Mojigata, el nuevo disco de Marilina Bertoldi, invita de manera explosiva. La “Intro” surca entre susurros y sonidos dispersos, hasta que aparece “Es poderoso” y todo cobra una forma potente, de fisonomía rockera. “El disco nace a partir de la necesidad de sacarme de encima ciertas ataduras y presiones que tuve toda mi vida”, dice Bertoldi a Rosario/12 sobre su trabajo más reciente, cuya gira inicia en Rosario, hoy a las 20 en La Sala de las Artes (Suipacha bis 98). “Son condicionamientos que tuve que adoptar para sobrevivir y pasar desapercibida. No quería ser vista, entonces construí a esta Marilina que vengo siendo desde que tengo uso de razón. Ahí nace el término ‘Mojigata’, que es mi manera de llamar a toda esa época; ese personaje ansioso, neurótico, pesimista, oscuro. Ahí me metí en el viaje de autodescubrimiento, de mirarme al espejo y empezar a notar todo lo que me puse y no era, sacarme la armadura y aprender a ser yo. Mojigata es ponerle punto final a una época”, responde la música por mail.
-Para mí, el disco es la invitación a un viaje, personal y explosivo. ¿A qué viaje invitás al público?, ¿hay un destino u horizonte perseguidos?
-Además de ser descaradamente rockero, el disco es también muy autobiográfico, muy personal. No hablo de cosas que no me pasan, y este disco no es la excepción. Así que supongo que invito al público a compartir ese viaje de autoconocimiento conmigo. El horizonte es desatar la tensión que se construye al comienzo porque, por suerte, el resultado de esa época de crisis fue positivo. Poder transmitir que a pesar de todo hay luz al final del túnel, y esa luz es el amor propio, es estar de tu lado en tu cabeza, todo lo que yo no tuve durante mi vida y tuve que construir de adulta, básicamente. El público comparte bastante mi experiencia, me siento muy reflejada en quienes me escuchan actualmente, creo que mis canciones son una foto de ellxs mismos.
-Me detengo en los video clips, ¿hay cuestiones ya presentes en las canciones, que te motivan hacia la expresión audiovisual, o esto surge de la mirada y sugerencias de quien los realiza?
-Al escuchar las canciones puedo percibir imágenes inmediatamente, como si pudiera ver música, además de oírla. Aun así, al trabajar con directorxs de videos me gusta aportar aspectos más generales, conceptos, y sobre todo cosas que no quiero que refleje el video. Siento que por ahora es la manera en la cual se nutre todo mucho más. No voy a mentirte, como buena virginiana, mi siguiente paso es dirigir mis propios videos, o al menos guionarlos. Pero por ahora, realmente me representaba un trabajo que no tenía posibilidades de hacer.
-Pacto un vínculo entre las canciones “Amuleto” y “Cosa Mía”, como dos maneras de mostrarte ante un espejo. En “Amuleto” hay una fantasía que transgrede una lógica fría, médica. A propósito, ¿cómo fue el trabajo con Javiera Mena?
-Respecto a “Cosa Mía”, la intención fue agitarme a mí misma con el “c’mon c’mon”, y que se extendiera a quien lo escuchara. A moverse. Y en cuanto a “Amuleto”, me salió hablar de ese misterio que tengo guardado adentro mío y que lo protejo desde siempre, mi secreto que guardo desde niña, esa sensación de que no puedo mostrar todo. Algo que me hace especial pero a la vez me aleja de lo que quiero. Es como que vengo, en el disco, de un intento de sacarme a andar, de no quedarme quieta y con miedo, y termino en esa búsqueda aceptando algo que nunca había podido ver. Javiera fue una suma excelente en la canción, la conexión fue real, y poder haber llevado esa canción a un tono más dulce, más esperanzador y hasta romántico “old school” me pareció súper acertado, porque en realidad la canción nace de un lugar de desesperanza que no deseaba que ninguna de mis canciones tenga. Quienes me han escuchado en mis discos anteriores saben que vengo de un tipo de canción súper oscura, y unas letras que son aún más oscuras. Quiero dejar eso atrás.
-Si hablamos de "rock", ¿qué es el rock para vos?
-El rock es difícil de definir porque ya lleva tantos años y tantas versiones de sí mismo que siento que se volvió muy abstracto. Ante todo creo que lo más reconocible del rock es la irreverencia, el no querer gustar, el patear una puerta que nadie abrió antes sin certeza de si alguien va a cruzarla con vos, es jugársela sin saber que te la estás jugando porque simplemente estás siendo vos, pero a la vista de todxs. Para mí es eso. En cuanto a sonoridad puede adaptar cualquier forma, pero definitivamente lo que nunca puede ser es complaciente. Y creo que este último tiempo se lo decretó como muerto porque quienes sonaban al sonido rockero (guitarras, baterías, solitos y looks del estilo) estaban transitando lugares cómodos, simplemente entreteniendo y de ninguna manera interpelando a nadie, ni siquiera a ellxs mismos. Cobrando el cheque, digamos. Actualmente siento que eso sigue bastante así, todo es bello, todo es cuidado, todo está pactado y planificado, no hay sorpresa. Yo me escapo a eso, no porque soy mejor, sino porque nunca en mi puta vida encajé en ningún lugar. Yo soy una outsider, y agradar para mí no es una opción. No sé cómo se hace.