Motorizados por el deseo de trabajar juntos -y por tratarse de un universo cercano a ambos-, el teatrista Alfredo Martín y el cineasta Ignacio Verguilla se propusieron explorar el teatro desde el lenguaje del cine. Con el objetivo de “echar luz sobre las zonas de cruce” presentan Lo que escriben los espejos, un documental sobre el proceso creativo de Abandonemos toda esperanza, una obra de teatro independiente con dramaturgia y dirección de Alfredo Martín que se presentó durante cuatro temporadas consecutivas en la emblemática Sala Andamio 90. Lo que escriben los espejos propone un encuentro singular y poético entre aquella obra y lo audiovisual. Con proyecciones los viernes 15, 22 y 29 de abril a las 20.30, la película se presenta en el Teatro Ana Frank (Superí 2639).
“Corría el año 2017 e íbamos a empezar con la puesta en escena de Abandonemos toda esperanza. Le propuse a Ignacio que registráramos los pasos de dicho trabajo. Me animaba el deseo de mostrar en imágenes el complejo proceso de construcción de una obra de teatro independiente”, cuenta Martín sobre el proyecto.
Respecto de la música original de la película, Verguilla y Martín destacan que contaron con la participación de los músicos Gustavo Twardy, compositor y director del ensamble Capella Peregrina, que le da un color particular al inicio y el cierre del documental; y Ricky Parrado, cantante y director orquestal, quien compuso varios pasajes (sinfónicos, corales y melodías instrumentales). “Comenzamos trabajando con Gustavo en la línea de una melodía que dialogara y dinamizara la indagación que habíamos emprendido en lo artístico. No deseábamos algo muy estable o acabado, sino que marcara tránsitos, atmósferas, estados”, detalla Verguilla. En cuanto a Parrado, Martín agrega que “su precisa instrumentación nos transporta a la zona trágica de la obra de teatro, pero al mismo tiempo nos guía con maestría por zonas de comunión donde emerge la magia de lo teatral dentro del cine”.
-¿Cómo fue todo el proceso de elaboración del documental?
I.V: -Se trató de una aventura sin red para todos los integrantes. Para mí, como codirector y encargado de la fotografía, el rodaje se convirtió en un banco de pruebas fascinante; en cada jornada buscaba un recorte particular del espacio, me armaba de paciencia para encontrar el encuadre que intuía como más interesante para nuestra propuesta visual, y a medida que se acumulaban las horas filmadas, esto nos permitía anticipar y planificar mejor ese recorte de la realidad que la cámara iba construyendo a lo largo de la película.
A.M: -Fue un proceso de mucho trabajo y pasión. Paralelamente a la construcción de la obra de teatro de la cual yo era dramaturgo y director, trabajaba con Ignacio en la visualización y selección del material fílmico obtenido.
-¿Qué premisas guiaron la dirección?
A.M: -Habíamos hecho una lista con varios ítems que nos propusimos transitar: el hecho escénico como resultado del acontecimiento, y su impronta del aquí y ahora frente al recurso de la cámara que puede repetir y editar. Ese pasaje subjetivo entre personas y personajes, con sus plegamientos y sus bordes, y cómo se influyen y modifican. La obra cerrada sobre la escena teatral, que se abre ante la cámara que espía e invade cierta intimidad hasta convertirse en un elemento familiar. Y algo fundamental, una reflexión sobre el arte, particularmente el ritual teatral que nos convoca, (tanto en los ensayos como en las funciones) no solo desde una ficción particular, sino como espacio comunitario y metafísico, donde nos corremos de la realidad consensuada, y nos interrogamos acerca del sentido de nuestras vidas.
I.V: -La presencia de la cámara no es inocente. Buscamos desprendernos de la idea de un registro naturalista, y guiarnos por esa intuición metafísica que menciona Alfredo: hay algo que nace, se modifica y muere en cada ensayo y en cada función de la obra. Frente a esa evanescencia, nos propusimos capturar algo de esa mística sin renunciar a hacerlo desde una propuesta cinematográfica. Por ello nos planteamos romper la cronología del relato, evitar la “épica” de la progresión lineal ensayo-aprendizaje-estreno, y proponer una estructura en espiral, que fuera transitando esas instancias de lo inacabado, la repetición, y el resultado final desde distintos ángulos, para enriquecer nuestra mirada y profundizar la búsqueda.
-¿A qué se debe el título Lo que escriben los espejos?
A.M: -Nos interesó el tema de los espejos (que propuso Ignacio) pero precedidos por la cuestión de la posible escritura. Tomando los espejos como zonas de escritura a descubrir, más allá de las superficies y no sólo como espacios puramente especulares. Espejos que puedan escribirse en una profunda búsqueda, encontrando cierta sabiduría en la opacidad, más que en el brillo reflejo de lo espectacular.
I.V: -El título se nos fue imponiendo de a poco, porque como menciona Alfredo nuestra búsqueda no era simplemente la de un reflejo (del teatro en el cine) sino el de una intervención (de allí la escritura) sobre esas huellas furtivas de realidad que capturaba la lente.