“Lo mejor que salió del Reino Unido desde la AstraZeneca”, “Están tan preocupadas por ser cool que van a pasar de moda”, “Tener onda es diabólico”, “Ya voy por la décima escucha seguida de la canción y no puedo parar”, “¿Papá dueño de sello las puso de moda? Vayan a trabajar”, “¡Mejor banda de la década!”, “Pensé por el video que eran más sexy pero las vi en vivo y es como si se lo tomaran en chiste”. Los comentarios de YouTube desfilan a toda velocidad en un recuadro ubicado en el centro de la pantalla mientras la británica Rhian Teasdale –cantante, guitarrista y mitad creativa de Wet Leg junto a su amiga Hester Chambers– mira a cámara con cara de cansancio enfundada en un traje de monstruo mopa o algo así, todo hasta que de pronto ríe y pega un saltito de felicidad. Es el final del video de “Oh No”, dirigido por la misma Teasdale, uno de los viralizados singles de estas veinteañeras oriundas de la pueblerina Isla de Wight que en menos de un año pasaron de absolutas desconocidas a ser objeto de amor/odio para multitudes luego convertirse en la banda sin disco que más ruido hizo desde la aparición de los Strokes.


La chispa que encendió el meteórico fenómeno fue “Chaise Longue”, el single debut editado por Domino Records con que las Wet Leg se presentaron al mundo en junio del año pasado, una combinación explosiva de guitarras filosas, vestidos quákeros e insinuaciones sexuales con rostro impávido como en la línea “¿Ya te enmantecaron el muffin? ¿Querés que asignemos a alguien para que te emanteque el muffin?”, tomada de una escena de la comedia hollywoodense Mean Girls. En menos de seis meses, “Chaise Longue” clavó la friolera de diez millones de reproducciones. Luego llegó la igualmente contagiosa y provocadora “Wet Dream”: siete millones. Desde entonces tocaron en más de cien shows, incluyendo dos giras por los Estados Unidos y presentaciones en programas de televisión como el de Jimmy Fallon o Jools Holland. El pasado 8 de abril, finalmente, salió su primer disco, titulado con el nombre de la banda, y en apenas una semana se convirtió en el más vendido del Reino Unido, superando a artistas como Ed Sheeran, Olivia Rodrigo o Jack White. “Fue un viaje totalmente inesperado para unas hobbits como nosotras”, escribieron en su Twitter a propósito de la celebrada recepción del disco. “Se nos pierden las palabras, nos sentimos como usando los tacos altos de mamá”.

Rhian y Hester se conocieron diez años atrás cuando cursaban la carrera de Arte de la Universidad de Wight. Rhian tenía un proyecto solista llamado Rhain, donde cantaba al piano canciones en la línea de Joanna Newsom o Regina Spektor, y Hester cantaba y tocaba la guitarra en Hester & Red Squirrel inspirada por Laura Marling y Nick Drake. Pero la dificultad para trascender en una isla reconocida por un festival histórico pero de la que nunca había salido un proyecto musical exitoso las llevó a ganarse la vida de otras cosas. Rhian se instaló en Londres y consiguió trabajo como vestuarista para comerciales de TV, mientras que Hester comenzó a dedicarse a la joyería artesanal. Durante la pandemia, Rhian se instaló un tiempo en el departamento de Hester y su novio Joshua (hoy tecladista de la banda) y pronto comenzaron a improvisar canciones. “Era una manera tonta de divertirnos”, contó Rhian. “Junto a Hester se dio esta onda donde cocinábamos galletitas, salíamos a caminar, volvíamos y nos poníamos a tontear con canciones que nos salían sin pensarlas mucho. Al otro día las escuchábamos y decíamos ‘¡Qué desastre!’, pero nos reíamos mucho, y al final decidimos quedarnos en eso: mantenerlo simple y divertido”.

Pronto se juntaron con amigos de la isla en bajo y batería y grabaron una serie de demos junto al productor oriundo de la isla John McMullen, quien había trabajado con Michael Kiwanuka o Hurray for the Riff Raff. El por entonces bajista de la banda, Michael Champion, trabajaba en la agencia de Michael Hall, manager histórico de los Manic Street Preachers, y le pasó las grabaciones. Hall se puso en contacto enseguida con Rhian y Hester, les propuso ser su manager y luego envió los demos a sellos como Island o Domino, que lucharon por sumar a la banda a sus filas hasta que Domino ganó la partida y no perdió tiempo: pusieron la mezcla de “Chaise Longue” en manos de nada menos que Alan Moulder (U2, Depeche Mode) y convocaron al productor de moda Dan Carey (Sia, Fountains DC, Squid) para trabajar en el disco que grabaron entre abril y mayo del año pasado y que luego lanzaron en cuentagotas, desatando la expectativa y el furor que llegó después.

Iggy Pop las adoró. Dave Grohl contó que escuchaban el hit en repeat con su banda. Lauren Mayberry, de la banda Chvrches, dijo: “Su música suena honesta y alegre, y es raro que a una mujer se le permita ese sentido de humor en su música. Eso me hace amarlas todavía más”, y la prensa musical las comparó con Elastica o el proyecto posterior a Bikini Kill de la pionera riot grrl y activista feminista Kathleen Hanna, Le Tigre (banda que desde comienzos del año pasado vive un sorpresivo furor entre adolescentes luego de la viralización en TikTok de su tema de 1999 “Deceptacon”, el cual ya acumula cien millones de escuchas en Spotify). “Fue una locura”, contó Rhian. “Pasamos de tocar en una casa en construcción a dar nuestro cuarto show en un festival frente a miles de personas”. Hester agregó: “Hasta hace poco estábamos esperando el momento en que nos dijeran ‘No. Lo sentimos pero toda la gente pidió que le devolvieran la plata de las entradas, quizás sea mejor que se queden en casa y se dediquen a otra cosa’”.


Lejos de eso, sus shows agotaron entradas en cada presentación. Y el disco, con canciones que mantienen el tono provocador de los singles (“Supermarket”, “Ur Mum”) y otras más introspectivas (“Being in Love”, “Convincing”), tuvo una inmejorable recepción entre la crítica. “Digamos que el rock no es precisamente la música que te asegura el éxito en estos días”, apuntó Rhian. “Pero es lo que nos gusta, y en nuestra cabeza sigue siendo lo más popular del mundo. Ahora cada día aparece algo nuevo que nos abruma, es como si todo fuera a 200 km por hora, totalmente surreal. A la vez es como que si sos mujer las presiones están en qué tan linda te ves o qué tan cool podés ser, y la idea desde el comienzo fue reírnos un poco de todo eso, permitirnos hacer algo tonto con canciones que se pudieran bailar. Regalarle a la gente un buen rato, con todo lo difícil que es eso hoy”.