Hace poco Marisa Vázquez se “rompió la pierna”. Concretamente, se cortó el tendón rotuliano. La lesión la obliga a caminar despacio. Pero como si cierta ley de las compensaciones realmente existiese, la cantora de Valentín Alsina atraviesa un momento particularmente bueno: se presentará este sábado en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151) junto a La Conurbana con la excusa de sus 25 años dedicada al tango. Allí compartirán escenario con La Martino Orquesta Típica. Además, Vázquez comenzó recientemente un micro en la radio Folklórica Nacional donde habla de tango y feminismo y presenta las producciones de sus colegas mujeres. Y por si fuera poco, la colectiva que fundó como “Tango Hembra” (ahora, “Tango Transfeminista Hoy”) atraviesa un buen momento.

“La música para mí fue el salvavidas de todo, yo escribo para no matarme, así de corta”, reconoce Vázquez. “No me imagino vivir sin música, tengo todo mi deseo, mi motor puesto ahí”, señala. En el camino, cuenta, se armó una “pequeña familia extra” de colegas y amigos del ambiente, aunque los años no estuvieron exentos de peleas.

Cuando rememora sus primeros años, recuerda las dudas iniciales y algunas dificultades de producción. También, por ejemplo, que en lugar de volcarse de cabeza a la carrera profesional, prefería irse a cantar a los boliches tangueros hasta la madrugada. De hecho, en su último disco (Arde) hay un tema que le dedica a esos años: “Almagro 6 a.m.”. “Por ejemplo, mientras Lidia (Borda) ya estaba allá arriba yo todavía ni tenía un disco en regla, no sabía qué era un manager, una discográfica o qué era un agente de prensa, lo mío iba sólo por lo que tenía ganas de hacer”, explica. Además, se le jugaba con fuerza la importancia de una carrera que le permitiera mantenerse. “Lo que se me jugaba el no depender de nadie y la libertad te la da ser autosuficiente, porque para mi generación lo normal era casarte y que te mantengan, recién después empecé a pensar que podía hacer las dos cosas”, dice. Hoy la cantora y la abogada penalista conviven en el mismo cuerpo de esa mujer del conurbano trasplantada a Boedo.

“A mí el derecho penal me apasiona, es difícil porque es muy duro y veo las cosas más espantosas, pero eso también me mantiene los pies sobre la tierra”, asegura. Del escenario, las luces y las giras pasa a la villa, la muerte, el analfabetismo y la tuberculosis. “Esas cosas te dan un cachcetazo y te dicen ‘no seas pelotuda’, hay gente que se baja del escenario y parece que flotara, arriba creétela porque sino te morfa el público, ¿pero abajo?”

Como cantora, Vázquez también pasó de ser intérprete a autora, aunque por mucho tiempo no se animó a cantar o grabar sus creaciones. Su primera etapa se destaca por sus relatos íntimos, como “Madrugada y soledad” o las historias pequeñas de “Gualicho de Luna”. Su momento actual encuentra temas sociales bravos, como la violencia de género o la violencia institucional en tangos como “Zabaleta” o “El zarpazo”. “Una a veces escribe de lo que quiere y otras de lo que puede. Porque capaz tenés muchas ganas de contar una historia y no te sale, es difícil cuando uno no escribe por mercado, tipo ‘vino la guerra, escribimos sobre la guerra’. Otra cosa es que te salga porque te conmueve, te atraviesa el momento histórico, como ahora que estamos todas atravesadas por el feminismo, es lógico que escribamos algo sobre eso”, reflexiona.

“A mí me pasó la vida, me pasó la necesidad de contar otras cosas. Yo soy el amor de mi mamá, de los hombres con los que estuve, pero también la lucha de las calles, del feminismo temprano, porque siempre digo que yo pensaba que estaba enferma y resultó que era feminista”, asegura. Vázquez se ganó una fama de peleadora. Era la que levantaba el teléfono y decía “che, no hay minas en tu programación, en tu festival”. A la distancia, reconoce que eso le cerró puertas. “Ponía incómoda a la gente, hinchaba las pelotas, y yo pensaba, ¿soy antisocial?” La aparición de la ola verde vino a legitimar sus quejas. “Nos dimos cuenta también que muchas apoyadas en el colectivo se animaban a decir cosas”, agrega. “Creo que el feminismo nos legitimó para decir. Yo si no me autorizaban lo iba a decir igual, pero ahora me siento acompañada, porque lo otro, que te traten de loca, imbancable, problemática, era muy duro, la pasaba muy mal”. Más allá de todo el trabajo de la agrupación, para Vázquez el futuro pasa por formar un gran frente de agrupaciones feministas del tango.

El corolario de todo esto será el festejo del sábado junto a La Conurbana, su primer grupo “en cooperativa de verdad”, apunta y cuenta que comparten “paisajes” (todos se reparten entre Lomas de Zamora, Avellaneda y Valentín Alsina) y la sensación de “felicidad, amor y contención”. “Estoy contenta, se tocan todo y yo trato de componer cosas nuevas para grabar con ellos pronto”, promete.