Los superfanáticos españoles son los que se vuelven especialmente locos con Iain Glen: cada vez que ven a uno de los actores estrella de Game of Thrones en la calles, se sienten instantáneamente transportados a un estado de delirante excitación.
El actor escocés de 60 años interpretó a uno de los personajes favoritos de la serie, Ser Jorah Mormont, el leal consejero (aunque al comienzo de la serie eso estuvo en seria discusión) de su amor no correspondido, la Madre de Dragones, Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), a lo largo de las ocho temporadas. El mismo intérprete se hace cargo del asunto: "Siempre pensé que los españoles eran un poquito menos efusivos, pero los fanáticos de Game of Thrones son maravillosos."
De todas maneras, concede Glen, ocasionalmente los aficionados españoles pueden irse un poquito de los límites. "La gente te empieza a agarrar y a besarte y a sacarse selfies sin pedir permiso... ¡pero de algún modo los españoles lo hacen de una manera que los vuelve más perdonables!"
El nivel de atención pública puede ser molesto, pero el actor se lo toma con un muy buen espíritu. Glen, quien está casado con la actriz Charlotte Emmerson y tiene tres hijos, se siente claramente cómodo con el perfil que le terminó confiriendo la adaptación que la cadena HBO hizo de las exitosas novelas escritas por George R. R. Martin. "¿A quién le podría molestar que diariamente alguien se acerque y le diga 'Hey, no puedo creerlo, sos fantástico'?. Creo que la mayoría de la gente podría vivir tranquilamente con eso", dice.
El otro costado de la pasión de los fanáticos por Game of Thrones, de todos modos, es que se sienten realmente posesivos con el show, y son rápidos para expresar sus descontentos. Por ejemplo, muchos de los integrantes de la masa de millones de fans de la serie se sintieron insatisfechos con el final emitido en 2019. Algunos incluso iniciaron una campaña de recolección de firmas que peticionaban a los productores que volvieran a hacer toda la temporada final. La consideraron demasiado apurada, y pensaron que fallaba en hacerle justicia a personajes con los que habían forjado una relación profunda a través de los ocho años anteriores.
Glen sabe muy bien de esa infelicidad producida por la conclusión de Game of Thrones. "El lugar en el que terminaron las cosas en el epílogo no fue en buena parte lo que la gente quería", señala. "Pero la verdad es que Game of Thrones hizo eso desde el principio, y siempre fue algo que entusiasmaba. Nadie quería que le cortaran la cabeza a Ned Stark en la primera temporada -'¡No, eso está realmente mal, eso no puede suceder!'-, pero así fue. Y así fue a lo largo de toda la serie: esa clase de cosas absolutamente inesperadas sucedió todo el tiempo."
Por todas esas razones, Glen no hubiera cambiado nada de la resolución de Game of Thrones. "Yo no habría hecho nada diferente a como fue. Estando dentro del asunto, realmente pude entender y apoyar las decisiones que tomaron los guionistas, los lugares a los que llevaron la historia. Pero Game of Thrones es como mi hijo, con lo que quizá no resulta sorprendente que diga eso."
El personaje más reciente que Glen muestra en pantalla es el polo opuesto al moralmente recto Ser Jorah. En la producción sudafricana The Cane Field Killings, una serie de corte detectivesco que acaba de estrenarse en Europa, interpreta a un malévolo secuestrador de niños, el ficcional Angus Speelman.
En este electrizante drama dividido en ocho episodios, Reyka Gama (interpretada por Kim Engelbrecht), la mujer que Speelmam secuestró 22 años atrás, cuando era una niña de 12 años, es ahora una psicóloga criminal problemática pero altamente reconocida. A medida que investiga una serie de espeluznantes asesinatos en los campos de caña de azúcar de KwaZulu-Natal, se descubre crecientemente conectada con su ex captor, ahora en prisión. Incluso metido en una prisión de alta seguridad, con el correspondiente traje naranja, Speelman se las arregla para meterse dentro de su mente.
Exhibiendo una forma del Síndrome de Estocolmo, rápidamente Reyka se encuentra enredada en la telaraña tejida por el oscuramente seductor criminal. En la piel de Speelman, Glen exhuda una sutil pero innegable amenaza que hace que se erice la piel del espectador. Si Ser Jorah parecía un santo, Speelman luce satánico.
