El compositor, cantante y productor del oeste Guillermo Beresñak decidió titular su nuevo disco con un nombre sugerente y provocador: Las últimas canciones creadas por humanos (2021). Y ofrece una explicación: “El título juega con una especie de despedida melancólica de una era que ya no volverá por la manera de vivir que había antes de los celulares y la vida enchufada; y por otro lado como una especie de resistencia contra la inteligencia artificial”. El disco apela a la búsqueda de una canción popular y se sirve de ritmos latinoamericanos como el bolero, la bachata, la bossa nova y el samba brasilero, siempre con su enfoque y toque personal. “Traducir el sentir de una generación, de un barrio, de un rincón latinoamericano, de la vida transitada en la cultura de estos pagos”, dice Beresñak, que se presentará el sábado 23 de abril en Café Berlín (Av. San Martín 6656).
“Escuché en una clase de filosofía, donde se debatían los límites y usos que debiésemos ponerle al avance de la tecnología en nuestras vidas, que la inteligencia artificial había compuesto una canción tomando la información de las canciones de Los Beatles”, grafica el músico. “Y el tema estaba buenísimo, parecía uno nuevo de ellos y me quedé careta. Porque la máquina había encontrado un modo incluso de emocionarnos. Por eso tuve una sensación de que mi trabajo como compositor estaba cerca de caducar, porque lo que a mí me llevaba semanas una súper compu lo hacía en dos minutos. Así que es un disco un poco de despedida”, dice. Por eso, es un disco hecho únicamente con instrumentos acústicos: piano, bandoneón, violín, guitarra criolla, contrabajo, percusión, vientos de metal y voces.
-¿Cómo encontraste la idea sonora para este disco?
-La idea sonora viene como una especie de rebeldía ante un escenario musical súper digital. Y como consecuencia de un disco antecesor de folklore argentino en el cual disfruté mucho su hechura. Mi intención era expandir los límites de ese folklore nacional al de la patria grande y condensar un sonido que nos represente a través de los sentires y ritmos en un mismo álbum. Siempre teñido de los colores tímbricos que resuenan argentinos como el bandoneón, el piano y sobre todo el lenguaje de un muchacho como yo que ha vivido en los suburbios de Morón e Ituzaingó.
-También hay una síntesis en tu música entre el rock argentino ("El beso mágico", por ejemplo), el folklore latinoamericano y la MPB. ¿Puede ser?
-El haberme criado escuchando el rock nacional de diferentes épocas y también a Toquinho, Jobim, María Creuza, Mercedes Sosa, Atahualpa y Silvio Rodríguez, hizo que en mí convivan las músicas latinoamericanas desde pibe. La canción argentina, su rock, el ritmo de Brasil, de Cuba, Dominicana, Bolivia, producto de recorrer las rutas argentinas y visitar los países vecinos y algunos más alejados de este precioso continente despertaron en mí las ganas de hacer un disco que celebre este sonido. Hay algo muy latino que es bailar la pena. En Brasil hay una palabra para ese sentir que no sé si tiene traducción: saudade. Se sufre y se sonríe, todo a la vez. Algo que también tienen el bolero, la bachata. En la Argentina el tango y el folklore se bailan, pero con un tono más opaco, intuyo que por cuestiones climáticas se viven las músicas de diferentes maneras. Pero ese sentir de resistencia a través del amor y la alegría para transmutar y mitigar el dolor, la pena y la injusticia son comunes a toda la cultura de la región.