Las internas en el Gabinete económico tienen en la cuestión tarifaria otro capítulo de una serie extensa, que amenaza con no terminar en lo inmediato y pone en juego a varias figuras que, por diferentes razones, tienen un importante peso político en el Gobierno. Hace unas horas, la Secretaría de Energía convocó para la segunda semana de mayo a las Audiencias Públicas para aumentar la luz y el gas, justo cuando el martes último el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, elevó al secretario Darío Martínez un informe de análisis de los aumentos que dice, entre otros puntos, que las subas acordadas en el marco del pacto con el Fondo Monetario (FMI) redundarán en aumentos, en el mes de junio, de 65 por ciento para buena parte de los sectores medios, lo que complicaría su aplicación. La situación expone otra pelea de fondo, similar a la de 2021, entre Basualdo, hombre del riñón de la vicepresidenta Cristina Kirchner, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, confirmado en el cargo por el Presidente Alberto Fernández días atrás. En el medio, el secretario Martínez, que saldó la discusión subterránea y epistolar de las tarifas con un laudo a favor de la posición de Guzmán y el Presidente.
El dato y la disputa no son menores, por varias razones: la primera, el albertismo y guzmanismo sostienen los aumentos porque son el corazón del acuerdo con el FMI y, como admiten varios en el Gobierno, casi el único objetivo cumplible del pacto. Algo que aseguran, también, fuentes del organismo que comanda Kristalina Georgieva. Pero en paralelo, ese aumento es la garantía que dejó el Gobierno como señal política de una intención de cumplir las metas del acuerdo, cuando el mundo en crisis transformó en letra muerta el resto de los objetivos.
En la otra esquina, según contaron a Página I12 fuentes del camporismo, se muestra con la nota de Basualdo que, por más que se haya cerrado en el marco del acuerdo con el Fondo, es inconveniente un golpe al bolsillo de los usuarios medios, calculado además sobre el índice de variación salarial, en medio de este desboque inflacionario y donde no está garantizada la recuperación de los ingresos registrados y no registrados. Ceder ante esos aumentos sería, para el kirchnerismo, darle la razón a Guzmán en las condiciones generales del acuerdo con el FMI, algo que no hicieron ni harán.
El malestar por la nota de Basualdo a Martínez fue fuerte en los pasillos del Palacio de Hacienda. Se tomó como un ruido innecesario ante la inmediatez de la convocatoria a la Audiencias y, sobre todo, a lo cercano de la primera revisión trimestral de la renegociación de la deuda que contrajo el Gobierno de Mauricio Macri. Estos hechos reformulan, en un escenario general de internas mucho más descarnadas, la disputa del año pasado, cuando Guzmán pidió despedir a Basualdo, algo que finalmente no ocurrió.
Según cuentan en el Gobierno, esta encrucijada no es nada sencilla porque todos los ministros y secretarios que son partes de los rumores de salida o cambios son, más que cuadros técnicos o fusibles, prendas de negociación política. Basualdo es el único hombre de CFK en áreas decisorias de política económica. Si bien no es parte del Gabinete, está en un área sensible, la de las tarifas, que el cristinismo ha cuidado como oro por su histórica posición de reducir cuanto más se pueda los impactos del gasto popular en servicios públicos. En la Casa Rosada admiten que Basualdo es uno de los que representa el respeto –al igual que el ministro del Interior, Eduardo Wado De Pedro- a los acuerdos de estabilidad internos del Frente de Todos. El otro hombre de CFK en áreas energéticas es Federico Bernal, titular del Ente Regulador del Gas (Enargas), pero es un personaje que, aún definido hace tiempo en el cristinismo, sigue siendo muy lateral en las decisiones. Por todo esto Basualdo, visto desde la política, es casi un ministro en cuanto a apoyo de los propios.
Llevado al terreno bélico, una potencial salida de Basualdo debería coincidir con otra de un cuadro significativo del albertismo. Sería eso, definen, o la implosión total del pacto de gobernabilidad de Todos. Guzmán, por su parte, no cambió su visión de aquella que tuvo en 2021. El cristinismo tampoco de la que tiene sobre el ministro.
En ese contexto, lo más novedoso del conflicto fue la movida del secretario de Energía. Martínez, que si bien es del riñón cristinista pero llegó al cargo muy empujado por esa parte del Frente, venía hasta ahora haciendo equilibrio. En despachos oficiales aseguran, ahora, que la decisión de llamar a audiencias públicas aún luego de la nota alerta de Basualdo sobre que se vendría un tarifazo, define su posición hacia el lado del Presidente y Guzmán. Martínez -que en los últimos días se movió casi en tándem con Guzmán- se juega mucho más que esa definición tarifaria: sus intenciones de ser candidato a Gobernador de Neuquén, una provincia en la que el kirchnerismo ya lo apoyó en elecciones pasadas incluso contra otros cuadros más cercanos a la vice, también deberán analizarse bajo el prisma de sus opciones siendo cabeza en Energía. “Habría que ver si juega para el ajuste de tarifas o para los que alertamos que está mal”, decían antes de la confirmación del avance en las audiencias dirigentes cercanos al camporismo. Y aclaran que, además, la medida de aumento de tarifas no sólo es perjudicial para el bolsillo, sino que es "insignificante" en términos de reducción de gasto, tal el objetivo planteado en el acuerdo con el FMI.
En este escenario, los rumores siguen corriendo y la danza de nombres ya amenaza con mostrar novedades la próxima semana, en el famoso y promocionado proceso de cambios post Pascua. Hoy, no son pocos los que dudan de que esos enroques o salidas se den en el Gabinete económico y sus adyacencias. Sino que, quizás, sean más en lugares de relevancia en la gestión de la política del gabinete ampliado. Tampoco hay certezas de que esos cambios hipotéticos se den en respuesta a las quejas del cristinismo. El escenario sigue caliente, pero abierto.