Elon Musk se ofreció a comprar el 90 por ciento de las acciones de Twitter que le faltan para quedarse con toda la empresa. La oferta es por 43.200 millones de dólares, una cifra similar a lo que Argentina le debe al FMI y que tiene en jaque al país. Musk, el hombre más rico del mundo, parece dispuesto a pagar esa suma por una empresa que, hasta ahora, dio más pérdidas que ganancias.
No hace dos semanas desde que el empresario adquirió el 9,2% de las acciones de Twitter por cerca de 2.900 millones de dólares luego de, como acostumbra, hacer bastante ruido sobre la necesidad de "garantizar la libertad de expresión de manera irrestricta", justamente en esa red. Eso lo transformaba en accionista mayoritario pero sin darle el control de la plataforma.
La compra hizo subir las acciones de Twitter, lo que, paradójicamente, lo perjudicará, ya que deberá pagar bastante más de lo que habría necesitado hace un mes para quedarse con todo.
La cantidad de abordajes posibles para analizar esta oferta es variada y requiere un repaso sobre factores que van desde los derechos humanos como la libertad de expresión, a económicos, pasando también por políticos y psicológicos.
El personaje Elon Musk
En primer lugar cabe decir que Musk no hace todo lo que promete. Dueño de una personalidad inestable, potenciada por un aura de empresario exitoso que magnifica todo lo que dice, ya ha provocado con sus dichos ascensos y caídas en el valor del Bitcoin y de sus propias empresas, hasta el punto de que se iniciaron investigaciones por sospechas de que especula para su propio beneficio.
En realidad, los tuits y la variedad de temas en los que se involucra este ingeniero sudafricano hablan más bien de una megalomanía que le permite opinar de casi todo: desde el golpe a Evo Morales y su relación con el litio, hasta proponer la construcción de un submarino para rescatar a niños tailandeses atrapados en una cueva.
El star system tecnológico, que ha transformado a los hombres más ricos del mundo en referentes todoterreno (alcanza con pensar en Bill Gates), es también responsable de la sensación de omnipotencia de estos hombres (sí, hombres, además blancos y que estudiaron y viven en el primer mundo). Esta sensación se refuerza por una billetera imponente, recursos tecnológicos de punta, contactos con el poder, etc. que los hace pensarse como superhombres.
Por eso Musk se siente capacitado para opinar sobre temas que exceden lo tecnológico o empresarial. Así es que se define como un absolutista de la libertad de expresión, algo que lo emparenta con los libertarios y, al mismo tiempo, con una mirada frecuente entre los empresarios provenientes del mundo tecnológico que tienden a ver los problemas sociales desde el mismo paradigma binario con el que se manejan las computadoras.
Por citar solo un ejemplo, ya Mark Zuckerberg se había declarado como un "absolutista de la libertad de expresión" en una entrevista; allí argumentó que no debían prohibirse, por ejemplo, posteos que negaban la existencia del Holocausto. Esa aproximación lo ayudaba también a mantener a Facebook alejada del barro de la responsabilidad editorial y los costos que trae aparejado chequear todo lo que se publica. Luego llegó una larga serie de problemas que lo obligó a repensar esa idea tan simple.
Es que la libertad de expresión, aseguran quienes llevan años investigando el tema, difícilmente se pueda defender no haciendo nada: en ese caso se reforzaría una situación de desigualdad ya existente en la que los poderosos pueden imponer su voz silenciando a los demás. De ahí la complejidad de decidir cómo gestionarla de la mejor manera.
¿Funcionan los controles?
Un aspecto preocupante de la adquisición es que un medio tan importante quede en manos de una sola persona. En realidad, eso es algo que ya ocurre con Facebook en la que Mark Zuckerberg retiene el control final gracias a que tiene la mayoría de las acciones con voto. Este empresario aseguraba que así podía decidir incluso en contra de los intereses económicos de los accionistas (al menos en el corto plazo), para hacer menos dañinos los efectos secundarios de su modelo de negocios.
Habrá que ver si los responsables de autorizar la compra de Twitter, como la Securities Exchange Comission o la Federal Trade Comission, permiten la transacción en un momento político de gran escrutinio sobre las redes sociales y su rol. La sensación que parece primar en el poder político de EE.UU. es que si no limitan el poder de sus grandes corporaciones ya, posiblemente no lo puedan hacer nunca más.
Dicho de otra manera, Musk tiene el dinero para comprar las acciones restantes de Twitter, pero aún existen controles para reducir una concentración brutal de empresas y recursos. Vale la pena recordar que Musk ya es dueño de Tesla (autos eléctricos), SpaceX (viajes al espacio), Starlink (nanosatélites), Neuralink (interfaces neurológicas), Boring Company (túneles) y más. Sumarle un red social tan poderosa, cuyos algoritmos influyen sobre el flujo de la información en la sociedad, podría ser por demás peligroso.
Twitter: más pérdidas que ganancias
Una cuestión que también debe tenerse en cuenta es que Twitter ha tenido muy pocos trimestres con ganancias significativas. La más importante llegó en el segundo trimestre de 2019 cuando declaró un ingreso neto por 1.120 millones de dólares. Un año más tarde tenía pérdidas por 1.378 millones.
A lo largo de su historia, Twitter ha dado más quebrantos que réditos: en 2021 perdió 493 millones que incluyen el pago por un juicio con sus propios accionistas. Sin embargo, la economía de las empresas tecnológicas se basa sobre todo en las expectativas, la sensación de que va a seguir creciendo eternamente, como deja en claro, por ejemplo, la reciente caída de la cotización de Facebook luego de perder una cantidad casi insignificante de usuarios el año pasado. Twitter logró superar los 300 millones de usuarios mensuales en 2015 y desde entonces creció muy lenta e irregularmente pero nunca alcanzó los 400 millones, el siguiente hito.
Las perspectivas económicas de Twitter, pese a que está muy instalado, no son buenas. De alguna manera está siendo superado, al igual que Facebook, por otras redes sociales más del gusto de los jóvenes, como TikTok. Todo indica que no es un gran negocio y que su tiempo para serlo se acaba. Luego de su último reporte de ganancias, los inversores demostraron su descontento con los resultados y las acciones cayeron un 2%.
Así las cosas, parecería que Musk quiere (por el momento) poner su dinero donde están sus ideas, ahora en un campo complejo de la vida social como es el de la circulación de la información, un espacio poco apto para visiones simplistas. Habrá que ver si los reguladores estadounidenses realmente autorizan la compra.
En caso de que lo permitan y Musk quite todo tipo de moderación, es probable que la red social, ya de por sí bastante cuestionada por la cantidad de manipulaciones, mentiras, operaciones, ataques, etc., termine de transformarse, irreparablemente, en una cloaca.