La noche del 14 de abril de 1912, el Titanic golpeó un iceberg en su viaje inaugural, en el Atlántico Norte. En la madrugada del 15, el barco del que se decía que ni Dios podría hundirlo, se fue a pique. De algo más de 2200 personas que en total iban a bordo, unas 1500 perdieron la vida. Había zarpado de Southampton el 10 de abril, con destino a Nueva York. La tragedia dio pie a infinidad de relatos. El hundimiento más famoso de la historia se convirtió en una fuente casi inagotable de material.
La orquesta del Titanic
Una de las primeras imágenes que quedan del naufragio, y que alcanzó el rango de metáfora, es la de la orquesta del Titanic. La integraban ocho músicos, que viajaban como pasajeros de segunda clase. Durante los cuatro días de travesía, hasta aquella fatídica noche del 14 de abril tocaron en dos grupos: un quinteto y un trío. El quinteto era conducido por el director y violinista del grupo, Wallace Hartley. Ese conjunto tocaba en las sobremesas. El trío de piano, violín y cello lo hacía a la hora de la merienda.
Los sobrevivientes del naufragio dejaron varias versiones sobre lo ocurrido con los músicos, más cuando se dio a conocer que ninguno de los ocho había sobrevivido. Varios testigos afirmaron que, como octeto, comenzaron a tocar poco después de medianoche (es decir, tras el impacto con el iceberg) en uno de los salones de cubierta. Pese a los testimonios que los ubican con sus instrumentos en plena cubierta, no resulta plausible que tuvieran espacio suficiente para tocar mientras cientos de personas iban y venían y se bajaban los botes.
Lo cierto es que la orquesta del Titanic tuvo su última función como forma de dar ánimos en medio del hundimiento. Uno de los cuerpos que se pudo recuperar fue el de Hartley. Considerado un héroe, tuvo un funeral multitudinario en Inglaterra. 85 años más tarde, el grupo de cámara I Salonisti grabó un disco con las obras que, según los testigos, el octeto interpretó durante el hundimiento.
Frank Browne, sacerdote y fotógrafo
Una de las piezas interpretada habría sido el intermezzo de la ópera Cavallería Rusticana de Pietro Mascagni. La fuente que dio cuenta de ello fue el cura Francis Browne. Este sacerdote irlandés, de la orden jesuita, subió a Titanic con una cámara de fotos. Cuando comenzó la evacuación, pudo subir a uno de los botes, llevando la cámara consigo.
De ese modo, quedaron para las posteridad unas cuantas imágenes de la travesía del Titanic en las casi cien horas que estuvo a flote desde el comienzo de su fatídico viaje. Browne, de 32 años, había recibido el pasaje como regalo de un tío. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió como capellán militar y fue herido en Francia. Lo condecoraron y se instaló en Dublín. Allí murió en 1960, a los 80 años.
La Inhundible
De los cerca de 700 sobrevivientes, nadie tuvo más fama que Molly Brown. Su vida fue bastante ajetreada y podría decirse que haberse salvado del naufragio no fue lo más importante que le pasó en la vida, pero es célebre por eso. Nacida en Missouri en 1867 como Margaret Tobin, tuvo una vida pobre hasta que se casó con James Brown en Colorado. El marido se volvió millonario de un día para otro con el descubrimiento de una mina de oro.
Los Brown se dedicaron a viajar por el mundo. Molly se separó de James cuando descubrió que le era infiel. Tras el divorcio, viajó a visitar a su hija, que estudiaba en La Sorbona, en París. De allí fueron a El Cairo, donde se encontraron con John Astor, miembro de una de las familias más prominentes de Estados Unidos. Astor y su esposa Madeleine les hablaron del viaje inaugural del Titanic. Como Molly debía regresar sí o sí por barco a Estados Unidos sacó boleto. La leyenda dice que antes de zarpar consultó a una vidente, que le advirtió de los peligros del viaje.
Al momento del impacto con el iceberg, Molly estaba leyendo en su camarote. Cuando le avisaron que había que evacuar, tomó 500 dólares y un talismán de jade que había comprado antes de embarcar. El bote al que subió tenía mayoría de mujeres. Según se cuenta, Molly se quitó el chaleco salvavidas porque consideró que si también se hundía era preferible morir ahogada y por hipotermia. Atrás quedó, entre otros, John Astor, el pasajero más rico del Titanic, que murió ahogado.
La fama de Molly viene por su comportamiento en el bote, donde chocó con el oficial al mando, Robert Hichens. Este rechazó regresar en busca de más náufragos, en los minutos posteriores al hundimiento. Respondía en malos términos y estaba convencido de que estarían varios días a la deriva. Cuando el bote se encontró con otro, los ocupantes del segundo bote fueron testigos del reclamo de Molly a Hichens para ir a buscar sobrevivientes y su respuesta destemplada: “¡Si no se calla la voy a tirar al agua!”. Molly y otras mujeres se dedicaron a remar, aun en contra de las indicaciones del marino.
Cuando en Estados Unidos se formó una comisión investigadora, se excluyó a las mujeres sobrevivientes de dar testimonio. Molly optó entonces por contar su experiencia en el diario Herald Neport, que publicó su historia en una serie de tres notas. Además, creó un comité de sobrevivientes y ayudó a los deudos de los fallecidos.
