A Boris Johnson lo está salvando la guerra. Contra las cuerdas por el PartyGate, multado por violar las reglas de aislamiento social, el primer ministro ha endurecido su visibilidad mediática con uno de los discursos más belicistas que se oyen en Europa. Los diputados rebeldes conservadores dispuestos a desafiar a su líder han dado un paso al costado. “Sería desestabilizar al gobierno cuando necesitamos estar unidos de cara a la agresión rusa y el asesinato de inocentes ucranianos”, dijo el líder de los conservadores en Escocia, Douglas Ross, esta semana.
Pensamiento dominante
Ross es uno de los diputados que apenas comenzó el conflicto, retiró la carta que iba a enviar a su partido en la que expresaba su falta de confianza en Johnson y, por ende, la necesidad de reemplazarlo al frente del partido y del gobierno. Es el pensamiento dominante hoy entre los diputados conservadores que cuentan con una amplia mayoría parlamentaria para sostener al primer ministro. Otros aires se respiran en la opinión pública. En las encuestas y en los comentarios televisivos o los “talk shows” radiales, una mayoría piensa que Johnson debería renunciar por haber violado la ley.
En el último sondeo un 57 por ciento de los encuestados le bajaron el pulgar luego del anuncio de la Scotland Yard de que tenía que pagar una multa por la fiesta sorpresa de cumpleaños que le organizó su esposa el 19 de junio de 2020. La fecha le añade contundencia a la acusación. El Reino Unido estaba en plena pandemia, regían estrictas medidas de aislamiento social y las vacunas eran un sueño lejano. En un durísimo comunicado los familiares de las víctimas del Covid exigieron su renuncia. “Queda claro que mientras la gente realizaba inimaginables sacrificios para proteger a sus seres queridos, en el más alto nivel del gobierno se seguía una cultura de fiestas, borracheras y violación de las reglas”, señaló Matt Fowler de Covid-19 Bereaved Families for Justice.
En la calle se percibe el mismo discurso dominante. “No estamos en guerra, así que no hay excusa para no renunciar. Es lo que debería hacer Johnson si le queda un poco de dignidad. Lo que pasa es que creen que hay unas reglas especiales para ellos y otras reglas para el resto de la sociedad”, le comentó a este corresponsal una furiosa vecina barrial. Solo un 30 por ciento cree que debe seguir en el puesto.
Felices Pascuas
El mecanismo institucional favorece a Johnson porque para reemplazar a un primer ministro en el sistema parlamentarista británico el mismo Partido en el gobierno debe retirarle la confianza en una votación interna de sus diputados que deberán elegir quién lo reemplaza como líder partidario y al frente del ejecutivo.
Mientras la guerra continúe, mientras siga ocupando los principales titulares, mientras Vladimir Putin siga siendo identificado con Adolf Hitler y Ucrania con Checoslovaquia, la posibilidad de que los diputados conservadores sustituyan a Johnson son exiguas. Pero no nulas.
El Partygate alcanzó su máximo furor en enero y febrero, justo antes de la guerra, pero está lejos de haberse agotado. Es difícil estimar el total de fiestas en 10 Downing Street durante la pandemia. Según algunas versiones, había una cada viernes para celebrar la proximidad del fin de semana. Por una cuestión de recursos, Scotland Yard ha limitado la investigación a 12 reuniones ocurridas entre 2020 y 2021. Por el momento ha multado a más de 50 políticos y funcionarios, entre ellos Johnson, su esposa Carrie y su ministro de finanzas y hasta hace poco candidato a sucederlo, Rishi Sunak.
Johnson es el primer mandatario al que la policía halla culpable de una contravención en la larga historia británica. El receso parlamentario por las Pascuas está funcionando como la campana en una pelea de box que da un respiro hasta el próximo round. En una conferencia de prensa este miércoles el primer ministro se negó a responder si estaba contemplando su renuncia. “Me temo que van a tener que esperar a la declaración que haré ante el parlamento la semana próxima”, dijo Johnson ante las reiteradas preguntas de los periodistas.
Cuenta regresiva
El gigantesco golpe publicitario que había dado la semana pasada con su visita a Ucrania y su encuentro con el presidente Volodymyr Zelenski quedó desdibujado por esas ínfimas, pero simbólicamente devastadoras, 50 libras de multa. El martes Boris Johnson aceptó el veredicto de la Scotland Yard, pidió disculpas por lo sucedido y reiteró su justificación de los hechos. “Hoy recibí la notificación de una multa de Scotland Yard. Déjenme decirles de inmediato que pagué la multa y que, una vez más, quiero pedir disculpas por lo ocurrido. Lo que pasó es que honestamente no se me ocurrió en su momento que eso podía ser una violación de las reglas”, dijo.
Es la misma justificación que dio antes de la guerra en el parlamento cuando dijo que no se había dado cuenta que había una fiesta en 10 Downing Street a pesar de que había unos 30 invitados y fluían generosamente el alcohol y los canapés. Nadie le creyó entonces y nadie le cree ahora. La excusa puede terminar en parodia porque Scotland Yard está investigando al primer ministro por su participación en entre tres y seis eventos más.
Informe final
El informe final de la Scotland Yard y el de la investigadora de la conducta gubernamental, la funcionaria de carrera Sue Gray, pueden ser decisivos. El escándalo actual, que ha desplazado por un par de días a Putin de los titulares, no es nada al lado del otro pecado mortal que podrían confirmar estos informes: que Boris Johnson le mintió deliberadamente al parlamento en sus explicaciones sobre las fiestas.
El código parlamentario es claro en que cualquier ministro que mienta deliberadamente al parlamento deberá renunciar a su cargo. Este martes el secretario de justicia, Lord David Wolfson presentó su renuncia señalando que la conducta del primer ministro “no guarda coherencia con el estado de derecho”. ¿Cuántas multas más puede aguantar el primer ministro sin que se declare el estado de rebelión partidaria?
La hora de la verdad
El público, que hasta ahora ha asistido al escándalo como un espectador indignado pero impotente, puede resultar decisivo. Este cinco de mayo se celebran elecciones municipales que suelen tener el impacto político de las elecciones de medio término. Una contundente derrota conservadora podría mostrar que el efecto Putin no basta para salvarle la ropa a Johnson. Más cuando brotan escándalos de todos los rincones conservadores.
Dos que cubrieron los titulares esta semana fueron la elusión fiscal vía paraísos fiscales que habría cometido uno de los multados por el Partygate, el titular de finanzas Rishi Sunak, y la renuncia a su escaño del diputado Imran Ahmad Khan hallado culpable de abuso sexual de un menor.
En un intento de definir la polémica, el diputado conservador que preside la comisión de defensa de la Cámara de los Comunes, Tobias Ellwood, señaló que este escándalo puede terminar favoreciendo a Vladimir Putin. “El primer ministro dejó en claro que él quiere seguir en el puesto, pero esto va más allá de lo que él piense. El Partygate ha socavado la imagen británica como modelo democrático. Esto es algo que sin duda alguna Vladimir Putin va a usar para su propio provecho”, señaló Ellwood.
Un desastroso resultado en las municipales, una serie de multas, unos informes finales comprometedores y el escudo de la guerra que Johnson ha usado para defenderse puede convertirse en un boomerang demoledor.