La leyenda puede tener más de un motivo: el ambiente de la noche y sus personajes, la jornada de trabajo que se prolonga en los bares del bajo fondo, el contacto diario con la muerte. Los cronistas policiales son personajes en sí mismos y como muestra la tradición del género sus figuras se traman en un borde indiscernible entre el testimonio y la ficción. Saturno, la historieta de Pablo De Santis y Matías San Juan, recoge con plena conciencia esos motivos y recupera así una estela oscura y a la vez deslumbrante del oficio.

En el texto con que presentó la serie, publicada originalmente por entregas en la versión online de la revista Fierro y ahora en libro por la editorial Hotel de las Ideas, De Santis dijo que el legendario periodista Enrique Sdrech “me sirvió de lejana inspiración para el personaje” y que también recurrió a sus propios recuerdos “de una época en que las redacciones eran un tránsito continuo de personajes insólitos”. La época en que todavía se fumaba en las redacciones y en que los periodistas usaban máquinas de escribir y recurrían al archivo en papel cuando querían ponerse al tanto de los antecedentes de un caso. Recuerdos a los que que De Santis ya había acudido para ambientar el comienzo de su novela Los anticuarios.

Matías San Juan no compartía esas referencias por una cuestión de edad: nació en 1985. “Con Pablo trabajamos antes en otra serie, El castillo rojo, y en ese momento me propuso mostrar una Buenos Aires análoga que ya no existe y usar el mundo de las redacciones periodísticas que está en el imaginario como un vehículo de las historias”, cuenta.

Saturno Drey, el personaje en cuestión, escribe en Bang!, una revista de casos policiales que mezcla crímenes con curiosidades y contenidos bizarros, al estilo de las que dejaron de publicarse a principios de este siglo. La ambientación de Matías San Juan alterna interiores con panorámicas urbanas e incluye una referencia para ubicarse en el tiempo: en los cines de Lavalle se estrena Prohibida obsesión (1989), el thriller protagonizado por Al Pacino y Ellen Barkin.

“Al principio yo veía al personaje como una especie de Lee Marvin”, dice San Juan. “Lo empecé a pensar con ese porte, pero a medida que lo dibujaba se convirtió en Saturno. A Sdrech lo tenía de cara y sabía lo que me contó Pablo, pero no conocía su trabajo”.

La relación con Sdrech está ligada para De Santis a un episodio de iniciación. En 1982, después de cumplir con el servicio militar, comenzó a trabajar como periodista y se convirtió en redactor de Radiolandia 2000, donde conoció al ya consagrado cronista policial. “Era un gran narrador oral y siempre nos comentaba los casos en que estaba indagando”, dice.

El mundo en que transcurren las historias de Saturno es más próximo que el de Academia Belladonna, la última novela de De Santis, ambientada en Europa en la década de 1930. Sin embargo, ambos tienen un elemento común importante para el escritor: son parte del pasado y remiten a experiencias, saberes y oficios en trance de extinción. “Juro que viví una época en que a nadie le interesaba llegar a su casa”, dice Saturno, en alusión a la vida nocturna de la ciudad.

La saga incluye ocho capítulos y presenta características que también resultan familiares dentro del imaginario del escritor, como la presencia de artistas de circo, oficios que se vuelven raros (un anticuario, un sastre que conserva antiguas tizas inglesas que contienen arsénico) y secretos de familia (Saturno debe su nombre a un padre que impuso nombres de planetas a sus hijos). “No hay mucha acción, ni muchos tiros. Trabajé un clima de claroscuros, con muchos negros”, destaca Matías San Juan.

El drama incubado sordamente en relaciones personales, más que la violencia, aporta al contenido de cada una de las historias y profundiza la mirada en torno a la narración. “Muerte en el cine” relata la venganza por una muerte ocurrida en el pasado, un crimen que se desencadena por un hecho fortuito, “pero el destino, a veces, se disfraza de casualidad”, observa Saturno.

En “Hotel Regina” De Santis y San Juan plantean el tema del crimen en el cuarto cerrado, hito que funda a la narrativa policial. “Si uno se pone a pensar, es totalmente absurdo: ¿por qué un asesino va a dejar un cuarto cerrado y crear ese enigma adicional al de su identidad? Pero literariamente funciona y es una especie de metáfora del género”, dice el guionista. Y de hecho la solución que propone la historieta cumple con los requisitos clásicos: economía de los medios y verosimilitud de la explicación.

Cada capítulo supone una investigación, pero Saturno no se propone colaborar con la justicia. En “Circo Mahony”, el capítulo final, la compleja trama que rodea al asesinato de un mago está cifrada en tres cartas del Tarot y en una verdad que no llegará a conocerse: “Voy a escribir solo una parte de la historia. La otra, que quede en las sombras”, dice el personaje. Un buen cronista sabe guardar un secreto.

El contrapunto reiterado entre Saturno y su jefa, Isabel, pone en escena los criterios clásicos de la prensa amarilla: en esas páginas no hay lugar para la literatura, el horario de cierre es implacable y “si no hubo crimen, no hay nota”. Pero el personaje también es un lector, y sus autores de cabecera son Agatha Christie, Ellery Queen y Gastón Leroux. Toda una declaración de principios, y también referencias que lo acercan a aquel gran cronista de los años 90 al que rinde homenaje.