Años más tarde, se sumó a las luchas obreras de los mineros de Colorado y ayudó a que la familia Rockefeller cediera ante las demandas de los trabajadores. También se hizo feminista y llegó a decir que no estaba de acuerdo con que las mujeres fueran las primera en evacuar el Titanic, porque consideró que tenían igualdad de derechos tanto en tierra como en mar. Apodada “La Inhundible”, murió en 1932. Un musical de Broadway, que derivó en película, ayudó a su fama póstuma.
El barco del rescate
A Molly Brown y al resto de los sobrevivientes los rescató el Carpathia, el trasatlántico que recibió la señal del Titanic después de la colisión. Viajaba en sentido opuesto, desde Nueva York hacia Europa, cuando el operador de radio captó la señal de auxilio. El capitán Arthur Rostron ordenó cambiar el rumbo. 58 millas separaban al Carpathia del Titanic.
Como se sabe, el barco llegó bastante después del hundimiento. Exactamente a las cuatro horas de recibido el aviso, pasadas las 4 de la madrugada. Dos horas antes, el Titanic había desaparecido de la superficie. Rostron supo desde el primer momento que el tiempo le jugaba en contra y puso su nave a todo vapor; de hecho, ordenó que se apagara la calefacción, para lograr mayor velocidad.
La tripulación fue condecorada por su labor en el rescate, que implicó atravesar unos cuantos icebergs para poder llegar. Molly Brown en persona le entregó una medalla a Rostron. Durante la Primera Guerra Mundial, el Carpathia siguió con su recorrido comercial, y también transportó tropas. Un submarino alemán lo torpedeó el 17 de julio de 1918 frente a la costa irlandesa y se hundió.
Los hermanos del Titanic
Dos años antes del hundimiento del Carpathia, se había ido al fondo del mar el Britannic. Fabricado por White Star Line, la compañía naviera del Titanic, era de la misma clase Olympic. O sea que era un barco idéntico al hundido en 1912. El 21 de noviembre de 1916, impactó con una mina submarina en el canal de Ceos, en Grecia. Para ese momento, y como consecuencia de la guerra, funcionaba como transporte de tropas y barco hospital.
Fue el barco más grande que se perdió en la Gran Guerra, pero lejos estuvo de ser una catástrofe humana: murieron 30 personas de un total de 1066 tripulantes. Sus restos los encontró Jaques Cousteau en 1975.
La clase Olympic de White Star Line tuvo un tercer barco, además del Titanic y el Britannic. Fue el Olympic, el primero de la serie, el que le dio nombre. A diferencia de sus hermanos menores, no tuvo un final trágico. Pasó a ser el barco de pasajeros más grande tras el hundimiento del Titanic.
El 20 de septiembre de 1911 protagonizó un incidente que pudo haber tenido un final trágico: golpeó en alta mar con el Hawke un buque de guerra inglés. La succión generada por el Olympic llevó a que el Hawke se aproximara hasta impactarlo. El navío de guerra perdió la proa en un episodio que no causó heridos.
La camarera argentina del Titanic
El Olympic tenía a bordo a dos personas que estarían en el viaje del Titanic. Uno era el capitán Edward Smith, que dejó el Olympic a fines de marzo de 1912 y murió en el naufragio. La otra persona merece destacarse porque, no solamente estuvo en el incidente del Olympic con el Hawke y luego en el Titanic, sino que además pudo salvar su vida y, cuatro años más tarde, fue parte de la tripulación del Britannic cuando su viaje fatal. Violet Jessop era enfermera y viajó en los tres buques de la clase Oympic.
Hija de padres irlandeses, nació en la Argentina en 1887, más exactamente en Bahía Blanca, donde la familia se dedicó a criar ovejas. Se instaló con su madre y hermanos en Inglaterra en 1903, tras la muerte del padre. Comenzó a trabajar como camarera y en 1910 se incorporó a White Star Line.
Después del accidente del Olympic, y a instancias del ingeniero Thomas Andrews, constructor del Titanic que murió en el Atlántico Norte, fue reclutada para el viaje inaugural. Estuvo encargada de la evacuación de los pasajeros de tercera clase que hablaban castellano, y se salvó en el bote salvavidas que luego se encontró con el que llevaba a Molly Brown.
En 1914 pasó a desempeñarse en el Britannic, y salvó la vida en el hundimiento de 1916. Más adelante dio varias veces la vuelta al mundo en el crucero Belgeland. Ya retirada, murió en 1971.
El naufragio y el cine
La tragedia del Titanic alimentó al cine. Hubo cuatro películas entre 1929 y 1958 que antecedieron el boom de la megaproducción de James Cameron en 1997, ganadora de once premios Oscar. Mención aparte merece Rescaten al Titanic, estrenada en 1980. Se trata de un film que tomó la historia en clave de ciencia ficción.
El argumento es risible: en plena Guerra Fría llega el dato de que el Titanic llevaba en sus bodegas un mineral que solamente se consigue en la Unión Soviética y que es clave para la carrera armamentista. Estadounidenses y soviéticos se enfrascan en una carrera por nada menos que reflotar el trasatlántico. Los rusos alegan que el mineral les pertenece, cuando el nacimiento de la URSS es posterior a 1912.
La película, que fue un descomunal fracaso de taquilla, plantea que el barco se hundió en una sola pieza, al contrario de los testimonios del momento del naufragio, respecto de que se partió en dos. Así, puede ser reflotado del fondo del mar. Lo que vuelve interesante a esta producción es la fecha del estreno. Para 1980 aun no se había hallado el Titanic en el Atlántico Norte. Fue la expedición de Robert Ballard la que encontró los restos del barco en septiembre de 1985. Por supuesto, el barco no se puede reflotar. Pero sigue generando material.