Los argentinos no entienden cómo un brasileño puede odiar a Lula. Cómo alguien que hizo tan buenos gobiernos, que redujo el hambre, la pobreza, las desigualdades en un país tan desigual, puede haber gente que no solo no lo quiera, no lo vote y, además, lo odie.
Los brasileños no entienden cómo los argentinos no pueden querer a Cristina. Argentina había atravesado la peor crisis de su historia. Después de la hiperinflación, la crisis que llevó al país a tener cinco presidentes en una semana, Néstor Kirchner y Cristina crearon gobiernos que recuperaron el prestigio de gobernar el país, renegociaron la gigantesca deuda que habían recibido con el FMI, controlaron la inflación, hicieron crecer la economía.
Lula y Cristina, sin embargo, son víctimas del odio más grande que jamás haya existido en nuestros países. Sus oponentes no solo quieren derrotarlos. Incitan ataques en su contra. No sólo quieren verlos arrestados –como ya le pasó a Lula, sin haber cometido ningún delito–, quieren que los maten.
Parece que es la única fórmula mágica que tienen sus adversarios -o mejor dicho, sus enemigos- para verlos desaparecer de sus vidas, para borrarlos definitivamente de sus mentes. Como si fueran plagas que los atormentan. Cuando creían que se habían deshecho de Cristina, ella regresa como vice de un candidato elegido por ella.
Pero hay que no darle paz a este gobierno. Y la mayor ofensa que los medios creen esparcir contra este gobierno es decir que está controlado por Cristina, como si ella defendiera intereses diabólicos.
Hay que demonizarla para poder ejercer el odio con toda la furia de una derecha oligárquica. Para poder propagar mentiras en carteles publicitarios y convocar a su muerte. Parece el espectro de Evita que la derecha argentina nunca pudo superar.
Y si no pueden tener una mayoría contra el gobierno, lo mejor es fomentar las divisiones internas. Saben que el peronismo unido suele ganar y que, para ser derrotado, necesita dividirse o ser dividido. Si no puede vencer al enemigo, la derecha argentina juega la carta de dividirlo.
Visto desde Brasil, parece el mayor de los disparates lo que hacen con Cristina y cómo el peronismo corre el riesgo de, dividido, volver a ser derrotado, justo cuando Brasil puede volver a tener a Lula como presidente.
La derecha brasileña, de manera similar, impotente para derrotar democráticamente a Lula, ve multiplicarse las amenazas de un atentado contra el expresidente. Parece que la única forma de deshacerse de este líder que habla el idioma del pueblo, que ha atormentado a la derecha brasileña durante más de 40 años, es eliminarlo.
Cristina y Lula, Lula y Cristina, grandes líderes populares de sus países, líderes que tantos otros países quisieran tener, ven propagar el odio contra ellos. Mujer en un país famoso por el machismo. Pobre y nordestino en un país marcado por la riqueza de unos pocos frente a la pobreza de la gran mayoría.
¿Qué sería de Brasil sin Lula? ¿Qué sería de Argentina sin Cristina? Un sueño de las oligarquías, una pesadilla para los pueblos brasileño y argentino.
Pero, ¿por qué no simplemente enfrentarlos, sin ese odio? Porque la gran mayoría de brasileños y argentinos los aman. Son amados porque los representan, porque hablan sus idiomas, porque satisfacen sus necesidades, los llevan consigo cuando gobiernan.
El destino de Brasil y Argentina se fusiona con el destino de Lula y Cristina. Triunfa la vida o la muerte. Triunfa la solidaridad o el egoísmo. Triunfa el amor o el odio.