Pasaron diez años desde que el Estado recuperó el control de la petrolera YPF. "No es incompatible la eficiencia con la Patria", justificaba Cristina Fernández de Kirchner la toma de la decisión tras alertar en 2011 que la República Argentina tuvo que importar gas y petróleo por primera vez en su historia, debido a un abandono de la compañía por parte de Repsol. ¿Qué pasó desde ese momento hasta hoy? PáginaI12 se propuso hacer un repaso por la historia de YPF desde su recuperación, que es un repaso por la historia económica reciente de la Argentina.
Un lunes 16 de abril del 2012, el Salón de las Mujeres Argentinas rebalsaba de figuras de primera y segunda línea de un gobierno que se animaba. De empresarios, de militantes, de madres y abuelas de Plaza de Mayo y de la prensa convocada unas horas antes, para evitar que la noticia se filtrara. La cadena nacional empezó directamente con la lectura de un texto: el proyecto de ley que el Ejecutivo mandaría al Congreso para expropiar el 51 por ciento de las acciones de YPF.
“Título 1, Capítulo Único: De la Soberanía Hidrocarburífera de la República Argentina”, alcanzó a decir la locutora oficial del acto antes de ser interrumpida por gritos, aplausos y un canto Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación. "Declárese de utilidad pública", continuaba la locutora, "y sujeto a expropiación el 51 por ciento" cuando fue nuevamente interrumpida por aplausos que la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, organizadora del acto, logró contener pidiendo silencio, gesto con el que la acompañó su vicepresidente, Amado Boudou, sentado a su lado, y un joven Wado de Pedro en primera fila.
"Hubo motivos muy fuertes para tomar esta decisión", comenzó su discurso, con el proyecto de ley leído, la entonces presidenta. "Quiero que quede bien claro, es la primera vez en 17 años que la República Argentina tiene que importar gas y petróleo y esto nos significa un pasivo hidrocarburífero, por primera vez en la historia, de más de 3.000 millones de dólares", refiriéndose al año 2011.
Continuó dando números sobre la caída de la producción y, peor aún, en las reservas de petróleo y gas que se produjeron desde la privatización. Con Vaca Muerta, la segunda reserva de gas del mundo y la cuarta de petróleo, ya explorada, esta pérdida de reservas se debió estrictamente a una falta de inversión por parte de la española. “Todo esto indicaría que la empresa debería dar pérdidas. Si bajaron las reservas y se redujo la producción de petróleo, una empresa que vende nafta, gasoil y fuel oil debería haber perdido, pero eso no fue así. YPF logró más que duplicar sus ventas a través de aumentos de precios”, afirmó en aquel momento la actual vicepresidenta.
Cristina Fernández de Kirchner recordó que YPF obtuvo una utilidad neta de 16.450 millones de dólares entre 1999 y 2011, período en el que repartió dividendos por 13.246 millones de dólares. En lugar de destinar la ganancia a
los pozos y a la producción se la distribuyeron
entre los accionistas: “Ahí están exactamente, en la distribución de dividendos y en la no inversión, las claves de por qué hoy tenemos que estar importando".
Luego del anuncio, el proyecto de ley entró al Senado, que lo aprobó por amplia mayoría. Finalmente, el 4 de mayo de ese año y tras 12 horas de discurso el proyecto fue convertido en ley por la Cámara de Diputados.
La patria y la eficiencia
"La idea es esencialmente una YPF absolutamente moderna y competitiva, con gente profesional y con dirección política, con la meta de tener autoabastecimiento y superávit hidrocarburífero que sostenga el crecimiento de la actividad y el empleo. No es incompatible la eficiencia con la Patria”, explicaba la presidenta unas semanas después, con el proyecto aprobado.
Con la recuperación del control del Estado, la empresa pasó de una declinación permanente, es decir, de la caída de la producción de petróleo, gas y reservas, a un crecimiento sostenido. La compañía pasó de invertir como máximo 2000 millones de dólares por año hasta 2011, a invertir 6000 millones en sólo tres años en upstream, es decir búsqueda de potenciales yacimientos, perforación de pozos exploratorios, y la perforación y explotación de los pozos que llevan el petróleo crudo o el gas natural hasta la superficie.
La producción de YPF en petróleo y gas, que venía en declive desde el 2008, aumentó entre 2011 y 2014 un 10 y 25 por ciento, respectivamente. Las reservas en petróleo y gas crecieron un 23,8 por ciento en el periodo posicionando a la estatal en la proveedora del 58 por ciento del mercado de naftas, 60 por ciento de gasoil y 43 por ciento de fuel oil.
Capítulo aparte merece Vaca Muerta, que pasó de tener 42 a 290 pozos en producción y de 4 a 19 equipos de perforación, con una significativa reducción de los costos de construcción de pozos gracias a la inversión de YPF.
Otra deuda macrista
Durante el gobierno de Mauricio Macri, la compañía volvió a ser gestionada con la lógica de empresa privada, sin tener en cuenta el valor estratégico para el país. Disminuyeron las inversiones en Vaca Muerta canalizándolas en comprar centrales térmicas de generación y hasta monopatines eléctricos.
El resultado fue una caída en todas las variables, salvo una: se disminuyó la producción de petróleo y gas en 10 por ciento, también las reservas de petróleo y gas en el orden del 30 por ciento y la participación de la estatal en el mercado, que pasó de un 50 a un 35 por ciento. Lo que no disminuyó fue la deuda, un problema que le tocó renegociar a la gestión actual de la empresa.
"En dos años de trabajo se logró revertir la situación. El 2021 fue un año muy bueno para YPF", explican desde la empresa. Por primera vez en cinco años, la producción de hidrocarburos no fue negativa y el endeudamiento bajó a niveles de 2015.
Para 2022 el plan es muy ambicioso: se proyecta un 40 por ciento de crecimiento de la inversión, por un total 3.700 millones de dólares. De ese número, 1.600 millones se destinarán para el desarrollo de Vaca Muerta y 700 millones para la modernización y adecuación de las refinerías. También se prevé un aumento del 8 por ciento de la producción, lo que significará el mayor crecimiento de los últimos 25 años, y un 40 por ciento de crecimiento de la producción no convencional.
Aquel audaz paso dado hace diez años, con sentido estratégico, hoy demuestra en números que fue una decisión necesaria.