Entre las distintas facetas de Lacan podemos iluminar una traza lúdica. En este sentido, no sería desacertado decir que el libro que le dedica Catherine Clement está atravesado por la relación de Lacan con los juegos de palabras. Y siendo que la propuesta es de juego, quisiera acercar un entretenimiento etimológico. Esto, no sin antes sumar algunos orígenes de un conocido pasatiempo.

Por el año 1911 Stekel produce un texto que ordena un modo de curiosidad: se trata de las llamativas relaciones ocultas entre nombres y ocupaciones y entre nombres y neurosis. Karl Abraham, a continuación, se agrega con “Sobre el poder determinante de los nombres”, donde suministra fundamento clínico y amplía el trabajo de Stekel. A modo de ilustración, Abraham nos hablará de un personaje que ha desempeñado distintas tareas como “mediador”. El ejemplo lo rescata de “Las afinidades electivas”, de donde transcribe: “Los que creían en la superstición del significado de los nombres pretendían que su apellido Mittler le había obligado a seguir su raro destino”. No sería redundante agregar que Mittler es el nombre del personaje aludido y que, como palabra, “mittler” significa intermediario, negociador o mediador.

Retomando la idea de lo lúdico, es Jacques-Alain Miller quien propone esta modalidad para comentar a Lacan. En Introducción a la Clínica Psicoanalítica, deja consignado que el texto de Lacan es oscuro. También que hay una ganancia que otorga su lectura, un plus de goce derivado de elucidarlo. Esto parece sugerir una propuesta de juego. Explica Miller que por eso siempre ha mantenido “un talante lúdico al comentar a Lacan. Hay que divertirse comentándolo, inventar, plantearse problemas..., el saber no tiene por qué ser triste”.

En Jacques Lacan o El Inconsciente en Los Fundamentos de La Filosofía, Masotta rescata que, entre los muchos recursos que utiliza la prosa de Lacan, estaba el estilo de exposición “oblicuo y burlón”.

En La tercera, mientras habla de cómo se pone en juego el semblante en el discurso y de cómo se hace justo que alguien ocupe o soporte ese lugar, Lacan deja una indicación a quienes lo escuchan. Propone ser más distendidos, “más naturales, cuando reciben a alguien que viene a demandarles un análisis. No se sientan tan obligados a darse ínfulas. Aun como bufones, se justifica que estén”, Y a modo de ejemplo recuerda su acción. “No tienen más que mirar mi “Televisión”. Soy un payaso. Sigan el ejemplo, ¡y no me imiten!”. Y a continuación pasa, mediante un juego de palabra, a diluir lo serio e introducir la idea de serie. “La seriedad que me anima es la serie que ustedes constituyen. No pueden, a la vez, estar en ella y serla”.

La vida personal de Lacan no estaba exenta de lo lúdico. Roudinesco relata la compra de la residencia de Guitrancourt, en 1951, y los distintos usos que le dio. Entre estos era un refugio para los domingos, allí solía trabajar, recibir pacientes u ofrecer recepciones. Ella agrega que a Lacan le “encantaba hacer la comedia delante de sus amigos, disfrazarse, bailar, festejar y llevar vestimentas extravagantes”.

Más recientemente, buscando entre raíces etimológicas, fui llevado hasta “Homo ludens” de Huizinga. Durante su lectura tomé noticia de alguna curiosidad, que es motivo de estas líneas.

“Juego”, para nosotros, deriva de “iocus”. En la edición de la Real Academia de 1837 se nos informa que juego implica acción y efecto de jugar, pasatiempo y diversión; también “ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cuál se gana o se pierde”. O “acción desplegada espontáneamente por la mera satisfacción que representa”.

Conceptualmente “juego” toma prestadas propiedades del latín “ludus”, que vale por entretenerse, divertirse, hacer travesuras y retozar. En algún lado se dice que también incluye la idea de recreo.

Luego “ludi” refiere a los grandes festivales públicos romanos (teatrales, circenses o de carreras ecuestres y de carros, gladiatorios...), lo que agrega la noticia de ejercicio y adiestramiento en alguna técnica.

Un tanto sorprendente es conocer la raíz sajona, que debemos, entre otros, al rastreo de los hermanos Grimm. En aquella lengua se halla la forma gótica “laikan”; en el antiguo alto alemán se utilizaba el sustantivo “leich”, al igual que el anglosajón “lâcan”, además de “lâc” y “lâcan”, todos ellos sirven para hacer mención al juego, a la danza y a los ejercicios corporales; el antiguo anglosajón “lâc” y “lâcan”, se refiere a juego, saltar, moverse, también sacrificio, ofrenda, regalo en general, una prueba de favor, y hasta generosidad.

Un detalle. Abraham propone una corrección al texto de su predecesor: indica que Stekel habla “la obligación hacia el nombre”. Para Abraham esto no es lo suficientemente claro; tampoco formalmente preciso. Sugiere utilizar “determinación”.

Entiendo que en el trueque de palabras se incluye algo que no permite la obligación; esto es, una posibilidad de juego.

*Psicoanalista. Miembro de la EOL y AMP.