Está contenta de que se esté haciendo este juicio por el asesinato de su marido Fidel Yazlle, dijo ayer Teresa Francisca Toledo ante los jueces Mario Marcelo Juárez Almaraz y Federico Díaz y la jueza Marta Liliana Snopek, del Tribunal Oral en lo Federal N° 1 de Salta, que juzga por este hecho a los ex jefes policiales Andrés del Valle Soraire y Mario Víctor Palermo.
Está contenta, dijo, pero no puede dejar de resaltar que pasó "casi medio siglo", 45 años, desde que se cometiera este crimen para llegar a la instancia de juicio oral. "Mi marido era una persona honesta, solidario", lo recordó ya casi al final de su testimonio en el que repasó los terribles momentos inmediatos al aviso del asesinato. Contó cómo pudo identificar al menos a uno de los participantes, y los vaivenes de la investigación de este hecho.
Toledo vivía en la ciudad de Orán, con las hijas del matrimonio, mientras que su marido administraba un hospedaje y comedor en Coronel Juan Solá (o Morillo), a poco más de 192 kilómetros, en el Chaco salteño. Yazlle tenía una activa vida social, además de ser árbitro de básquet, militaba en la UCR junto al ex intendente Julio Buryaile, que había sido destituido por la intervención militar. Precisamente, Toledo sostiene que su asesinato estuvo vinculado a esta militancia política, debido a las denuncias por corrupción que había realizado en contra del interventor municipal, Humberto Lazarte, y el comisario local, Zenón Ávila (f).
El 11 de ferero de 1977 Toledo recibió la noticia de la muerte de Yazlle. Entonces, junto a un hermano suyo y un cuñado, emprendió el viaje a Morillo, en cuyo camino encontraron retenes policiales. Al llegar al hospedaje de su marido salieron al encuentro un grupo de personas del Pueblo Wichí: "Vienen casi llorando. Lo han muerto al patrón", recordó.
Luego fueron a la Comisaría pero no le permitieron entrar a ver lo que quedaba de Yazlle, que había sido matado a tiros y luego abandonado en las vías para que lo arrollara el tren. Solo los hombres que la acompañaban pasaron a reconocerlo. Toledo contó que insistió para pasar, "No me imaginaba el estado en que estaba. Lo que había ocurrido", se explicó. Como la dejaron esperando, entró a la comisaría y en una celda, en el fondo, se dió con "un montón de ropa", las miró y advirtió que eran de su marido, estaban con tierra y la camisa tenía un agujero, como de un disparo.
Toledo contó que cuando salió el comisario Ávila le pidió explicaciones: "No señora, ya se va a enterar, ya se va a enterar", le negó.
Las sospechas
Toledo contó que conocía al comisario porque solía verlo en el comedor de su marido, donde a veces iba a comer pero se negaba a pagar, lo que había provocado una discusión con Yazlle, que le exigía que pagara su consumo.
Entre los muchos elementos que lo llevaron a sospechar del comisario, Toledo destacó que fue "el único que reconoció el cuerpo". Añadió que para cuando llegaron a Morillo, pasadas las 17, ya Ávila había ido a registrar la muerte de su marido y los restos habían sido lavados. Para completar, frente a la comisaría vio la camioneta azul en la que andaban los hombres que habían ido a su casa en Orán a preguntar por su marido, el día anterior a su asesinato.
Este vehículo llevó a Toledo a contar cómo identificó a uno de esos hombres, el policía Fortunato Saravia, que tres meses después, el 10 de mayo de 1977, participó del crimen de José Lino Salvatierra y Oscar Ramón Rodríguez, hecho por el que fue condenado en 1986. Toledo dijo que supo que la camioneta "era de un ganadero de Metán", del que aseguró que también fue parte del doble homicidio.
