“Proceda” ordenó el comandante en jefe. Nada respondió el jefe del Estado Mayor General del Ejército. Al acatar se subió a un modesto banquito y bajó de las paredes del piso superior del Patio de Honor del Colegio Militar de la Nación (CMN) los retratos de dos de sus antiguos directores que también habían sido presidentes-dictadores de la Argentina.
Videla y Brignone eran los destituidos del honor. La orden había sido del presidente Néstor Kirchner. El hombre que la ejecutó para cerrar simbólicamente una etapa de la vida del Ejército, de las FFAA, de la Argentina, fue el teniente general Roberto Bendini, el militar que murió en silencio hace pocas horas. Era el número 23 en el orden de mérito de la promoción 99 que egresara del CMN en 1968.
Aquella ceremonia tan lejana al sentido común del universo castrense, acercó quizás más que ninguna otra a la sociedad civil, al pueblo, a la gente, como se quiera decir, al gesto de un soldado en la Argentina de los últimos cincuenta años.
El hombre de la Caballería, arma que había vuelto a la conducción del Ejército después de 1973, cumplió la orden de su comandante en jefe de manera personal. Al ejecutar la tarea que estaba destinada a un ordenanza, quiso subrayar que asumía toda la responsabilidad del acto mandado, comprometiendo así a la Fuerza que conducía.
Elegido por Kirchner a través del conocimiento personal por la relación del entonces gobernador de Santa Cruz con el jefe de la brigada de tanques con sede en Río Gallegos, Bendini pasó a ser para grandes sectores de la sociedad, el milico que sabía cumplir una orden de significación, pero que se había comprometido con el sentido profundo de la misma: la condena de una política militar represiva al servicio de un orden oligárquico. En la memoria popular, “la bajada de los cuadros” pareció haberse ejecutado durante la gestión de la decisiva ministra de Defensa, Nilda Garré, la sucesora de José Pampuro, quien ocupó esa cartera entre 2003 y 2007. Tenía sentido la trasposición, porque la reforma kirchnerista de las FFAA comenzó con la enérgica gestión de aquella, luego de la victoria electoral en los comicios legislativos de 2007, la elección en la que la estrella de Cristina Fernández de Kirchner iluminara victoriosamente el campo justicialista.
Siempre subordinado a los presidentes Néstor y Cristina, Bendini sostuvo una relación de ciertas diferencias con Garré. Es que Bendini todavía sostenía una mirada de relativa autonomía del Ejército respecto de las otras dos Fuerzas en la planificación de su línea de acción. El eje temático de su perspectiva era el “Plan de Ejército 20-25”, con el cual aspiraba a que el Ejército tuviera una doctrina que defendiera los recursos naturales (su gran preocupación) y, en ese marco, preservara el Acuífero Guaraní, la gran reserva de agua de la Argentina y el Cono Sur. Aquella mirada ecológica se anudaba con la propuesta de una línea operativa para su Fuerza, frente a una invasión del territorio nacional por un ejército extranjero, que utilizara la “guerra de zapa” sanmartiniana (la guerra de guerrillas) como línea de combate en el marco de un repliegue táctico hacia el interior del país.
El tema de disputa no fueron los contenidos de ambos temas, sino la ausencia en Bendini de un elemento que durante ese momento alcanzó una gran significación y Garré sostuvo enérgicamente durante su gestión: la política de conjuntez en las FFAA, esa línea de acción que estuviera ausente en Malvinas y fuera una de las causas de la derrota militar. Bendini no asumió que la política de Defensa era conjunta para el accionar de las tres Fuerzas, pero que esa línea era fijada, siguiendo a Clausewitz, en todos sus planos por la política, lo que se condensó luego en la Directiva para la Defensa Nacional.
Bendini tuvo que pedir el retiro al ser acusado y procesado por una denuncia de malversación hacendaria durante su gestión en Río Gallegos. En la causa judicial se probó su inocencia, porque su accionar se basaba en los procedimientos heterodoxos seguidos en el manejo de fondos durante la crisis del 2001, cuando el dinero para sostener a las guarniciones se esfumaba de las manos de sus administradores.
Probablemente, el inicio de ese tema judicial estuviera a cargo de esa derecha, militar y civil, que rechazó a Bendini hasta el odio y más allá, justo por aquello que era positivamente reconocido por los sectores mayoritarios de la sociedad. Cuando en una mañana lluviosa en la conmemoración del aniversario de la muerte de San Martín, Bendini pronunció en el regimiento de Granaderos a Caballo un discurso en el que rechazó con dureza la política económica de José Alfredo Martínez de Hoz, estaba aportando a la calificación de “dictadura cívico-militar” del Proceso que después alcanzó altura social. Bendini procuraba que para adentro de la institución castrense se estableciera distancia con el centro de poder oligárquico.
No se necesita comprender todos los sentidos del cambio en una época o en una institución para que un hombre sea reconocido en sus mejores acciones. El militar sencillo – constante lector de Arturo Jauretche - que todo un país vio obedecer la orden de “bajar los cuadros” que le dio su Comandante en Jefe, fue uno de aquellos que durante muchos años buscó la Argentina popular: “un militar patriota”.
Hace pocos días, el ministro de Defensa, Jorge Taiana, homenajeó con justicia en la sede de su cartera la memoria del asesinado mayor (ascendido por el kirchnerismo a coronel post mortem) Bernardo Alberte. En su discurso el funcionario evocó también las figuras de los generales Savio, Mosconi y Pujato, entre otros. En esa línea nacional, popular y democrática quedó inscripta la trayectoria de Bendini para ejemplo de los oficiales de las FFAA.