“Te voy a contar un secreto: el clítoris no envejece” lo dice desde el living de la casa que habita en Boedo hace años en compañia de su gata Rosa. Elvira Onetto, tiene 70 años y es una reconocida actriz y directora argentina: “Después de dos años de inactividad forzada, hubo en mí una vuelta a pensar cómo quería seguir adelante, porque antes de la pandemia venía en una rueda de mucho trabajo, estaba un poco cansada y me di cuenta de que estaba haciendo más de lo que mi cuerpo quería, pero como estaba en esa rueda, lo seguía haciendo”. Dice que ahora solo da clases y lo disfruta muchísimo. ¿Qué te gustaría ser cuando seas vieja? le pregunta esta cronista. Elvira corrige: “Me tenés que preguntar que quiero ser cuando sea más vieja”.
La pregunta es una forma de jugar con un interrogante recurrente para las juventudes pero completamente vedado para el resto ¿Qué querés ser cuando seas grande? Elvira entra en el juego: “Cuando sea más vieja, mi deseo es poder conservar una fuerza espiritual que haga que yo pueda seguir bancándome los dolores de la vida, del cuerpo y del mundo que son muchos. Por otro lado, desearía que esa misma fuerza me haga poder seguir disfrutando de la belleza de la vida”.
Elvira -como tantxs en estos tiempos- viene pensando ideas en torno a la vejez con la claridad que puede dar una lupa: “Tengo esta lupita en la mano porque estaba mirando las flores de una planta que tengo en el jardín”. Acerca la lupita a la piel de sus manos y a pesar de que reconoce que los achaques del cuerpo son una de las cuestiones más difíciles de sortear en la vejez, en ese instante detecta algo que le resulta interesante: “Me parece bella la piel, así con la lupa veo unos colores medios plateados, ahora en mi mano veo un paisaje. Un tipo de belleza que nadie te enseña”.
Elvira está hablando de algún tipo de belleza, tal vez desconocida, una que no es la belleza que se contempla hacia la juventud, ese divino tesoro un poco sobrevalorado. ¿Qué tesoros oculta el paso del tiempo cuando inevitablemente la muerte parece más cerca? ¿Por qué es necesario prepararse para ese tiempo que repele? ¿Qué pasa con la no productividad en términos capitalistas?
En el 2020, Elvira participó de “Generación supernova”, un trabajo de rastreo y recopilación ante la explosión de posteos de mujeres mayores en las redes que llevaron adelante Sofía Medici y Luz Agranti -y en el que también participan Esther Díaz y Graciela Taquini-: manifiestos en formato de video sobre el deseo de las viejas. En el suyo, durante casi siete minutos, Elvira realiza ejercicios con el cuerpo, lo hace lento y no se detiene, de fondo se ven las imágenes de una galaxia colorida en donde las estrellas también se mueven a su ritmo. Sobre la coreografía se oye su voz en off: “El envejecimiento no es progresivo, hoy estoy bárbara, me muevo, puedo dar una vuelta carnero, pero hace dos años sentí que la cara y el cuello se fueron a la miércoles. Me acuerdo que Pavlovsky en una obra decía `un día te levantas y ya sos viejo`, yo no lo entendía hasta que me pasó”.
Elvira flexiona las rodillas y se queda un rato ahí, suspendida, como esperando una pregunta que flota en la galaxia, la pregunta sobre la muerte: “Yo siento que la muerte está ahí, firme y que yo me voy acercando paso a paso, lo que hago es ir pegándole pataditas para alejarla, para que siempre esté un poco más allá. Es metafórico pero sirve. Pienso muchísimo en la muerte, demasiado. Ya sé que es un ciclo de la vida, lo comprendo, pero no me gusta pensar en que me tengo que morir y que todo se va a terminar. Y lo que más miedo me da es enfermarme y que me internen. Lo que más me aterroriza es quedarme dentro del sistema sanitario. A veces pienso que estoy enferma y eso me da mas miedo que morirme”.
Elvira trabaja para una vitalidad que, como dice ella, demanda un esfuerzo y que por momentos puede resultar agotador: “Digo que hay una buena noticia con respecto al no envejecimiento del clítoris y ahora voy a dar una mala noticia: la vejez también es más esfuerzos por menos resultados, porque todo cuesta un poco más. Yo personalmente hago muchas cosas para estar bien y además me fui preparando para este momento, me cuido físicamente, trato de alimentarme bien sin tampoco ser fundamentalista, porque cada tanto no me muevo y cada tanto como cualquier cosa”.
El agotamiento sobre la exigencia de los resultados que pueden venir a otro ritmo o no venir nunca. Entre la perspectiva resultadista y la productividad se cuelan algunas miradas como la de Elvira sobre la vejez y en primera persona, miradas que no saldan la discusión en la constante actualización tecnológica o darse maña para imitar una juventud añorada como un tesoro, sino que van un poco más allá. La vejez en sí misma se despliega y tiene sus propios nudos y desafíos, sin una medición constante con la nostalgia de un pasado mejor.
Elvira recupera algo que para ella es fundamental a la hora de ahondar y poner en discusión la vejez: “Poder gozar de la libertad de pensar todo otra vez. Generalmente cuando se va envejeciendo hay cosas que se vuelven muy estancas, esa cuestión de que con la vejez te volvés más sabia, puede ser, pero yo creo que la clave está en permitirse pensar todo de nuevo”, dice y sigue jugando con la lupa apoyada sobre el contorno de su mano: “Tenemos un modelo hegemónico de que la piel tersa es más linda que la piel arrugada, lo tenemos muy metido adentro, pero lo cierto es que veces en la mirada de un viejo, de una vieja, de unx vieje se encuentra una belleza que no está en los parámetros de belleza que se aspiran desde esa mirada de la piel tersa”.
Lo dice mientras recuerda que de joven fue muy linda: “Es más bravo todavía envejecer cuando fuiste linda. Pero en mi caso me fui preparando para la vejez, es como el aporte jubilatorio en términos monetarios, acá estamos hablando de otros aportes, aportes para cuando seamos viejes. Si una quiere pasarla bien, se tiene que preparar. Y no es solo algo relacionado con la alimentación o con mantenerse en movimiento, tiene que ver con aprender cosas que nadie te enseña”.
Cuando se vuelve a la pregunta inicial modificada ¿Qué querés ser cuando seas más vieja? Elvira retoma el juego de palabras: “Yo quiero ser una vieja bailarina que no es lo mismo que una bailarina vieja. Deseo ver mi cuerpo como el cuerpo de una mujer anciana que se mueve con un tipo de belleza que podría ser desconocida. También me gustaría ser una cantante vieja”, en términos de belleza y productividad el desafío es poder recoger la lupa y torcer criterios arbitrarios que determinan qué es lo lindo, qué es lo que sirve y ¿quién puede desear y ser deseadx?
Para Elvira el deseo sexual no dista de otros deseos, con éste particularmente reconoce el tabú y el borramiento que existe socialmente respecto a cómo, dónde y por qué cojen les viejes: “Yo no tengo sexo con otras personas pero sí conmigo misma y la pasó bárbaro”, y reivindica su autonomía en este aspecto, algo que le parece sumamente importante: “Porque nos enseñan durante toda la vida que tenés que ser la mitad de algo y no somos la mitad de nada”. En esa autonomía también reconoce lo inevitable, una vida con otrxs y la muerte allí, cada vez más cerca y ella dándole pataditas.
Antes que termine la charla, Elvira repone un deseo más: "Otro deseo para mi vejez sería morirme antes que todas mis amigas porque no sé si resistiría el dolor de que no estén: Pero bueno, eso no lo puedo decidir”.