Semana difícil la que pasó. La inminente aplicación de la absurda Ley 27.432, que creó el Fondo Permanente de Financiamiento de la Cultura pero con fecha de caducidad –a fin de este año– sacudió al mundo cultural, artístico e intelectual de la Argentina en todas sus expresiones. Porque, dicho en criollo, ya no se destinará ni un mango para sostener las innumerables actividades y expresiones culturales en todo el país.
La penosa salida de Luis Puenzo al frente del INCAA fue sólo la punta del iceberg, porque no hubo sector del quehacer artístico argentino que no se sintiera amenazado, en la Capital y en las provincias. Colectividades que representan y muestran en el mundo entero la creatividad del pueblo argentino, se sienten ahora en peligro mortal y con razón. Y para colmo la Policía del bestiario municipal porteño reprimió con dureza a cineastas, artistas, estudiantes y trabajadores que se manifestaban a la puerta del Instituto, en una muestra más de que sólo un país con vocación suicida y decidido a sepultar su pasado y su trascendencia puede mostrar tanta brutalidad en pocas horas.
La Cultura y la Soberanía en casi todas sus expresiones y matices, representan la esencia misma de lo que es una nación formada a partir del culto y cuidado de sus tradiciones históricas y patrióticas. Por eso, nada más idiota y cipayo que aplastar a la cultura y la soberanía negándolas en nombre de ninguna razón.
La Soberanía no es un concepto que quepa en el lenguaje de las derechas, porque concentra todo lo que es contrario a entrega, colonialismo, sumisión y alineamiento a foráneos. Soberanía implica rechazar pactos antipatrióticos, y tener disposición a luchar por ello. Como la creación cultural es sinónimo de libertad porque la creación es libre o no es. En ambos vocablos está implícita la indeclinable preservación de la autosuficiencia de los recursos, el cuidado ambiental, y el freno absoluto a los mandatos foráneos. Y ésta no es una cuestión teórica solamente, sino práctica y concreta: he ahí el río Paraná y el Canal Magdalena. He ahí el litio y el petróleo. Y el oro y la plata y el agua y todos los tesoros que guarda nuestro territorio, hoy abusado por voracidades extranjeras consentidas por traidores y cipayos.
En el presente argentino esto es cada día más visible y define la lucha ideológica porque el atropello bestial al quehacer cultural se empata con la entrega de nuestros bienes naturales. Y todo amparado en un sistema económico mendaz que propagandizan y consolidan cipayos y apátridas que desnaturalizan la libertad de expresión con verdad, esa que en la Argentina viene muriendo porque casi todos los gobiernos han facilitado que hoy verdaderamente se gobierne este país desde los mentimedios, como este columnista los llama en solitario.
El concepto Soberanía, que es sinónimo de libertad y de patriotismo, es acertadamente precisado en un notable libro pronto a salir, obra del economista, historiador y académico Néstor Forero, y con prólogo del constitucionalista y ex juez federal cordobés Miguel Rodríguez Villafañe. Allí se sostiene que entre los más duros condicionamientos básicos padecidos por la Argentina desde sus orígenes estuvieron los llamados "Tratados de Perpetua Amistad, Comercio y Navegación" con los que se afectó gravemente la raíz productiva del país. Esos condicionamientos a la libre navegación de los ríos interiores y el manejo de los fletes perfilaban el control de los costos y la disponibilidad de las bodegas. Y no sólo manejaban las bodegas y los fletes de transportación de todo lo exportable, sino también el producido de los mismos, es decir, los ingresos disponibles de cada nación. Al descontarse del producido de las exportaciones esos costos de flete, el remanente era el ingreso neto disponible de cada país, cuyas recaudaciones fiscales nunca alcanzaban a cubrir las necesidades estatales y de la sociedad "especialmente por el gasto suntuoso de las élites domésticas". Así, la diferencia se cubría siempre con endeudamiento, en cuya "ayuda" intervenían los bancos fundamentalmente británicos, en menor medida franceses, y luego norteamericanos. No está en otro lugar el origen del sistema de deuda perpetua que galvaniza la dependencia que sistemáticamente busca aplastar toda soberanía.
De ahí venimos, y también por eso en el duro presente que vive nuestro país, anular la significación artística de nuestro pueblo, golpeado ya hasta la exasperación, implica anular la creatividad de cineastas, poetas, pintores, músicos, escultores y las mil expresiones de una cultura popular que hoy, todavía, es orgullo nacional. Por eso, es pavoroso comprobar que la mencionada Ley no sólo recorta todo en Cultura, sino que se dirige a anularla. Y la razón de esa sinrazón es evidente: un pueblo culto sabe ser soberano, porque entiende y siente el concepto, mientras la ignorancia y la entrega patrimonial garantizan colonización y pérdida de toda soberanía.
Sólo así se entiende tanto absurdo: la Dirección General de Puertos no tiene mejor idea y decisión que entregarle, justo antes de la Semana Santa, el negocio del mantenimiento de boyas y balizas del río Paraná al empresario Gabriel Romero, cuya empresa es vox pópuli que desguazó los talleres ferroviarios Ríoro de la ciudad santafesina de Pérez, vecina a Rosario, y que en el cuento de la así llamada "Hidrovía" fue socia de la belga Jan de Nul, que ahora se cambió el nombre para seguir explotando un servicio que encierra, por lo menos, una traición a la Patria. Porque en todo el mundo el dragado y balizamiento de los ríos está, siempre, en manos estatales. Incluso de las Fuerzas Armadas, como en el caso de Estados Unidos, China y Brasil, por lo menos, porque las boyas son representaciones de Soberanía y por eso las mantienen y custodian las armadas nacionales de esos países.
Este tipo de actitudes y la rebatiña que se está haciendo nuevamente con el Paraná y las riquezas argentinas son ya inadmisibles. Pésimos negocios para el Estado, a la vez son entregas de soberanía dispuestas por cipayos enquistados en la función pública. De ahí el ya clamoroso y urgente reclamo de derogación del decreto 949/20, que es, de hecho, el padre del menjunje apátrida que se ha ido adueñando de nuestro río Paraná, y que se niega a habilitar el Canal Magdalena que es otro símbolo de Soberanía en tanto conexión natural del Paraná y el Plata con toda la costa atlántica y la Tierra del Fuego y las Islas del Atlántico Sur, incluidas las Malvinas y la Antártida. Nunca, jamás, las fuerzas externas operaron con tanto desenfado en la Argentina, quizás porque nunca, jamás, al pueblo argentino se le lavó la cabeza con tanta desinformación, mentiras, carencia de justicia, tilinguería profesionalizada y encima hambre popular.
La cuestión, claro, es cómo resistir semejante ataque. Y la respuesta es: recuperando la justicia; la educación nacional hoy estúpidamente fragmentada en 24 ministerios de educación; el freno a la dictadura mediática que degrada la verdad y la justicia. O sea, con Democracia y Paz, para lo cual es urgente darnos una Nueva Constitución Nacional, que no es casual que todo el sistema político y económico de este país se empeña en impedir.
Cultura y Soberanía sólo estarán garantizadas cuando el pueblo tome la palabra, como lo están haciendo los hermanos chilenos.