Saravia integraba la Guardia del Monte, un grupo de tareas con sede en Metán que decía luchar contra el abigeato y, de hecho, recibía colaboraciones de ganaderos de la zona (y otras personas) para llevar adelante su actividad. Salvatierra y Rodríguez fueron asesinados en territorio de Metán y al lado de sus cuerpos dejaron una leyenda: "Por ladrón y cuatrero". La forma en que se llevó adelante este hecho guarda semejanzas con el homicidio de Yazlle: en ambos casos los ejecutores hicieron primero una mínima tarea de inteligencia y luego ejecutaron a tiros a sus víctimas.
Toledo contó que el jefe de zona, Mario Palermo, le dijo que los asesinos de Yazlle serían de Metán y le propuso que fuera allá con integrantes de la Brigada para ver si reconocía a alguno de los sospechados; su primera reacción fue decir que sí, "porque no sospechaba todavía de Palermo", pero después lo pensó mejor, dijo, recordó los señalamientos que pesaban contra la Brigada, y contra el propio jefe, y buscó una excusa para no ir.
De todos modos, con el dato de Metán siguió con interés el proceso por el "crimen de Los Arbolitos", como se conoció el doble homicidio, y en 1986, cuando fueron juzgados los cuatro policías acusados, Andrés del Valle Soraire, Miguel Ángel Corbalán y Santos Leonides Acosta, además de Saravia, reconoció a este último como el hombre que iba de acompañante en la camioneta el día que preguntaron por su marido. Inmediatamente lo denunció ante el tribunal que los juzgaba, secundada por el abogado Marcelo López Arias: "Escucharon la denuncia de la señora. Son los asesinos de su marido", recordó que cerró el letrado ante los jueces.
Toledo denunció penalmente a la Guardia del Monte en Orán. Sin embargo, no hubo trámite; luego la causa fue enviada a Tartagal, donde tampoco hubo avances, por lo que hizo la denuncia en la Justicia Federal. Hubo otra vez una serie de vueltas, hasta que finalmente, años después, el proceso comenzó a avanzar para llegar a este juicio 45 años después del homicidio.
"Ya va a ver lo que le va a pasar"
Toledo recordó que una vez, en 1976, se encontró con Zenón Ávila en Orán. El comisario estaba "enojado", le dijo que iba a reunirse con el jefe de zona Mario Palermo, que lo había llamado por las denuncias de Yazlle. Toledo contó que el comisario hizo hincapié en que eran varias denuncias y terminó el intercambio con una amenaza: "Ya va a ver lo que le va a pasar".
Toledo dijo que le contó a su marido sobre este encuentro, en momentos en que estaba con Buryaile. Recordó que le pidió a Yazlle que tuviera en cuenta que estaban en una dictadura y cesara con estas denuncias, pero Buryaile le respondió que justo llevaban un nuevo petitorio, firmado por vecinos y vecinas, pidiendo que sacaran al interventor militar del municipio.
El ex intendente insistió, dijo la testiga, en que tanto Lazarte como Ávila eran corruptos y que por esta razón debían ser removidos de sus cargos. Por eso, en reuniones de la militancia radical en Morillo, y vecinos, habían decidido presentar ahora un pedido en el Escuadrón 20 de Gendarmería Nacional, con asiento en Orán. Toledo recordó que lo hicieron, pero los derivaron a Embarcación, donde finalmente pudieron hacer la presentación.
Toledo dijo que si bien no conoce exactamente los hechos de corrupción que se denunciaban, supo que uno era porque el comisario y el interventor "asaltaban" a traficantes de hojas de coca para hacerse con esta mercadería y comercializarla por su cuenta.
Sobre Palermo, añadió que el comisario "apuntaba con un arma" a los testigos que iban a declarar. "Palermo no investigó nada. Me da vergüenza como vecina que hayan designado como inspector de zona a un sinvergüenza asesino", sostuvo, aunque luego precisó: "Apañó a los asesinos" de Yazlle.
A pesar de la reconocida militancia radical de Fidel Yazlle, ninguna autoridad de la UCR asistió a las dos audiencias realizadas hasta ahora. La próxima será el 19, a las 11.