Vivir en piloto automático o perseguir el propio deseo. Resignarse o arriesgar. En ese dilema indaga Los perros, la nueva propuesta teatral del dramaturgo y director Nelson Valente, quien vuelve a poner la lupa sobre los comportamientos cotidianos y los conflictos familiares tal como lo hiciera en sus exitosas piezas del off El loco y la camisa y Sólo llamé para decirte que te amo.
Emilio (Claudio Rissi) y Alicia (María Fiorentino) acuden a la casa de su hijo Rodrigo (Patricio Aramburu) para celebrar el cumpleaños de su nuera Laura (Melina Petriella). La sobremesa transcurre, como es habitual, sin novedades ni sobresaltos. Pero algo inquieta a Laura y la lleva a plantearse si la vida que tiene es la que realmente desea. Esa revelación, como en un efecto dominó, destapará algunas verdades.
Estrenada en Barcelona en octubre de 2020, la pieza de Valente ofrece su versión local en el Teatro Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857), los viernes y sábados a las 20 y los domingos a las 20.30. “Tengo una libretita negra donde anoto ideas que van surgiendo, y diálogos que escucho por la calle o en reuniones. Después de El loco y la camisa, y también como consecuencia de lo que iba escribiendo para el café concert del Banfield Teatro Ensamble, tenía un stock de ideas que sabía que podían servir para una obra”, explica el autor respecto de la génesis de la puesta.
Para Claudio Rissi este significa su regreso a la comedia, luego de una carrera actoral que lo fue llevando a componer personajes más oscuros. “En esta familia todos son víctimas de sí mismos”, reflexiona el actor que interpreta a un padre de familia acostumbrado a la rutina. “Los perros es una invitación a cuestionar la forma en la que vivimos. Yo no les creo a aquellos que dicen que viven sin tener dudas. No sé qué tipo de vida hacen, pero es probable que vivan de esa manera para que los demás los acepten”.
-¿Qué le atrajo de esta propuesta?
Claudio Rissi: -Me interesó el hecho de que este personaje se corre un poco de lo que vengo haciendo. Emilio me resulta un personaje atractivo que tiene muchos matices. Entra en situaciones absurdas y el hecho de que hable todo el tiempo pero que nunca diga nada inteligente es algo que me divierte, porque eso lo vemos a diario en nuestro entorno. Pero no lo juzgo. Me parece un personaje querible.
Nelson Valente: -Emilio es como un asesino, pero de ilusiones (risas).
C.R.: -Sí, es una buena metáfora.
-Pero no es un personaje que tenga maldad. De hecho, tiene momentos en los que muestra cierta sensibilidad y ternura.
C.R.: -Sí. Ocurre que es un personaje que tiene ciertas limitaciones. Tuve un padre parecido. Era un tipo muy leído e inteligente pero era muy limitado afectivamente. Recién ahora estoy empezando a entenderlo, pero hasta hace poco seguía enojado con él, y eso que murió hace muchos años. Él tenía una estructura de pensamiento que conducía siempre al mismo lugar y tenía muy poca comunicación conmigo. De hecho, se murió sin querer verme actuar. De todas maneras, creo que todos tenemos limitaciones en algún sentido. Y Nelson muestra muy bien eso en esta puesta.
-La obra interpela fuertemente acerca de la rutina y de la inercia cotidiana. ¿En qué aspectos de esa realidad se identifican?
N.V.: -La escritora Sabina Berman dice que el teatro es el lugar donde la tribu se reúne para dirimir sus conflictos. Y me parece que eso es muy cierto. Por eso, a la hora de escribir, consciente o inconscientemente, siempre hablo de los temas que me preocupan, y trato de sintetizarlos y metaforizarlos a través de la creación de personajes. Entonces, eso me lleva a identificarme con todo lo que pasa en escena.
C.R.: -Ser la oveja negra de la familia muchas veces genera alguna serie de inconvenientes que quizá con el tiempo se van resolviendo al ver que al final esa oveja negra hizo lo que quería. Y ese es mi caso. Si no fuera por el hecho de que yo decidí ser un chico caprichoso y salir de las costumbres de mi entorno, hoy no sería actor. Y sé que hay mucha gente que no se animó, que nunca explotó y que se calló la boca. Pero yo sí me rebelé. Por eso me parece lindo estar haciendo esta obra. El público sale conmocionado. Muchos dicen: “Este lío lo tengo en mi casa”. Uno empieza a reconocerse y se pregunta: “¿Es así como quiero vivir? ¿Me interesa esto que estoy haciendo?”. Algunos se lo pueden plantear, pero otros ni siquiera se dan la posibilidad de visualizar que pueden elegir otra cosa. ¡Mirá el lío que armaste, Nelson! (risas).
-¿Y por qué advierten que se impone la rutina y no el propio deseo?
C.R.: -Me parece que el lugar de confort está instalado, y eso es un problema social y cultural. Al sistema le sirve que tengamos que hacer cosas que no nos interesan, y que terminemos eligiendo lo que nos dejan elegir y no lo que decidimos elegir nosotros.
N.V.: - En ese punto la obra de lo que habla, de alguna manera, es del capitalismo, porque justamente lo que se denuncia es que vivimos en un sistema que te hace creer en un cierto tipo de deseo, y que te dice, por ejemplo, que si estás triste eso lo podés resolver comprándote algo.
-Valente, en varias de sus obras, como en esta ocasión, indaga en la vida familiar. ¿Por qué toma esa decisión?
N.V.: -La familia es la célula mínima de la sociedad donde todos nuestros problemas se construyen. Y es por eso que me interesa como escenario para hablar de cualquier tema, como por ejemplo del capitalismo, como en este caso. Como a mí el teatro que habla directamente del capitalismo me aburre un poco y no me atrae, entonces lo que me gusta es ver personajes que cuestionen eso desde un lugar cotidiano. Porque ahí nos podemos identificar todos, y cada uno puede hacer su catarsis.