En un país que siempre desea distinguirse por el culto de la amistad y que se percibe a sí mismo como cálido y afectuoso, o al menos así quiere que se le reconozca, el líder ultraderechista se presenta solo. Es un Uno, por fuera de todos los pactos, sin necesidad de la efusión afectiva de los argentinos, su energía solo se reserva para sus éxtasis coléricos. Está solo porque no cree en otra cosa que en sí mismo y en su filiación austríaca y autoerótica con Hayek. Aquel que dijo preferir una dictadura liberal a una democracia donde se interviene sobre el mercado.
Para Milei, su soledad práctica le sirve para atacar lo que él siente de manera unívoca: la impostura de los pactos, de los acuerdos e incluso del amor, es decir, todo aquello que no se puede medir en términos de beneficio. En este punto, es el primero que realiza y pone en escena un individualismo absoluto y logrado, siendo que habla por él mismo y desde él mismo contra los demás, todo para él es un fraude o una estafa, sólo es verdad el beneficio privado y los que dicen otra cosa mienten.
Indiscutiblemente esta dimensión narcisista, fuente última del egoísmo y del individualismo está presente de un modo más o menos velado en todxs los seres humanos. De allí el éxito que implica exhibirlo sin trabas y su atractivo para muchos. Es una estatua animada por el Ego y no existe nada que lo arranque de sí mismo. Solo se perturba cuando no son escuchadas las buenas razones de su propuesta: una dictadura neoliberal donde quede arrasado todo aquello que no ingrese a la lógica del Mercado. Sin embargo, y esto es lo que interesa, se le escucha otro mensaje: mientras los políticos de inspiración nacional y popular o de izquierda, hablan de cuestiones que se representan como entes abstractos (a pesar del daño concreto que provocan) como la Deuda, el Fondo, el capitalismo financiero, etc; Milei ataca a personas concretas (lo que él denomina "la casta"). Como todo ultraderechista que se precie, más allá de sus teorías, sus ataques se hacen a personas que vemos todos los días en los medios de comunicación.
A su vez, su manifiesta indiferencia con respecto a los pactos sociales tiene mucho terreno por ganar cuando el capitalismo ya ha dañado severamente los cimientos democráticos e institucionales. La política es, especialmente si se opone a la financiarización del mundo, cada vez más impotente, y el ultraderechista solitario mientras tanto organiza sus denuncias al ritmo del rock del estallido. Y por supuesto, la TV no se puede perder a este freak ejemplar. Neoliberales de ultraderecha puede haber muchos pero ninguno corporizado de este modo tan preciso. El mensaje es su propia presencia. Comunica con su propio ser en la medida que él y el neoliberalismo son lo mismo. Y mientras la depresión y la supervivencia se extienden, el show del autosuficiente que ataca las ruinas de una democracia cada vez más difícil de sostener, se desliza como un reptil en el desastre. No está claro que llegue al final, pero se prepara como el aliado privilegiado para acompañar al macrismo, si es que vuelve.