“Quería que el disco fuera lo más parecido a mí, tener libertad para expresarme y decir lo que pienso del género como artista”, plantea Limón García sobre Pasa, la nueva placa solista que acaba de lanzar. Es un disco de tangos con una inusual cantidad de temas propios. Si el excantante de la Bersuit y Vía Varela solía incluir uno o dos en cada disco personal, esta vez la cuenta asciende a seis, y además suma algunos de sus contemporáneos. Cuando charla con Página/12 recuerda con gracia al crítico de la Cerdos & Peces que dijo que era “demasiado tanguero para cantar rock” y lo compara con la paradoja de que, para muchos, sea “demasiado rockero para cantar tangos”.
Su necesidad de hacer Pasa está atravesada también por sus ganas de aportar a la renovación del género y también por su alejamiento del rock. El presente de ambos géneros se cuela en la charla. “Viví la época en que sólo era tango lo que había ocurrido. Te decían ‘pibe, eso no es tango’. Yo soy de Remedios de Escalada, ¿cómo me vas a decir a mí qué es tango? ¿Y antes? ¿Te pensás que la Guardia Vieja estaba cómoda con que nacieran monstruitos como Pugliese, Di Sarli, D’Arienzo? A los De Caro los trataban de amanerados, lo que fuera para desprestigiarlos. Piazzolla se tuvo que ir. Meterse con el tango era como meterse con el escudo o la bandera. Y si se queda como está, se muere. Cuando hablamos de renovar el tango, hablamos desde ahí: que te vuelvan a escuchar los más jóvenes. Seguramente no será tan popular como fue. Pero tampoco el rock, ¿eh? Porque en todo hay ciclos”.
-¿Por eso necesitabas incluir tantos temas propios en este disco?
-Tenía canciones que sentía que no habían tenido la posibilidad. A veces, si las canciones no tienen la versión indicada, siguen de largo. Esto nos pasó con “Un pacto”, de la Bersuit. Hicimos diez, doce versiones, y Gustavo Santaolalla nos las rebotaba porque no le gustaban. Al final, a versión que quedó en vivo, en De la Cabeza, fue la explosión del disco. A veces haber laburado con productores tan grosos te hace entender que le tenés que dar a la música lo que necesita, no lo que vos querés.
-¿Y estos temas qué necesitaban?
-La pureza del comienzo, de su raíz. Cómo me sonaron a mí en la cabeza, a través del tiempo y qué creía yo que necesitaba para darse a conocer. Por ejemplo: “La pasión”, la primera del disco, la había hecho para Vía Varela y quedó afuera. Porque siempre fue un tango.
-¿Entonces sí eras muy tanguero para el rock?
-Por ahí no se conoce que hasta los 18 hice folklore y tango, y cuando escuché la movida del rock, me pasé. Pero siempre los entendí como primos hermanos. Mirá, hay una anécdota de Pugliese, que cuando salió un disco de Almendra mandó a comprar las partituras porque quería saber por qué los jóvenes en ese momento estaban siguiendo ese tipo de música como antes los habían seguido a ellos, a los grandes maestros, en su época. Hoy imaginás a Pugliese como un viejito, pero cuando hizo lo que hizo, ¡era un pibe! Por cuando digo ‘hagamos lo que hicieron ellos’, no digo 'hagamos covers'. Están buenísimos los tangos viejos, está buenísima nuestra raíz, pero es interesante componer con los códigos nuevos del tango, con una ciudad distinta, con necesidades distintas. Es loco pensar que se puede perdurar haciendo lo mismo y después enojarnos porque no se le da difusión. ¿Qué proponemos los artistas para que el tango vuelva a ser un género popular?
-¿Qué se hace, entonces?
-Recuerdo tener 16 o 17, ver Grandes valores, todos señores con peluquín, y pensar “esto no me representa”. Pero vi Woodstock en el Ritz, a Joe Cocker... y yo quería cantar eso, que para mí también era tango. La lírica de las generaciones que vinieron hasta el 2000 tiene que ver con nuestra historia tanguera, nuestras raíces. Con la Bersuit, el Pelado (Cordera) hacía dos tangos, sentado con la guitarrita ante 10.000 personas. Es tarea nuestra también la difusión de nuestra cultura, naturalizar el tango, hacerlo permeable, no una cosa que siga oliendo a naftalina. Si digo “soy cantor de tango” y pongo cara de malo, ¿qué es eso, amigo?
-El disco tiene clásicos, también. ¿Cómo fue esa adolescencia tanguera que mencionás?
-Me crié en una orquesta de tango porque mi tío era cambio de Pugliese. Cuando lo metían preso porque hacía declaraciones que no convenían, ponían un clavel rojo arriba del piano e iba uno de los cambios. Uno era mi tío. Así que en casa de mi abuela había una orquesta y cuando ensayaban pasaban los vecinos, estábamos todos con el mate, la leche, entraba un vecino, se bailaba un tango y seguía de largo. Esto en el '58, '60, más o menos. Era cotidiano. El tango tiene que volver a lo cotidiano, pero para eso el puente somos nosotros, los músicos. Si yo te hablo en otro idioma...
-¿Por eso suena a que hay un diálogo entre muchos temas tuyos y los clásicos del disco?
-No fue a propósito, pero el inconsciente trabaja de esa forma. Cuando escuchamos el disco escuchamos ese hilo conductor entre la lírica, la poesía. “Afiches” puede pasar hoy o hace cien años. Porque lo que nos moviliza a las personas son las mismas cosas, cambian las circunstancias, los olores, los colores. Al tango hay que ponerle la ropa que necesita, porque vive en el siglo XXI, hay que hablar como se habla hoy, no como se hablaba en la década del ‘40.