La obra de Alicia Herrero (reciente ganadora del Premio Nacional a la Trayectoria, otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación), desde los años noventa hasta el presente, transforma ciertas imposiciones de la cultura dominante de Occidente, en temas de sus piezas pictóricas y escultóricas, para estetizar, apropiarse, analizar y criticar cómo esas imposiciones condicionan o determinan la vida. Dos de esos temas son el patriarcado y la economía corporativa (con la subsiguiente financiarización de la economía). Herrero toma aspectos, objetos y gráficos asociados a tales imposiciones, como materia conceptual sobre las cuales trabaja y los pasa por el discurso del arte combinándolos -a pura artesanía y poniéndole el cuerpo a cada obra- con géneros de la tradición pictórica y legados de las vanguardias históricas.
Comenzó con los elementos de la cocina (lugar de la casa adonde el patriarcado relega a la mujer) como ollas, enseres, utensilios, repasadores, diseños de manteles y servilletas, tal como lo hizo, por ejemplo, en la exposición “Violaciones domésticas” (Espacio Giesso, 1994), junto con Ana López y Cristina Schiavi, en donde cada una, a su manera, desarticulaba y ponía en cuestión los mandatos patriarcales. Aquella muestra -en la que las artistas invitaron a quien firma estas líneas a escribir el texto de presentación- fue decididamente feminista.
Las ollas, cacharros y ollas a presión que la artista evocaba en su obra desde los noventa y durante los primeros dos mil, fueron una imagen anticipatoria y luego sincrónica, del uso que la sociedad les daría a esos objetos durante la crisis del 2001. Sin embargo siempre es posible para el espectador quedarse en los aspectos puramente formales de la obra. Pero incluso desde una perspectiva formalista esa obra cuestiona el estatuto supuestamente unívoco de la figuración. La perspectiva desde la cual estaba vista, por ejemplo, una olla, recortada y calada; su materialidad, sus brillos; la relación entre la superficie de los laminados y su volumen... son todos elementos visuales que por una parte reproducen la imagen del objeto, pero simultáneamente comienzan a disolverla y volverla abstracta. Resulta inevitable en la obra de Herrero la remisión directa que va de la estilización a la politización de los cacharros de la cocina. Casi sin metáforas, la vida argentina era una olla a presión y las cacerolas fueron la rítmica banda de sonido de las protestas de aquellos años. Para confirmar tal lectura está la reciente exposición “19 y 20, archivos, obras y acciones que irrumpieron en la narrativa visual de la crisis del 2001”, que se exhibió en el Conti entre octubre de 2021 y marzo pasado, e incluyó una de las ollas a presión que Alicia Herrero había realizado y mostrado veinte años antes.
En su nueva exposición, “Algo(de)ritmos, instrumentos, mutaciones”, en la galería Herlitzka-Faría, la artista toma las proyecciones o “tortas” (y porciones) que su utilizan para graficar la economía y la estadística, para convertirlas en temas de sus obras. Pinturas, relieves, objetos, esculturas, juegan, le dan materialidad y volumen a esos gráficos estadísticos y económicos, extremando el carácter abstracto de los gráficos, desarmándolos en unidades menores y en una trama que atraviesa figuras retóricas (metáforas, sinécdoques, metonimias) con discursos visuales de la historia del arte. De allí, pasa a la alegoría para otorgarle sentido simbólico a la exposición.
Los gráficos estadísticos y económicos son un modo de ordenamiento, clasificación, planificación y dominio: una herramienta de cuantificación informativa que utilizan tanto los estados como las empresas y corporaciones. Y la obra de Alicia Herrero juega, estetiza, analiza, desarma y critica los usos dominantes, porque la cuestión con la “torta” es su reparto.
Entre los discursos artísticos enciclopédicos que toma la artista, se cuentan, por ejemplo, el bodegón y su subgénero, la vanitas. El ordenamiento y jerarquización de la imagen, su distribución visual, la disposición en la sala. Todo está calculado. Y esa disposición marca un ritmo que desmenuza la noción de algoritmo como fórmula rectora que las corporaciones hacen del ser humano, tomándolo como sujeto/objeto de comercialización. La vanitas, como subgénero artístico, tiene una carga religiosa y alegórica, que considera vacío y pecaminoso todo lo placentero.
La artista cita un cuadro canónico de Holbein, "Los embajadores", que como muchas obras maestras, se transformó en una obra escolar, utilizada para ejemplificar la “vanitas”: dos políticos poderosos rodeados de objetos simbólicos, y la representación de las artes liberales. La pintura es entonces un signo complejo a descifrar, plagado de mensajes ocultos.
Otra clave artística es la cita de Duchamp (y sus series de discos de cartón realizados a partir de los años treinta del siglo pasado, conocidos como Rotoreliefs), como símbolo de la vanguardia histórica, cuyos ecos resuenan (con su efecto óptico cinético) desde el pasado para proyectarse hacia el futuro, que es este presente.
Herrero no solo despliega una disposición compleja y calculada que transforma la muestra en una única, gran obra, sino que para lograr el objetivo de relacionar unas piezas con otras además pintó grandes paños de pared que hacen de la galería un soporte de la exposición, como la tela del cuadro.
* La muestra “Algo(de)ritmos, instrumentos, mutaciones”, de Alicia Herrero, sigue en la galería Herlitzka-Faría, Libertad 1630, de lunes a viernes, de 11.30 a 19, hasta el 24 de mayo.