“Ser mujer y pianista hoy, en la Argentina, es un enorme desafío”, asegura Cecilia Foj, atrapada en el trance de definirse. “Como mujer, siento que es un momento histórico porque se está dando un cambio real de paradigma sobre la igualdad de género. Y como pianista, bueno, me siento con el compromiso ético de apoyar este movimiento y de hacer cosas tangibles que acompañen las palabras”. La cosa tangible –y puntual en este caso- es un disco llamado Argentina al piano, en el que la pianista, docente y compositora acaba de plasmar su triple propósito de reflejar una musicalidad argentina desde una mirada femenina y también federal. “De hecho, la elección del repertorio tuvo que ver con incluir obras que fusionaran una identidad musical cercana a los ritmos folklóricos autóctonos pero que a la vez tuvieran sustento académico”, amplia Foj, que presentará su disco este sábado 23 de abril, a las 21, en Giuffra 371.
Entre las colegas versionadas por la pianista figuran Lilián Saba, Cecilia Fiorentino, Lía Cimaglia Espinosa, Valeria Romero, Bárbara López y Laura Otero. “Todas ellas saben cómo incorporar en sus obras elementos característicos de nuestra música, a través de un mundo creativo tan variado, rico, y valioso como el de los compositores varones. Por esto las elegí, y también porque sus obras me transmitieron una serie de sensaciones, sentimientos y desafíos que me movilizaron y generaron en mí el deseo de ejecutarlas”.
Entre las piezas vernáculas la pianista ubica "El cielo de Benito", de Saba. Se trata de una milonga pampeana dedicada a los padres de la compositora y refiere al cielo de la ciudad donde ella nació: Benito Juárez. “Tiene que ver con el paisaje pampeano más entrañable de llanura, cubierto por el enorme cielo que varía de formas y colores permanentemente, y que en la noche es todavía más preciosa cuando aparecen las estrellas con un brillo especial”, detalla Foj.
Sumada a “Tango 70”, de Lía Cimaglia, ambas piezas configuran algo así como la díada telúrica esencial de Argentina al piano. "'Tango 70' es una obra que me produce enorme placer tocar, porque en el disco tenía que haber un tango femenino que representara esa impronta musical porteña. Y esta contiene todos los giros del tango clásico, además de ser bellísimo estéticamente para la interpretación pianística”, dice la autora de “Pequeña traviesa” y “Alma morena”, que también incorporó a su selección temas de lenguaje más abstracto y complejo. “Moebius” de Amanda Guerreño, por caso. “Amanda, gran amante de la matemática y la astronomía, quiso reflejar en su obra aquello que no tiene anverso ni reverso en la continuidad sin fin, tal como la cinta de Moebius, el infinito. La obra se mueve al comienzo por una sucesión de cuartas que dan sensación de vacío para luego ir mezclándose con otras sonoridades. Pero eso no significa que la música va hacia adelante y luego regresa como la cinta, sino es más bien un sentir de la misma como vacío. Es la sensación de algo que no llega”, explica.
Argentina al piano, primer disco en estudio de la pianista, fue concebido durante la pandemia, y grabado casi en soledad en el estudio Dr F de Saavedra. “Estábamos Florencio Justo, el ingeniero de sonido, un bulldog francés y yo”, ríe. El estatus de ópera prima, en tanto, se debe a que sus grabaciones anteriores se dividen entre colaboraciones con otros o grabaciones en vivo. “Con lo cual una nunca queda del todo conforme con el resultado de las obras ejecutadas, ni con la grabación en crudo -retoma-. Este disco, en cambio, tiene algo especial y llega en un momento de mi carrera en el cual me siento dueña de ser yo misma como intérprete, tratando de lograr el mejor sonido en el instrumento de manera personal, sin filtros, y con total transparencia. Lo que se oye es lo que existe”.
-Centralmente una mirada, un sonido vernáculo, un aroma de mujer al piano.
-Es que lo único que me movilizó fue transmitir el lenguaje de la música argentina desde una mirada femenina, sensible y luchadora, sí. Y digo esto porque las mujeres poseemos las mismas facultades que el hombre para destacarnos, y ya nada ni nadie puede evitar que esto sea así, aún cuando todavía hay muchos prejuicios. La verdad es que me siento muy conmovida por el interés que origina el hecho de que el trabajo tenga solamente obras de mujeres, y me produce orgullo ser parte de este momento tan valioso para nosotras las artistas, intérpretes y creadoras. De hecho, lo que busca el proyecto es que tanto oyentes como músicos, después de escuchar las obras del disco, sientan curiosidad por conocer e investigar un poquito más sobre el mundo de la composición y la creación femeninas, que no es algo nuevo, claro, pero que no ha tenido el espacio que se merece.
-¿Cómo sería la vida sin pianos?
-Ufff, muy triste, porque como instrumento es inigualable e incomparable. Poder tocar el piano, y transmitir a través de su maravilloso sonido y mecanismo el caudal de emociones, sensaciones y sentimientos es algo que no tiene precio. Es la posibilidad de volar sin moverse del lugar, de sentir, vibrar y soñar con lo más hermoso, lo más triste, y hasta con los miedos más profundos que habitan nuestra existencia.
-¿Qué lo distingue de otros instrumentos, más allá de las diferencias obvias?
-Que penetra en el oyente de una forma muy especial y, sinceramente, lo considero parte de mi ser. Por otro lado, el piano es muy demandante, con lo cual es verdad que en ciertas ocasiones quisiéramos poder despojarnos de su abrumadora exigencia, pero una vez que se supera la instancia de trabajo más riguroso, sólo es posible disfrutar del regalo de su sonoridad clara y aterciopelada. No, no puedo concebir la vida sin pianos.
-Pese a las adversidades que acarrea la profesión. ¿Cómo las afrontás?
-Ser pianista en nuestro país no es sencillo, cierto. Desde ya, requiere de una entrega desde lo técnico e interpretativo en el instrumento que es muy difícil de adquirir, y que solamente se logra con perseverancia, paciencia, y la convicción de que se posee algo que transmitir en el momento de ejecutar el instrumento. Así afronto las adversidades.