Organizadas son invencibles
Las trabajadoras en su más amplia expresión vuelven a tomar las calles después del Paro de las Mujeres del 19 de octubre de 2016 y en la continuidad organizada que marcó una instancia decisiva a partir del 8 de Marzo, cuando las tres confederaciones lograron remontar diferencias estructurales para conjugarse en demandas comunes y convertir estos encuentros colectivos en herramientas dinámicas de actualización permanente. Este 3 de junio las vuelve a encontrar marchando juntas y capaces de cobijar a miles de compañeras precarizadas y desocupadas, a las asalariadas y a las que cobran subsidios, a las cuentapropistas y a las estudiantes, como lo expresó el manifiesto del colectivo Ni Una Menos el 8M.
Lo que se cristaliza en esta nueva convocatoria es la ruptura declarada contra los confinamientos domésticos desde una agenda laboral y sindical con perspectiva de género tejida al calor de infinidad de asambleas, que establecieron la necesidad de inaugurar una era insumisa pero sostenida entre todas, para fortalecer la participación de las mujeres dentro de la estructura sindical y apoderarse de espacios de participación históricamente patriarcales.
Lo expresaron mujeres sindicalistas de la CGT esta semana, cuando exigieron que el Gobierno garantice políticas para detener los femicidios, por la libertad de Milagro Sala y de Higui, contra la violencia institucional y la persecución de lxs jóvenxs. Se plantan contra una política económica que empobrece a las mujeres y en defensa de los puestos de trabajo. Vuelven a marchar por paritarias libres y sin techo, por la igualdad de oportunidades y posibilidades laborales, por la eliminación de la violencia laboral, por el cupo laboral trans y en defensa de las organizaciones sindicales. Días atrás, en el Instituto Patria, la secretaria gremial y referente del espacio Mujeres Sindicalistas de la CGT, Vanesa Siley, instó a incorporar en todos los ámbitos sociales la perspectiva de género y subrayó la necesidad de que la política de género cobre jerarquía ministerial. En el encuentro de “Mujeres frente al Ajuste”, la secretaria de Género de la CTA, Estela Díaz, priorizó la necesidad de implicarse en una batalla cultural que garantice equidades en la discusión política, económica y sindical. Los talleres de debate en cada ámbito y la movilización bajo la consigna “Las mujeres sindicalistas marchan juntas. Ni Una Menos. Vivas, Libres y con Trabajo Nos Queremos”, confirma la superación de discusiones controversiales que dificultaban la articulación entre movimiento sindical y movimientos de mujeres, desproblematizado en gran medida por las propias mujeres de las bases sindicales y por las trabajadoras de la economía popular, entidades que luchan por legitimar todas las ideas de trabajo.
“La agenda a abordar por los sindicatos con perspectiva de género se resumen en tres líneas marcadas de trabajo. La primera tiene que ver con ampliar derechos desde una visión diferente sobre los cuidados, que ya no serían los que tradicionalmente se inscriben dentro del “capítulo de la mujer” según la Ley de Contrato de Trabajo. La segunda está ligada a la violencia de género y la tercera, de incorporar perspectiva feminista a los estatutos sindicales”, detalla la secretaria de comunicación del sindicato de Aeronavegantes, Natalia Fontana, activista clave en la articulación asamblearia de centrales sindicales, organizaciones sociales y movimientos de mujeres. Hace tiempo ya que algunos gremios están “traduciendo” el nuevo Código Civil a sus convenios colectivos de trabajo, dice Fontana, brindando más protección a la mujer para poder elegir el tiempo de cuidado que necesite cuando tuvo un bebé, con licencias por adopción igualadas a las de nacimiento, más licencias compartidas para el primer tiempo y en el reconocimiento de las mismas licencias en matrimonios igualitarios. “En cuanto a la violencia de género, muchos sindicatos tomaron la problemática y lograron avanzar en ese sentido. Plantean las discusiones con las patronales para incorporar licencias especiales que protejan las fuentes laborales de las compañeras, para que se las saque de los partes médicos psiquiátricos en las que muchas quedan atrapadas porque las empresas no tienen voluntad de tomar la complejidad del problema.” La perspectiva feminista incorporada a los estatutos sindicales es una tercera línea que va más allá de las ideas de cupo y paridad: “Necesitamos que los compañeros que ocupan cargos sindicales comprendan las diferencias históricas que estamos planteando, puedan sentirse atravesados e interpelados y así cuestionar ellos mismos sus privilegios del orden masculino dominante”, alienta Fontana. “La línea de fuego” implica una revisación cuasi antropológica de los modos de construcción sindicales a lo largo del tiempo y el lugar que ocupa la mujer en cada oleada de las pujas políticas en la Argentina. “Refundar estatutos que puedan pensar esto sería valioso. Espero llegar a verlo.”
