El domingo, la ciudad amaneció más vacía que lo habitual: un importante número de residentes estaba en otro lado, aprovechando el último feriado del fin de semana XL. Las rutas 2 y 11, más la autopista La Plata-Buenos Aires, comenzarían a devolver lugareños recién entrada la tarde. Mientras tanto, gran parte de la masa que se quedó en la capital bonaerense durante las pascuas hizo lo que otros domingos cuando el sol invita: lanzarse al bosque.
Ese pulmonazo de 60 hectáreas con árboles varios, un lago, el viejo zoológico, el museo de ciencias naturales y un observatorio astronómico. Un lugar para tomarse unos mates, comer una carne en algún chiringuito, pedalear a lo largo sin tener que esquivar autos en doble fila, verse con el amiguerío, patearse un futbito entre el pasto, curtir el verde antes de volver a la carga de los lunes.
Pero no fue solamente el calorcito de este otoño aprimaverado lo que atrajo a miles de personas hacia el parque más grande de la ciudad: el domingo fue la fecha en la que la AFA dispuso jugar el clásico platense del torneo femenil en el estadio de Gimnasia. Los dos están en el bosque; el del Pincha sobre uno de los márgenes del predio, en calle 1; y el del Lobo en 60 hasta al monumento a Mitre, en la rotonda de Iraola y Centenario, cerca del corazón del pulmón. Entre ambas canchas no hay más de 400 metros.
► El neoclásico platense
Un detalle adicional subrayaba la cita: era apenas la segunda pulsa entre estos equipos desde que el fútbol femenil se semiprofesionalizó en 2019. El anterior también se jugó en arena tripera, terminó 3-3 y fue uno de los partidazos que dejó ese torneo iniciático pero inconcluso que la pandemia cortó cuando promediaba la última fecha de la Fase Clasificatoria. En su estreno en Primera tras ganar el campeonato de la B, El Lobo estaba en puestos de Fase Campeonato y también de Copa Federal, una réplica de la Copa Argentina del masculino. Pero la Covid frustró la realización de ambos torneos.
Tras la reanudación postcuarenténica, hubo tres: el Transición 2020 más los Apertura y Clausura 2021, todos con un mismo sistema de juego que nunca las cruzó. Repartidas en distintas zonas iniciales, Gimnasia siempre clasificó, aunque perdió en la primera serie del playoffs, mientras que Estudiantes nunca pudo pasar el grupo.
Recién este campeonato 2022 les aseguró el reencuentro en el fixture de un torneo que, por primera vez en esta nueva era, ya no separa a los equipos por fase, sino que los mide en una rueda única. Al igual que en el masculino, los cuadros se enfrentan entre sí una sola oportunidad. Y el sorteo, otra vez, le dio la bendición de la única localía a Gimnasia.
El club, inteligentemente, decidió anfitrionar el evento en su cancha principal. Hasta el domingo, las pibas del Lobo alternaban entre el estadio Juan Carmelo Zerillo y el predio de entrenamiento de Estancia Chica, en el Abasto platense, unos 15 kilómetros al sudoeste del cuadrado fundacional.
Estudiantes, en cambio, tardó un tanto más en ceder el viejo José Luis Hirschi, reestrenado en 2019 tras catorce años de demolición y reconstrucción. Recién en la fecha anterior a este clásico, el club les dio a las pibas del Pincha las llaves del moderno estadio UNO. Fue para recibir a River. Todo lo anterior lo jugaron en el country de City Bell, a unas diez cuadras del Camino General Belgrano.
► 5000 tickets, dos goles y un lobo inflable
Marzo y abril compusieron un bimestre parteaguas en la búsqueda de constituir al fútbol femenil como un espectáculo apetecible. O, por lo menos, dejaron un póker de hechos atendibles. El 27 de marzo se jugó por primera vez un Superclásico entre mujeres en el Monumental, aunque fue con el estadio aún cerrado al público por las obras en zona de tribunas. Tres días más tarde, 91.500 personas sacaron boleto para ver Barcelona-Real Madrid, el partido con más espectadores en la historia de la rama. Y La Plata aportó este otro par de hitos en los últimos diez días.
Es que fue tan fundacional el arribo del equipo femenil de Estudiantes a UNO el domingo 3 de abril como la vuelta del derby al Zerrillo una quincena después. Porque ni los clubes más populares suelen ceder su estadio principal a las pibas, ni tampoco los clásicos sirven para abrirles puertas. En lo que va del año, apenas Boca, Independiente y Rosario Central pudieron repetir en el aforo principal de su club. De hecho, en toda la historia del semiprofesionalismo fueron más los Superclásicos en canchas neutrales o secundarias (Casa Amarilla, Vélez, incluso la del Deportivo Morón) que en los principales de ambos cuadros.
Con la autorización de la AFA para admitir público únicamente local, Gimnasia fue vendiendo entradas de a tandas. Lo hizo durante la semana en su sede social, cortó en la noche del jueves y dejó el remanente para el día del partido en el estadio. Pero, aún con las mejores expectativas, el domingo apareció por el bosque más gente interesada de la imaginada. El partido comenzó 15.40 y pasadas las 16 todavía había colas en la boletería.
Se habló de más de cinco mil boletos vendidos, pero a esos habrá que sumarles a ojo otra tira de invitados, acreditados y etcéteras. La platea principal y la popular local estaban a tope con locales, más un pequeño codo para una centena de allegados a los visitantes. Pero cuando la fila sobre la única entrada habilitada mermó, el partido ya estaba resuelto: a los 25 minutos del primer tiempo, Milagros Cortés cerró el resultado tras un batifondo en el área de Gimnasia, después de que Laura Sampedro abriera de cabeza a los 10.
Estudiantes se llevó un clásico bravo, con mucha pierna, el ceño fruncido y acaloradas puteadas desde las tribunas. Un trámite bravo para Gabriela Coronel, desde hace un año árbitra internacional FIFA y estrenada como cuarta en la B Metro varonil. Hubo mucha tensión, aunque ninguna tarjeta roja. Recién cuando terminó el partido se produjeron unas escaramuzas en la zona de la manga, una imagen surrealista en las fauces de ese lobo inflable que Gimnasia dispone para que los equipos conecten vestuarios con la cancha.
A las horas, alguna jugadora del Lobo lo mencionó en sus redes con entendible decepción. Una colega del Pincha procuró bajar la temperatura: "No tiene que volver a pasar, y como parte del plantel te pido disculpas a vos y a tu gente". Minutos después del pitazo final, aún con las pulsaciones aceleradas por protagonizar un hecho histórico para el fútbol femenil argentino, Laura Sampedro, referente de Estudiantes y autora del gol que abrió el partido, había dejado una observación que iba más allá del resultado: "Sabemos que hay mucho por luchar todavía, pero lo importante es seguir peleando los espacios".
¿Quedaste manija? Seguí leyendo...
- Qatar 2022 y después: la Scaloneta levanta europibes y no pisa el freno, por Juan Ignacio Provéndola (7/4/22)
- El manual de juego: Mourinho te ama, por Javier Aguirre (10/3/22)