“A las primeras mujeres en campos de concentración, a las primeras mujeres que desde su matriz les arrebataron a sus hijos”, expresó Gladis Jara, de la comunidad qom, en el acto de inauguración de la primera baldosa del proyecto de señalización “Memorias Urbanas Feministas” en la ciudad de Santa Fe. Está dedicada a las cautivas de las comunidades indígenas. Un ritual, la palabra de Kajri Chanquia, de la comunidad diaguita, con el reclamo para que se devuelva, como corresponde “las tierras a las comunidades que lo necesitan” y las voces de Rosa y Florencia Salteño, de la comunidad Com Caia. El acto de señalización entrelazó el pasado con los reclamos del presente, el 15 de marzo de este año. Y formó parte de una iniciativa aprobada el 11 de marzo de 2021 por el Concejo Deliberante de esa ciudad, a partir de una iniciativa de las profesoras Nidia Kreig, Alicia Talsky, Rosa García y Teresa Suárez. Las primeras baldosas previstas son siete, y ya se instalaron dos.
“Los espacios públicos no son neutros y universales sino que vivimos en ciudades diseñadas desde una perspectiva androcéntrica donde la representación, usos y necesidades de sujetxs carentes de privilegio han quedado excluidxs y por ende invisibilizadxs, lo que genera y reproduce desigualdades de clase, etnia y género”, dicen los argumentos del proyecto de ordenanza que fue presentado por María Laura Spina. “Recuperar esas experiencias históricas silenciadas mediante marcas identitarias en la trama urbana inscribe en la memoria local los derechos vulnerados, las resistencias y contribuye al patrimonio material e inmaterial de la ciudad”, sigue. Lo más importante, cada baldosa tiene su código QR para brindar mayor información a quien lo desee y todo el circuito será ofrecido a estudiantes, turistas y público en general.
La próxima baldosa que se inaugurará recordará al Primer Centro Feminista, fundado en 1906 en la sede de la antigua Biblioteca Cosmopolita, presidido por Macedonia Amavet. Está ubicada en Salta entre 9 de julio y 1° de mayo. El acto será el lunes 25 de abril, y el 2 de mayo se recordará a la Primera escuela de Parteras, que funcionó en la ciudad entre 1910 y 1922. Las primeras siete baldosas abarca desde finales del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX. “Tiempos de ausencias recurrentes en la memoria de las ciudades ya que mujeres originarias, africanas, colonizadas, pobres, proletarizadas o quienes tuvieran intereses que trascendían el rol doméstico no formaron parte de la valoración pública”, dice el proyecto. Por eso, la segunda baldosa estuvo destinada al Ombú de la Chipacera, y se inauguró el 21 de marzo, en el Día Internacional contra la Discriminación Racial.
En pleno barrio Sur, el más antiguo de la ciudad, el Ombú recuerda un espacio de sociabilidad donde, a fines del siglo XIX, Claudia Chapaco, afrodescendiente, elaboraba y vendía sus chipás. “Con esta marca, queremos tanto visibilizar la presencia y la agencia de las mujeres afrodescendientes y su comunidad, como dar cuenta de la existencia de un mercado “informal” de trabajo, que las tenía como principales protagonistas: la venta ambulante. Trabajo devenido en oficio por la mera práctica, situó físicamente a las mujeres en el espacio público”, dice la justificación histórica de esta marca urbana.
Porque pasear por una ciudad es también reconocer su historia, que hasta ahora se plasmaba en estatuas de hombres ilustres, las baldosas tienen un tamaño que las hace notorias. “La intención es continuar enriqueciendo estas Memorias Urbanas Feministas con nuevas baldosas sobre la experiencia de las mujeres y las disidencias evocando especialmente procesos colectivos y no la excepcionalidad aislada pues la experiencia de las mujeres tiene un devenir común signado también por la subordinación de género”, dicen las organizadoras, para afirmar que las primeras siete son eso, un comienzo. Que hagan hincapié en procesos colectivos es también otra manera de concebir la historia. “Lo mismo que uno cuestiona de los personalismos de la historia, puede replicarse con mujeres. Queremos construir la historia de otra manera, con procesos colectivos”, apunta Talsky.
El ejercicio de la memoria trae implícita una forma de vivir el presente, y por eso Talsky considera importante que las dos primeras baldosas hayan sido las que recuerdan a las cautivas indígenas y a las mujeres afro. “Una historiadora de la ciudad, Magdalena Candiotti, me contaba que en los barrios mucha gente no se autopercibe como afro. Hay mucha vergüenza, todavía, y lo mismo pasa con los pueblos indígenas. Eso busca la memoria, reivindicar orígenes, legitimar y dar un sentido de construcción de identidad”, dijo la profesora de historia que integra el grupo nacido de la iniciativa de Nidia Kreig. Las dos baldosas están en el barrio sur, una zona histórica. “Desde allí comenzó a crecer Santa Fe y tiene un valor simbólico muy fuerte que esa sea su ubicación”, apunta.
Las Cautivas surgió de una foto tomada en 1872 por Pedro Tappa. Documenta un grupo de mujeres, niños y niñas de paso por Santa Fe, con destino a una relocalización forzada. “En la construcción historiográfica del proceso de formación del estado nacional, la imagen de la cautiva blanca es el arquetipo que legitima el accionar represivo del estado. Sin embargo, su contracara, la cautiva de los pueblos originarios, es soslayada. Son las otras cautivas. La chusma, las mujeres indígenas que eran el ‘remanente’ de población, sobreviviente a las incursiones violentas del estado, y el ejército”, dice la justificación histórica para poner el foco en estas cautivas. El pie de la foto dice “Indios traídos del Chaco por el Comandante Uriburu- Alojados en la casa titulada del Carmen-, situada en calle San Jerónimo entre Moreno y Buenos Aires”.
Después vendrá el efímero Centro Feminista de 1906, más tarde las Parteras Diplomadas, entre 1910 y 1922, la huelga docente de 1921, que marcó el antecedente de la creación de la Asociación del Magisterio de Santa Fe (1928), así como la marca urbana dedicada a Amelia Larguía, pionera de la investigación arqueológica. La trata y explotación sexual de mujeres, entre finales siglo XIX y 1936, tendrá su marca en “La Maison París”, sitio de explotación sexual.
Cuando estas siete baldosas ya permitan caminar por una ciudad que recuerda las primeras luchas feministas, la propuesta es sumar otros espacios, más contemporáneos, como el Memorial de las víctimas de violencia de género y la Plaza Ana María Acevedo. Las impulsoras quieren generar un puente entre tiempos y generaciones, “recuperando del olvido esas necesarias memorias feministas”.