La onda expansiva
La tierra tiembla en los barrios. Mujeres y adolescentes arman juntadas para construir diques contra las violencias. La institucional, desgarrada con crudeza bajo el control policial y ahora las presencias desaforadas de Infantería y Caballería en el conurbano. Las de género, intrafamiliares, domésticas, dardos envenenados que en pulsión rebelde logran arrancarse con sabiduría alerta para no volver a caer. “El efecto NiUnaMenos” les dejó la huella indeleble de reconocerse dueñas de un poder todavía indefinido, acopiado en ramalazos de bronca que les sirve para plantarse en otro lugar desde que la aproximación de cada 3 de junio les renueva la entereza. “Hace dos años en el barrio no nos juntábamos ni para conversar en la esquina. Hoy nos organizamos porque cada 18 horas matan a una de las nuestras y todavía no sabemos cómo pararlo. Pero también hace dos años la doña de la esquina no tenía idea de la palabra feminismo. Hoy está viendo cómo movilizar mañana”, se emociona Yesica Morales, referente del Colectivo Reconquista en Movimiento, de San Martín. “Las chicas siguen desapareciendo, pero ahora de eso se habla. Y las mujeres mueven porque este sábado quieren estar en las calles y en la Plaza.” Cerca de su casa vivía Araceli Fulles, la adolescente desaparecida el 2 de abril y que encontraron enterrada el 28 en la vivienda de uno de los imputados por su femicidio. El miedo y las persecuciones se volvieron jaurías, pero las marchas de mujeres pidiendo justicia desestabilizaron una trama narcopolicial enquistada en los territorios que descarta a las chicas. La visibilización de lo ocultado es el despegue de un relato común en las periferias acerca de que la cultura patriarcal ya no sabe de dónde agarrarse y contesta con más violencia porque a los varones tienen miedo. “Los chabones están desencajados porque las minas se les paran de mano cada vez más”, propala el mujerío. Hay una traza feminista sin caracterizar aún que rompe estructuras en el corazón de esos barrios donde un machismo descolocado no es moneda de cambio, y que ellas aprovechan para unirse y protegerse, organizadas en manzanas o puertas vecinas. “Las mujeres se están empoderando y se siente”, advierte Yesica. “Van saliendo fortalecidas después de tanto dolor por lo que sucedió con Araceli. Y mientras cicatrizamos nos miramos más entre nosotras.” Siente el calor intenso de lo que gesta la movilización abrazada como fecha emblemática por la necesidad de sentirse libre y en comunidad para romper paradigmas. “¿Quién nos va a decir algo?”, y vuelve sobre sus palabras para afirmar que “desde el dolor reconstruimos las mejores cosas. Nadie olvida y todo marcha mejor”. Hay pintadas por Micaela García en la estación de José León Suárez y otras por Araceli en los muros de su barrio. Son procesos colectivos que auguran el florecimiento de una potencia imparable contra las 18 horas estadísticas que separan cada femicidio. “Es necesario porque sino aquí no podes vivir. La vida en los barrios es complicada y las mujeres, que somos las que paramos la olla, sabemos de eso: te levantás y seguís. No hay tiempo para estar llorando a tus muertos cuando no tenés ni para comer.”
Derechos arrasados
El 4 por ciento de la población penal total son mujeres, de las cuales el 70 por ciento están privadas de la libertad por delitos vinculados al narcomenudeo, una forma de supervivencia que encontraron las más vulnerables de la escala social. Hasta un fiscal distraído reconoce que “es una forma de parar la olla”. La reforma de la Ley 24.660 de Ejecución Penal que se votaría la semana que viene en Diputados y que seguramente obtenga el voto favorable de la mayoría en el recinto, va a suprimirles en un hecho gravísimo las salidas anticipadas, que les permiten vincularse con el afuera y gestionar recursos laborales genuinos. Muchas les dicen a docentes y talleristas de las cárceles que se reconocen en un momento decisivo como mujeres. Paradas en un lugar diferente, aún poniendo la espalda a los embates penitenciarios. Las organizaciones trabajan fuertemente la cuestión de género pero centralizada en la pelea por el trabajo. “Que las dejen trabajar”, arenga María Medrano, de la Asociación Civil YoNoFui y de la Red de Cooperativas de Liberadxs. “Hoy están privadas de libertad y no tenían trabajo antes de entrar a la cárcel. Cuando salgan va a ser más difícil que puedan acceder a un empleo formal.” Mañana reclamarán en las calles que el Gobierno les permita armar cooperativas de trabajo. “Porque la única posibilidad es el trabajo cooperativo autogestionado. El mismo Estado niega la posibilidad de que las mujeres con antecendentes penales puedan tener su propia cooperativa.” En el Congreso está parado hace años el tratamiento para la modificación del artículo 64 de la Ley de Cooperativas, que prohíbe a las personas con antecedentes penales formar una cooperativa de trabajo. Fue votado por unanimidad en Diputados y ahora la espera duerme en el Senado, donde no fue tratado pese a los pedidos reiterados de las organizaciones.
Medrano lamenta la celeridad con que se busca legislar con más punitivismo. La reforma de la Ley 24.660 pone en cuadros comunes a violadores, femicidas y mujeres mulas, vulneradas por el doble castigo de miseria estructural y condena. “No podemos tratarlas de la misma manera cuando sabemos que la mayoría de estas mujeres provienen de entornos violentos, son cabeza de familia y tienen a cargo el cuidado de niños y adultos. Exigimos una respuesta eficaz del Estado, pero también sabemos que las mujeres y las madres de chicos detenidos se están organizando en espacios de contención y lucha. Claramente estamos paradas en otro lugar.” Una valentía colectiva pugna por imponerse intramuros y en el afuera, donde se preparan nuevas estrategias -algunas de ellas se harán explícitas en la movilización de mañana- para desactivar en denuncias populares las causas armadas, los falsos suicidios, las ejecuciones y el gatillo fácil.