación económica, con poder permitir que las trabajadoras y los trabajadores culturales vuelvan a trabajar. También tenemos otras prioridades que son más internas y que tienen que ver con la instalación del ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, que se creó en 2018 y que no cuenta con un organigrama básico. Queremos implementar un programa potente en términos de cultura comunitaria, una política de base comunitaria, que es también una de las razones por las que hemos tenido reuniones con los ministros argentinos, para poder rescatar la experiencia de Puntos de Cultura. El porcentaje del presupuesto destinado al ministerio de las Culturas es el 0.4 por ciento del gasto total de la nación; es muy bajo. Nuestro compromiso es aumentarlo sustantivamente y progresivamente en estos cuatros años.

-¿Por qué te sorprendió el ofrecimiento de Boric para ser ministra de las Culturas?

-Nunca he sido una persona ambiciosa en términos políticos; no era un cargo que estuviera buscando, no estaba dentro de mi horizonte. Las ministras y los ministros de Cultura en Chile son personas que tienen mayor visibilidad y vienen de la televisión, como la actriz Paulina Urrutia o el actor Luciano Cruz-Coke; son personas mediáticas y no es mi caso. Yo vengo de lo académico, de la investigación, como tras bambalinas, se podría decir.

La reactivación del sector

Después de haberse reunido con el ministro de Cultura, Tristán Bauer, Brodsky está convencida de lo mucho que puede aprender de los políticas culturales argentinas. “El Estado no tiene una lógica subsidiaria en Argentina; se ha visto en las políticas que implementaron en la pandemia, que han podido llegar con ayudas a los territorios de forma mucho más rápida para reactivar el sector”, explica la ministra que define al Centro Cultural Kirchner como “una maravilla”. “Hay muchas experiencias de las políticas culturales argentinas que nos gustarían replicar; una es la de los Puntos de Cultura. Otra es la economía social y solidaria, esa relación tan virtuosa que han construido con el ministerio de la Producción y con el ministerio de Trabajo y cómo han generado tasas o impuestos específicos para financiar al sector cultural; cómo han generado herramientas legales que protegen el trabajo cultural. El Estado argentino protege al sector cultural, algo que no pasa en Chile”, compara Brodsky.

-¿Cómo se logra tener un estado protector de la cultura en Chile?

-Un posible cambio constitucional nos va a ayudar mucho para que el Estado pueda transformar su visión respecto a su rol en la construcción de una sociedad. La nueva Constitución como estaría quedando hasta el momento incluye de forma muy amplia y potente los derechos culturales, sobre todo en comparación con lo que teníamos antes. Entonces eso va a cambiar la visión del Estado. Hay que mejorar las herramientas que tenemos y lograr convencer a los otros poderes porque no depende solo de la voluntad de una ministra de Cultura o un ministro de Cultura de turno, sino que en este caso depende de la buena voluntad de un gobierno completo: el compromiso del presidente y del ministerio de Hacienda, que pueda entregar recursos; la posibilidad de generar un buen trabajo con otros ministerios como el ministerio de Economía o el de Trabajo; tener pares en las otras carteras que tengan una sensibilidad especial y logren entender los argumentos y apoyar la labor cultural.

-¿Qué te pidió el presidente de modo más urgente para el ministerio de las Culturas?

-El presidente está muy preocupado por la crisis económica que está viviendo el sector cultural; la reactivación es una prioridad para él. Una de las razones por las que me nombró a mí es para darle dignidad al trabajo cultural, para protegerlo más y permitir que los trabajadores de la cultura puedan vivir dignamente de lo que hacen.

-¿Hay mucha precariedad en el trabajo cultural en Chile?

-En general sí; esos son los temas que he venido abordando desde la investigación y la gestión, justamente mi trabajo se ha enfocado en evidenciar las falencias y la precariedad que existe y en poder diseñar políticas que puedan apuntar a mejorar esa condición.

-¿Por qué el trabajo cultural es tan precario?

-Hay una mezcla de cosas; por un lado el hecho de que sea un sector que suele relacionarse con la creación, el tiempo libre de una actividad que entrega cierto placer en quien lo hace, se entiende como separado de la esfera productiva. El trabajo es algo que a uno no le gusta mucho realizar, que genera cierto sufrimiento, entonces el arte se sale un poco de esa lógica. En el caso de Chile, también tiene que ver con una falta de valorización de lo que es el arte, la cultura y la labor que realizan los trabajadores culturales. Por otro lado, es un sector que informalmente trabaja de forma independiente; no hay un empleador tan claro, por lo menos en nuestro país. No tenemos muchas herramientas para proteger el trabajo independiente, sólo nos enfocamos en lo que está bajo subordinación y dependencia. Y ahí se generan muchos vacíos en un trabajo que suele ser muy intermitente y que tiene muchas particularidades que hace difícil que la normativa tradicional de protección laboral pueda servir.

-¿Cómo sería el estatuto del trabajador cultural que buscan impulsar desde el ministerio?

 

-Estamos viendo el trabajo que se pueda realizar con los sindicatos para definir la herramienta más idónea, pero también va a depender mucho de las conversaciones con el ministerio de Trabajo para generar un marco de protección laboral. También hay otros sectores que están en una situación similar; ha habido una tendencia a la flexibilización del trabajo formal; entonces estamos pensando que la nueva regulación del trabajo en cultura pueda entrar en un marco mayor de reformas del Código del Trabajo. Pero eso es algo que todavía no está definido. Sí sabemos que vamos a empezar un proceso participativo con el ministerio de Trabajo para ver cuál será la mejor herramienta.