La bipolaridad es un trastorno mental que se caracteriza por cambios extremos en el estado de ánimo: los períodos de tristeza y depresión, se intercalan con los de excitación y manía, y también con lapsos de estado de ánimo normal. De esta manera, al encierro y la falta de interés en el mundo, le suceden la euforia, la intensidad y la irritabilidad. Y se relevan, en la mayoría de los casos, de manera repentina. Los cambios en el estado de ánimo y el comportamiento provocan un gran sufrimiento en el paciente, así como también en la familia que lo rodea.
Aunque, como toda enfermedad psiquiátrica se presente en el espacio público como marginal, según la Organización Mundial de la Salud, afecta a 45 millones de personas en todo el planeta, el equivalente a la población total de Argentina. Edgar Allan Poe, Vincent Van Gogh y Edvard Munch, entre las personalidades más célebres que, a lo largo de la historia, parecen haberla padecido. Emmanuel Carrère, el best seller francés, que hoy utiliza la escritura como medio para narrar el trastorno que sufre.
Si bien se desconocen las causas que desencadenan el trastorno, se consideran dos aspectos. Uno biológico: aunque falta el respaldo de evidencia científica robusta, algunos trabajos han sugerido una relación entre la bipolaridad y modificaciones físicas en el cerebro. Uno genético: su emergencia es más frecuente en individuos que tienen un familiar cercano (padres, madres, hermanos/as) con dicha enfermedad. Asimismo, existen dos tipos de bipolares: el 1, que experimenta un episodio de ánimo elevado seguido de depresión; y el 2, que experimenta varios episodios depresivos seguidos de uno maníaco más leve (hipomanía). La dificultad para el diagnóstico radica en que las personas con el trastorno no suelen advertir la manera en que dicha inestabilidad emocional transforma sus vidas.
La manía y la depresión
La manía, que se caracteriza por la combinación de períodos de desmesurada energía, optimismo, nerviosismo y sensación exagerada de bienestar, provoca problemas y dificulta las relaciones laborales y afectivas. El paciente, durante este lapso, suele tener comportamientos extraños vinculados a las compras compulsivas y tiende a tomar malas decisiones sexuales. Incluso, la generación de alucinaciones puede conducir a una desconexión con el contexto y, en última instancia, requerir de hospitalización.
La psicóloga y profesora de psiquiatría en la Johns Hopkins University en Estados Unidos, Kay Jamison, en su libro “Una mente inquieta” (Tusquets, 1995), relata cómo la manía constituye un estado de una plenitud, beatitud y un sentimiento de poder que, en sí mismo, es muy adictivo. Sin embargo, al mismo tiempo es muy destructivo, en la medida en que se pierde la inhibición, los filtros y el registro del contacto con la realidad. “Las personas suelen tener ideas delirantes, megalómanas, de sentirse alguien especial, designado por Dios, un profeta”, explica el psiquiatra Federico Pavlovsky.
La depresión, cuyos rasgos son la tristeza, la desesperanza, el sentimiento de inutilidad y hasta el desarrollo de ideas suicidas, también obstaculiza las relaciones con sus seres queridos y demás conocidos. El individuo se encierra en sí mismo, evita el contacto y pierde el interés en todas las actividades. Incluso se despega de aquellas que hasta hace un momento le producían satisfacción. “La fase depresiva se caracteriza por una gran intensidad y dolor. Si bien el trastorno bipolar comienza con manías, luego culmina teniendo más depresiones que manías; se constituye en un estado de melancolía, angustia y desesperanza”, dice Pavlovsky. Según se estima en la literatura médica, el trastorno se asocia con un índice de suicidio del orden del 15 por ciento, un valor 30 veces superior en comparación con lo observado en la población general.
Si bien el trastorno bipolar es una condición que acompaña al paciente durante toda la vida, existen tratamientos en base a medicamentos (estabilizadores de estado de ánimo) que, combinados a la asistencia psicológica, producen buenos resultados. Desde aquí, apunta Pavlovsky: “La psicofarmacología ha ayudado mucho a mejorar la calidad de vida de muchos pacientes. El litio es un fármaco que se empleaba a mediados del siglo XX y se sigue usando con éxito”. La comunicación fluida de los profesionales de la salud con los pacientes y con sus familiares es decisiva. De hecho, aquellas personas que reciben contención profesional y afectiva pueden sortear de manera más adecuada los problemas.
Famosos y tabú
“El médico griego Areteo de Capadocia, en el siglo II, ya hablaba de variaciones muy notables de estado de ánimo en algunos pacientes. Más acá en el tiempo, hace unas décadas, se comenzó a hablar de trastorno bipolar”, relata Pavlovsky. Desde Edgar Allan Poe y Vincent Van Gohg, pasando por el filósofo Friedrich Nietzsche, hasta el pintor Edvard Munch y la prolífica autora Virginia Woolf, afrontaron dicho trastorno que, en el presente, afecta al dos por ciento de la población.
En la actualidad, uno de los más famosos es el escritor y periodista best-seller Emmanuel Carrère que, en su libro Yoga (Anagrama, 2021), narra cómo fue el momento en que recibió el diagnóstico. “Al principio te sublevas, yo me sublevé diciendo que el trastorno bipolar es uno de esos conceptos que de pronto se ponen de moda y que se aplican a todo y a cualquier cosa”. Y continúa con la descripción de su experiencia: “Luego adviertes que encaja perfectamente. Que toda tu vida has estado sujeto a esa alternancia de fases de excitación y de depresión que por supuesto nos acaecen a todos”. Fases de alternancia que caracterizan a todos, pero en que en las personas bipolares “esos altos son más altos y los bajos son más bajos que la media”. Los cambios de ciclo se vuelven mucho más marcados. Rotundos.
El 30 de marzo fue el Día Mundial del Trastorno Bipolar. Acumular efemérides sirve para visibilizar el estigma que acompaña a las enfermedades mentales: a diferencia de cualquier otra afección de salud, los trastornos mentales se asocian a mayor velocidad con etiquetas sociales, que redundan en la marginalidad y la vergüenza. Carrère, quien obtuvo en 2021 el Premio Princesa de Asturias de las Letras, señala: “Ya no soy yo sino la enfermedad la que ejerce poder sobre mí. La enfermedad me miente, la enfermedad me engaña. Cuanto más crea que voy bien, que controlo mi vida, que cabalgo la ola, tanto más me engañe y más eficaz mente propicié la inmersión depresiva que sigue a los islotes de bienestar y confianza”.