Soy de la generación del Winco y sus tres velocidades. Tal vez de la última generación que los utilizó. A fines de los años 70’ vinieron los centros musicales donde coexistían bandeja para vinilos, radio y pasa-cassetes. ¡Toda una revolución!

En el querido Winco escuchaba los vinilos que había en mi casa. Iban desde Alta Tensión con su diseño multicolor, pasando por María Elena Walsh, hasta Almendra o Sui Generis. Era poner el disco, girar “la perilla” de encendido y sentarme en una silla ya preparada mientras el “brazo automático” apoyaba la púa en el primer surco. Los instantes silenciosos antes de iniciar la música, dejaban oír el sonido característico de las inevitables “rayaduras”. La silla estaba a un metro y frente al aparato. Yo me sentaba y escuchaba todo el disco mirando el Winco como si fuera la TV misma. Nunca terminé de entender este comportamiento-necesidad a la hora de escuchar un L.P, pero así lo hacía. Unos años después confirmé que otrxs de mi misma generación también tenían este accionar. En fin…

Ya entrando en la pre-adolescencia llegaron a mis manos músicas en inglés. Mi hermano mayor las conseguía en cintas de cassettes TDK piratas. Grupos como King Crimson, Génesis, Jethro Tull, Yes, Pink Floyd y otros llegaron a mis oídos.

Pero hubo un disco (en realidad un TDK regrabado) que me impactó fuertemente. Me conmovió en el terreno intelectual, físico y emocional/espiritual. Se trataba de El cordero se acuesta en Broadway (The lamb lies down on Broadway, 1974) del grupo inglés Génesis liderado hasta 1975 por Peter Gabriel. Esa fue su última obra al frente del grupo. ¡Qué despedida!

Se trata de un derrotero conceptual con canciones hermosas y cambiantes climas sugestivos que hay que escuchar de corrido, sin parar. Relata las sorprendentes peripecias surrealistas, oníricas y poéticas que el protagonista debe atravesar hasta lograr encontrarse a sí mismo. Para conseguirlo renuncia a su “traje viejo” y abraza otros valores. Su envergadura es la de una obra maestra.

Los años 70 y parte de los 80 fueron el momento del rock sinfónico que yo devoraba. Me resultaba asombroso como aquellxs artistas con una formación clásica y erudita podían transgredir esos límites musicales utilizando sus herramientas técnicas, sus saberes y su sensibilidad para hacer algo totalmente nuevo, elaborado, apoyado y utilizando “lo clásico” como materia a modelar. Sin olvidar la raíz, sin negación de lo propio. Como nuestro Piazzolla con el tango.

El cordero se acuesta en Broadway es una ópera rock concebida por P.G en un disco doble de Génesis. Un trabajo artístico riguroso y lúcido.

El riesgo musical de El cordero… es verdaderamente cautivante, pero no sería lo mismo sin la voz multifacética, de origen profundo y siempre teatral de P.G. Un “instrumento musical” más, interpenetrado con los otros.

No es sólo lo que dice en lo que canta, sino también cómo hace sonar lo que dice. Los que lo seguimos desde el inicio y lo hemos visto en escena presencialmente, o en videos de sus shows setentistas, sabemos que es un gran performer. Un artista que entiende, como entendía Kantor, que no hay problemas de la música o del teatro, que hay problemas del arte.

Volviendo a mi adolescencia y a ese primer contacto crucial con la obra, es importante decir que ya no escuchaba frente al Winco como cuando chico. Ahora lo hacía recostado en un sillón con el centro musical que mi madre había comprado a mi lateral. Justo al alcance de la mano para poder, con un solo movimiento, retroceder el TDK y volver a escuchar aquello que por tan bello o dramático no podía creer que existiera. Realmente me emocionaba con esa banda, ese disco y esa voz. Aún me ocurre.

Cuando finalmente pude comprar el Vinilo y lo tuve en mis manos, percibí algo más de la consistencia y dimensión de esa obra. El arte de tapa, contenía en su interior un collage con las letras de las canciones y fotos de escenas protagonizadas por P.G. La tapa y contratapas trípticos. Cuando vi el arte se produjo “un salto” en la comprensión del álbum. Estos tipos con Peter a la cabeza hacían algo más que música. El disco “físico” con su concepción plástica era una obra en sí misma antes de echarlo a rodar en la bandeja. Me golpeó la noción de un arte que más allá de lo musical, era plástico y era escénico, corriendo la frontera y creando (lo entendí después, cuando me adentré en el teatro) un objeto que bien podría ubicarse en el territorio teatral.

La primera vez que vi a Gabriel en vivo fue en el show que organizó Amnesty en el año 88 en River. Comprobé una vez más su nivel escénico y su concepción artística integral. En el 94 conseguí el VHS del espectáculo que montó en Italia: The Secret World. ¡Otro tiro certero en la mismísima sien! Arte escénico en su mayor dimensión. Un descomunal nivel musical y una tecnología inédita para la época al servicio de los NO SOLO músicos. No se trataba de un recital. Una vez más se trataba de una obra de principio a fin. Una obra autónoma con un lenguaje escénico-musical sin fisuras, que desarrolla una curva “dramática” con momentos conmovedores e imágenes de gran poder. Todo al servicio de un objeto VIVO que se va construyendo dinámicamente. Ya tenía 29 años y, aunque joven, empezaba a afirmar una primera síntesis en mi trabajo, junto a la pregunta de cuál era “el teatro” que quería hacer. Y El cordero se acuesta en Broadway y P.G, tenían que ver en “algo” con el teatro que deseaba para mí.

En Periplo durante todos estos años nos acompaña, espectáculo a espectáculo, preguntas que siempre actualizamos: ¿Qué es el teatro para nosotrxs hoy? ¿Cuáles son las fronteras y alcances de su lengua?, ¿qué intenta revelar? El cordero… fue una influencia en la generación de esas cavilaciones creativas y es una referencia actual a la hora de buscar alguna pista.

Al TDK ya no lo escucho, pero aún lo conservo, claro.


Diego Cazabat nació en 1965. Es director, actor, investigador y docente. Desde su fundación en 1995 es director artístico de Periplo, Compañía Teatral. Gestor desde 1997 de El Astrolabio Teatro. Ha dirigido más de 30 espectáculos, realizado numerosas giras internacionales por más 15 países, obteniendo diversos premios y distinciones de orden Nacional e Internacional. Obtuvo en 1989 el Premio George Meliés con Gaby y Tiky película dirigida por A. Virginillo. Co-autor de TEATRO. Misterios de un oficio poético, libro destacado en el rubro “ensayística” por los Premios Teatro del Mundo (C.C.R. Rojas/UBA). Fue Rector de la Escuela de Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) de la Ciudad de Bs. As., institución de la cual es actualmente vicerrector.