Las mujeres tenemos una alta participación en el sistema universitario nacional. Así lo sostiene el informe “Mujeres en el sistema universitario argentino 2020-2021, difundido por la Secretaría de Políticas Universitarias de la Nación con motivo de la conmemoración del último Día Internacional de la Mujer. El nuevo documento confirma una realidad que ya había revelado la versión publicada en el 2019.
Sin embargo, y al igual que en muchas esferas relacionadas con el debate público, quedamos relegadas en el acceso a los puestos de mayor jerarquía, las titularidades de las cátedras y los espacios de decisión. A su vez, la desigualdad se hace muy evidente en la medida que se avanza en los niveles de conducción de las instituciones universitarias. Una prueba de eso es que en el rol de rectores y rectoras, la proporción de mujeres en relación a la de varones es irrisoria.
Prestemos atención por un momento a las estadísticas. Tomamos en cuenta una población total de 1.751.607 estudiantes de pregrado y grado, distribuidos en 57 universidades y 4 institutos universitarios de gestión estatal. Sobre esa cantidad, las mujeres representan el 59,4 por ciento del total de la matrícula, el 59,2 por ciento de las nuevas inscripciones y el 61,8 por ciento de los egresos y, como se observa, en las tres categorías superan en proporción a los varones.
Por su parte, en el nivel de posgrado la relación es similar. Las mujeres que estudian y se gradúan en especializaciones, maestrías y doctorados superan en proporción a los varones. El porcentaje de estudiantes mujeres alcanza el 59,5 y el de graduadas el 59,6.
En cuanto a los recursos humanos de las universidades nacionales, si bien hay paridad de géneros en la planta docente y no docente, las mujeres tienen una menor participación en el escalafón correspondiente a las autoridades superiores: sólo el 12 por ciento de las autoridades máximas de las universidades nacionales son mujeres. Si se revisa la nómina de autoridades que publica el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) se observa que para este ciclo de 2022 hay 8 rectoras mujeres sobre un total de 61 instituciones educativas universitarias.
La falta de paridad en el plano de las autoridades superiores se evidencia también en los cargos de vicerrector/a, secretario/a de universidad, decano/a y vicedecano/a. Las mujeres representamos entre el 38 y el 45 por ciento del total.
Desde luego, la falta de igualdad de género no es patrimonio exclusivo de la universidad argentina. Los sistemas universitarios de la región también presentan un “techo de cristal” para el acceso de las mujeres a los altos cargos de gestión en la educación superior, como lo demuestra un estudio publicado recientemente por la Unesco.
Las estadísticas tan solo comprueban la realidad que las mujeres vivenciamos en nuestro tránsito por las universidades: aún son moneda corriente los jurados de concursos docentes integrados únicamente por varones, o las actividades académicas cuyos paneles no cuentan con mujeres en carácter de oradoras. Eso no es casualidad ni obra del azar; forma parte de la cultura patriarcal que lamentablemente también colonizó una de las instituciones que promueven el pensamiento crítico por excelencia, como es la universidad.
Los movimientos feministas también avanzamos en las universidades pero es necesario un compromiso público de las agencias estatales y de los actores involucrados en el gobierno y la gestión del sistema universitario. Resulta indispensable impulsar políticas públicas desde la cartera educativa nacional y políticas institucionales que tiendan a asegurar una representación paritaria en los órganos de cogobierno y a promover una mayor participación de las mujeres en los escalafones superiores.
El compromiso deberá incluir también acciones efectivas para lograr una distribución progresivamente más paritaria de las dedicaciones docentes y de los cargos jerárquicos en las cátedras, así como una presencia equitativa en los concursos. Es imprescindible transversalizar la perspectiva de género en la vida universitaria, sólo así lograremos universidades verdaderamente democráticas, populares y feministas.
*Decana del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).