“Yo siempre pienso en la dificultad, y me hago cargo de la dificultad, pero cuando veo que alguien la vence todo mi ser se conmueve. No puedo llamarlo admiración sino que me pone en cuestión, me pone en duda, que es lo mejor que me puede pasar en una relación fraternal”. El escritor y ensayista Noé Jitrik está hablando de su amiga Otilia Vainstok, muerta hace casi cinco años, y lo hace desde un costado inesperado, tan palpable que todos los que escuchan, y la conocieron, no pueden evitar cierta incomodidad en los ojos.

Además de haber sido una científica prominente con una larga carrera académica, una pionera del feminismo (protagonista anticipada del Mee Too y el Black Lives Matter durante su paso por Estados Unidos), militante de causas populares que la llevaron al exilio y promotora del Comité Nacional de Ética en la Ciencia y la Tecnología (CECTE), Otilia Vainstok fue una de las últimas víctimas de la poliomielitis en la Argentina y construyó su vida desde una infaltable silla de ruedas.

Jitrik resalta con razón que ella “siempre estaba en movimiento y era casi insoportable en ese movimiento”, y cuenta cómo se las arreglaba sin aspavientos para subir y bajar escaleras (reales y metafóricas), para no ceder ante los probables límites, .

De la misma manera que en 2001, cuando el país se encaminaba al infierno, traspuso los límites de la crisis y se puso al frente del lanzamiento del CECTE, creado con la firma de la entonces Secretaria de Ciencia y Tecnología, Adriana Puiggrós, que también formó parte de la mesa que el miércoles pasado presentó en el Centro Cultural de la Ciencia el libro “Ética de la Ciencia y la Tecnología: Homenaje a Otilia Vainstok”.

Como correspondía a la importancia del homenaje, el propio ministro de Ciencia Daniel Filmus realiza la apertura del acto y lo sigue una breve introducción del físico Ernesto Maqueda, integrante histórico de la CECTE. Cuando le llega el turno, el biólogo molecular Alberto Kornblihtt, otro miembro fundador, resalta que “Otilia era fuerza, perseverancia, viento y marea, y eso le permitía luchar contra otros vientos y otras mareas”.

Todos, claro, destacan la importancia del Comité de Etica, su impacto no solo en el desarrollo de la Ciencia sino de todo un país que la necesita para crecer como proyecto común, más allá de los intereses individuales.

Adriana Puiggrós se centra en cómo el ingreso de la dimensión Ética en la discusión científica remite a la creación de la “confianza” en contraposición a la “vigilancia” y Kornblihtt se remonta a un estudio clásico sobre los bonobos para destacar que la distinción entre el bien y el mal es una creación social, sólo ligada a los intereses colectivos, que trasciende la predeterminación genética.

Pero la presencia de Otilia Vainstock se intensifica con las vivencias personales. En las charlas con Adriana Puiggrós antes de crear el Comité; en el recuerdo para Kornblihtt de la virtual “hermana mayor”, que cocinaba amorosamente para sus afectos guiando los pasos de la señora que la ayudaba o en su “elegancia intelectual”, tan importante para Noé Jitrik. “Era de un refinamiento fuera de serie, con ella se podía practicar ese hecho que es la culminación del ser humano, conversar, conversar, algo que no es tan frecuente como se cree”.  

Qué es el Comité Nacional de Ética en la Ciencia y la Tecnología

Integrado por científicos de distintas áreas de las ciencias exactas, naturales y sociales, las humanidades y el derecho, el Comité funciona desde 2001. Desde entonces, se dedica a resolver dilemas surgidos de los nuevos avances en la ciencia y la tecnología, de los que emerge “la responsabilidad científica respecto de preocupaciones sociales más amplias”. Es más abarcativo que un tribunal de bioética, no juzga conductas individuales, “ni (es) un espacio de negociación para llegar a consensos entre posturas ideológicas o religiosas disímiles”.

El documento fundacional del Comité Nacional de Etica en la Ciencia y la Tecnología (Cecte), redactado por Otilia Vainstock, afirma que, “en momentos de crisis social suele imponerse la curiosa idea de que, cuando la economía trastabilla, la ética no es exigible o puede pasar a segundo plano; este razonamiento se aplica también a la práctica científica”.

En los casos que acepta, examina, concluye y recomienda (siempre en ese orden) se ponen en juego intereses corporativos concretos, millonarios como la utilización del glifosato, pero también se aclaran los tantos en grandes polémicas, como la clonación humana o la privacidad genética.

Entre sus temas de estudio están la nanotecnología, la ética en la experimentación con animales y en las intervenciones de la memoria durante las investigaciones neurobiológicas. Diferentes organismos como la Cancillería o el Instituto contra la Discriminación le han pedido consejos. Del primero surgió la propuesta de evaluar entre 2003 y 2004 el Proyecto de Convención Internacional para prohibir la clonación humana en todas sus formas, preparado por Costa Rica.

Fue entonces que los integrantes explicaron que la “fantasía de la fotocopia” expandida en la sociedad podía hacer perder una oportunidad de un gran avance, el médico. Por eso propusieron que el Poder Ejecutivo elabore un proyecto de ley “que distinga entre la clonación reproductiva y la clonación con fines terapéuticos y de investigación”. La primera, aclararon, debe prohibirse; la segunda no, porque serviría para curar enfermedades, como ya viene pasando.

Otros temas tratados por el comité fueron proyectos sobre bioseguridad en la aplicación de la biotecnología agropecuaria, promoción de la industria biotecnológica y técnicas de reproducción asistida.

También intervino en un caso revelado por Página/12, como la polémica investigación científica y tecnológica realizada en instituciones públicas financiada con fondos provenientes de la Oficina de Investigaciones Navales de Estados Unidos. Su propuesta fue la de “limitar” cualquier tipo de aporte o intento de solventar investigaciones que provengan de fuerzas armadas extranjeras y estén “orientadas a la producción de armamento”. Las que no, dijeron, deberán “ser públicas y libremente accesibles”.