Alejandro Maci conoció a María Luisa Bemberg en 1986, cuando la recordada directora había estrenado Miss Mary. A Maci le había interesado la película. Leyó en un diario que Bemberg había comprado los derechos de Las trampas de la fe, de Octavio Paz, el ensayo sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Y que Bemberg quería filmar esa historia: un libro que no tiene ficción. Maci recuerda que le pareció "un proyecto increíble". Por ese entonces, el joven Maci tenía ganas de comenzar a trabajar en cine, pero no conocía a Bemberg. Movió cielo y tierra para conseguir una entrevista con ella. Tardó mucho porque no era amigo de nadie cercano a la cineasta, pero finalmente por "conocidos de conocidos" logró acceder a una entrevista en su productora y se reunió con Bemberg. Como Maci no tenía experiencia en aquel momento, Bemberg le aconsejó que le convendría hacer un meritorio en dirección. Salió entusiasmado. "Después, a los pocos días, me llamaron de la productora para decirme que el meritorio de Yo, la peor de todas, iba a ser yo", recuerda Maci, aun hoy con una sonrisa en la cara.

A cien años del nacimiento de Bemberg y a modo de homenaje, Maci estrenó el jueves pasado María Luisa Bemberg: el eco de mi voz, un documental sobre la prestigiosa realizadora y guionista, que recorre no sólo su obra sino su manera de pensar. "El nuevo de cambio de lugar de la posición de la mujer me hizo acordar mucho de ella porque fue alguien que bregó tanto por todo esto y en aquella época fue bastante desoída. Pienso cómo le gustaría participar de este debate, de lo que está pasando. Tendría miles de opiniones. Sería como una opinión muy valiosa dentro de lo que sucede", afirma Maci sobre la mirada de la realidad que tenía Bemberg. "También me pasa que me encuentro con gente de nuevas generaciones que no conocen sus películas ni a ella. Y pensé que María Luisa se merecía que se armara una relato sobre ella porque hay una gran coherencia entre su ideología y su obra", agrega el director.

-¿Está pensado el documental, entonces, como un homenaje?

-En un sentido, está pensado así. Yo hice este trabajo previo a la pandemia. Tiene unos tres años. Y cuando todo despelotó y se paró todo, lo que tenía previsto también se postergó. Como llegábamos a la fecha del centenario del nacimiento, era una buena ocasión para homenajearla.

-Al ver el documental se nota que no sólo no perdió vigencia la manera de pensar de Bemberg sino que es muy actual. ¿La considerás una pionera en el campo del feminismo?

-La considero un caso extremadamente valioso y una de las pioneras, para no decir "la pionera". Pero justamente es que me pasa lo mismo que decís: todo lo que oigo me reconfirma la vigencia de lo que yo oía treinta años atrás.

-Claro porque cuando se escuchan sus testimonios, parece que Bemberg estuviera hablando hoy...

-Es extraordinario. Tal cual cuenta el documental, ella llegó al cine como un medio de divulgar lo que trataba de decir. Entonces, empezó escribiendo pero sin dirigir porque no era directora. Y lo que pasó es que con otros directores veía tergiversadas sus ideas. "La próxima la voy a dirigir yo", dijo. Me gustaba mucho ese modo porque había una gran coherencia entre pensamiento y obra, y al mismo tiempo un gran arrojo personal. Tuvo a toda su familia en contra. Tuvo que pasar muchos obstáculos, muchas fronteras.

-Si bien el documental refleja su obra, ¿lo que más te interesaba era no hacer una biografía convencional sino más bien un recorrido por su pensamiento?

-Claro, porque lo más fácil hubiera sido, para decirlo en términos irónicos "la princesa que quería vivir". No es esa película. En realidad, lo que me parece más valioso de María Luisa es ella. Entonces, si le armaba ese oropel alrededor iba a distraer y no iba a contar lo que a mí me interesaba contar: un caso artístico particular, un caso de línea de pensamiento particular. Además, enormemente vigente.

-Siempre está el debate acerca de si se puede separar la obra de la ideología del artista. ¿Cómo lo pensás en general y en cuanto a María Luisa Bemberg?

-En María Luisa esto es insoslayable. Es inseparable. Incluso tiene que ver con el agente de la acción de la ficción; es decir, protagonistas mujeres, transgresoras, en lucha con las convenciones y el lugar que supuestamente debe atribuirse a una mujer, etcétera. De hecho, cuando cuenta la dramaturgia de Camila, es Camila quien seduce a Ladislao, es Camila quien va. Lo más fácil de pensar es que viene el sacerdote perverso o lo que sea y se enamora de la chica de buena familia. Y ella lo pone al revés. Son muy interesantes los procedimientos narrativos. Muy interesantes y muy modernos. Hace casi cincuenta años de lo que estamos hablando. Crónica de una señora es de los años 70.

-¿Crees que fue suficientemente respetada en una época en que las mujeres eran muy discriminadas en el mundo cinematográfico?

-Tuvo que ver con el lugar que se fue ganando ella porque ella también participó de festivales importantísimos, fue nominada a premios importantes, ganó premios... Me parece que logró mucho. No me gusta hacer nombres propios, pero en ciertas historias del cine argentino de la época se la ponía en un capítulo que decía "El cine filmado por mujeres". Y ella trinaba. Lo decía en masculino: "Soy un director de cine, ¿por qué me dicen el cine de las mujeres como un exotismo? Eso me devalúa. Soy como cualquiera, tan buena o tan mala".

¿Y cómo tomaban sus colaboradoras y colaboradores su lucha contra el patriarcado en los '80? ¿Había prejuicios en el set o su palabra se consideraba una enseñanza?

-Yo he oído que han dicho "Qué pesada con esto del feminismo". De parte de hombres y de mujeres. “Si ya la mujer consiguió todo, ¿qué más?, ¿qué más quieren?”. Y mirá lo que está pasando hoy. Ni siquiera hoy está terminado el proceso.

-¿Cómo te imagiinás que viviría María Luisa Bemberg este momento con la fortaleza que adquirió en estos años el movimiento de mujeres?

-Conociéndola, estaría a la cabeza de los movimientos, de las batallas, de las discusiones. Estaría en paneles publicando y esgrimiendo sus argumentos porque tenía enorme convicción respecto de esto. Decía: "El precio que pagamos las mujeres es altísimo". Con lo cual estaría muy comprometida. No lo dudo. No puedo decir qué diría porque no me gusta, tendría que estar ella para decir qué diría. Pero como eso no es posible, expreso: yo no sé qué diría, pero estaría recontra comprometida con lo que está pasando, a la cabeza.

-¿El cine fue un vehículo ideal para expresar sus ideas?

-Se convirtió en eso. Ella no tenía esta certeza cuando se acercó al cine. También el fenómeno fue doble. Por un lado, las películas iniciales, que ella no dirigió, Crónica de una señora y Triángulo de cuatro fueron exitosas y tuvieron buena crítica. Pero al margen de eso, ella asistió al set, a mirar cómo se hacía, y se enamoró, se fascinó por el mundo del cine. Lo descubrió a propósito de los libros.