Afirmar como se afirma, que Adolfo Halsten desde el presidio envió una segunda misiva a sus seguidores durante el otoño de 1922, delata la ignorancia de quienes más de 100 años después no dejan de lamentar la escasa adhesión a su teoría de la repetición semestral de la luz solar, y es ignorar como toda idea que rige nuestras costumbres tiende a depurarse por sí misma a lo largo del río de los tiempos.
Nadie desconoce qué es el calendario Juliano. Nadie que derivó en el calendario Gregoriano, y todos sabemos que de equinoccio a equinoccio, de solsticio a solsticio, se suceden armoniosamente las cuatro estaciones del año. Todos menos Adolfo Halsten, quien en la aburrida pared del presidio, creyó ver repetirse en la sombra de los barrotes, la misma intensidad de luz de un 23 de Marzo, en la del 23 de Septiembre siguiente, y escrupuloso, se dio a cotejar la duplicación de esa luminosidad de cada día a lo largo de todo un año. Tal hallazgo que fue la justificación para sus actos pasados y por venir, y el alivio que tal vez esperaba contra la pena que purgaba, dio nacimiento al calendario que lleva su nombre. No nos detendremos aquí en explicar que el calendario de Halsten consta de seis meses, y va desde Julio a Diciembre, y desde Enero a Junio, ni que su primera presentación pública haya visto la luz durante la argumentación legal por la cual Halsten apeló una reducción de su condena de veinte a diez años. Si nos interesa transcribir, escuetamente, la línea argumentativa del pensamiento de Halsten, contenido en su única misiva.
Halsten odiaba la ejecución diaria de actos repetitivos, como despertarse cada mañana, o reconocerse a sí mismo en el espejo con la brocha de afeitar sobre el rostro. "Es perder el tiempo andar siendo el mismo cada día", se puede leer en la única misiva a sus seguidores, y su objetivo era anular por cualquier medio, cuánta repetición encontraba. "Por ello, al quinto día como dependiente de correo en mi Salzburgo natal, estampe el sello malogrado en la cabeza del señor Krapp, hasta ese momento, cliente habitual de las 8:30 horas". El presidio, sin mayor apuro, se desentendió de ese ímpetu de Halsten y le siguió ofreciendo la misma celda, las mismas comidas y los mismos uniformes.
Halsten, quien no era de doblegarse tan rápido, se propuso ejercer diariamente conductas anti rutina como empezar a desayunar milésimas de segundo antes o después que el día anterior, o cambiar aleatoriamente, en milímetros, su posición frente a la pared.
En esos ejercicios andaba, cuando su memoria de astrónomo reconoció, en la intensidad lumínica que dibujaba la sombra de los barrotes, la equivalencia y el fundamento para su calendario semestral: "No es adecuado, un calendario de doce meses -escribió- cuando científicamente, el mismo día luminoso se repite dentro de un mismo año solar con nombre de meses diferentes". Rápidamente dentro del ámbito del presidio su calendario ganó unanimidad, y los animó a todos a las apelaciones de sus condenas.
Paradójicamente, el correo de Salzburgo, y la cámara de comercio, entonces presidida por el hijo de Krapp, fueron los primeros interesados en la argumentación del antiguo dependiente, y fomentaron el movimiento reformista por el calendario semestral, ante la perspectiva económica de emitir sellos postales navideños de verano y de invierno, sellos festivos patrios y de año nuevo, cada seis meses, con la correlativa duplicación del comercio en general. Halsten devino así en una referencia obligada con la única contradicción aparente de su propio ser alojado en una tal dependencia.
Los que siguen afirmando que existió una segunda misiva a los seguidores de la reforma por el calendario semestral, desoyen las propias palabras de Halsten al ver crecer exponencialmente el alcance de su pensamiento: "No permitiré que mi calendario sea fuente de futuras repeticiones o afecten mi intereses en combatirlas" y no entienden el mensaje de su acto, al resolver la contradicción en la que estaba, despachando hacia el polvo al asistente que el presidio, puntualmente, cada día le brindaba.