Hay en Angus Speelman más de un asomo de Hannibal Lecter. "Absolutamente, yo también haría esa comparación", señala Glen. "Se me cruzó por la mente cuando estaba interpretando este personaje. Como con Lecter, aquí también hay una investigadora policial que lo visita en la cárcel. Speelman es también alguien muy cultivado, un hombre muy inteligente, y un tipo que sabe leer la mente muy bien. Como muchas de esas personas muy manipuladoras, muy malvadas, es muy bueno en entender qué es lo que conmueve a los demás. Identifica sus puntos de presión y cómo hacerlos jugar. Sabe cuáles son sus áreas más débiles. ¡Con lo que, ciertamente, el señor Anthony Hopkins se me cruzó por la cabeza unas cuantas veces!"
Al actor no se le resultó difícil habitar este personaje tan siniestro, y se ríe cuando lo dice. "He interpretado a extraños psicópatas en el pasado, gente en el extremo más perturbado de las cosas. Se me hace fácil de una manera que me desconcierta. No sé por qué sucede. ¡Si soy amoroso! ¡Cuido mucho de mi esposa!"
Glen, quien posee un relajado encanto que encaja muy bien con su melifluo acento de Edinburgo, también se sintió atraído por The Cane Field Killings porque, según dice, "como en esos grandes dramas escandinavos, no solo te llevan a un maravilloso viaje de thriller, también te dan una muy buena mirada sobre la sociedad. Te muestra una disección de la sociedad sudafricana, desde el más pobre hasta el terrateniente más adinerado. Es una obra que retrata el estado de la nación. Como turista, podés disfrutar los muchos encantos que Sudáfrica tiene para ofrecer. Un hermoso paisaje y una gran cultura, buena comida y vinos. Pero todavía hay una desagradable inequidad en ese país, como existe en mucho países de todo el mundo."
De todos modos, "en Sudáfrica eso parece aún más extremo. Hay una muy, muy buena calidad de vida para algunos. Pero cuando te metés, cuando acercás el foco, pasás por vastas franjas de barrios muy precarios, hay un montón de pobreza que es realmente visible en las calles. Es algo muy desconcertante."
El otro personaje que Glen ha interpretado recientemente es nada menos que Bruce Wayne (el alter ego de Batman) en la serie estadounidense Titans. Es una nueva faceta de un universo DC siempre en expansión. ¿Tiene algún temor de que estas franquicias basadas en personajes de comic entrañan el peligro de reducir las posibilidades de realizar producciones independientes más originales? "No, creo que está bien. Me parece que ocupan diferentes mundos, y ofrecen diferentes tipos de películas que la gente quiere ver", argumenta.
A pesar de todo su éxito, es notorio que Glen se siente aliviado de no ser una de las megaestrellas de Hollywood, con todo el real acoso que eso supone. Por ejemplo, se muestra comprensivo y supone que esa clase de presiones puede haber tenido que ver con ese momento absolutamente desquiciado de Will Smith dándole un bofetazo en la cara a Chris Rock durante la ceremonia de entrega de los Oscar. Sin la más mínima intención de justificar la violencia, el actor reflexiona que "fue algo bizarro, una de esas cosas de las que creo que nadie sale particularmente bien. Pero es fácil subestimar la presión que toda esa velada trae. No sabemos si la gente no está atravesando algunas pesadillas privadas que la llevan a ese estado. A veces una simple broma puede tocar un lugar que resulta especialmente sensitivo", dice.
"Fue una broma bastante pobre que obtuvo una muy mala reacción", continúa el actor. "Pero resulta sencillo ser excesivamente condenatorio. Creo que tenemos que ser generosos cuando se ofrece una disculpa sincera. Obviamente, fue algo muy incómodo y perturbador para todos, pero siempre terminaré recostándome en el costado de decir 'Todos hemos cometido errores'".
La enormidad del incidente procedió, por supuesto, de la magnificación por millones de veces en las redes sociales. Glen se muestra incómodo sobre el modo en que internet ha exacerbado el estado de polarización de la sociedad. "A la gente le encanta tomar posiciones extremas, y tiene que ser capaz de expresarlas en una o dos oraciones. Y eso realmente le quita toda sutileza a cualquier debate."
Entonces, ¿cómo logra apaciguar Glen las presiones que trae esta clase de trabajo? Al actor le encanta tocar la guitarra, pero no tiene planes de emular a Russell Crowe y embarcarse en una gira mundial. "¡Definitivamente no! ¡No, no no! Tocar la guitarra es algo que simplemente hice siempre en resguardo de mi propia sanidad cuando estoy lejos. Es un complemento perfecto para el trabajo en locaciones, porque cuando trabajás como actor pasás un montón de tiempo simplemente esperando. Es algo que siempre hice para mis amigos y para mi familia". ¿Y cómo responden sus hijos a su padre tocando la guitarra, entonces? "¡Me dicen que me calle!"
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.