1. La poética es también el viaje inaugural en un análisis, como el de los personajes de Kerouac en “On the Road”, En el Camino, la novela beatnik y pionera.
Emprender un psicoanálisis también es un “ontheroad”, una puesta en acto que un sujeto realiza en la transferencia temporalizada. Esa relación es instantánea, también trabajosa y diacrónica. Un auténtico viaje, impredecible y único.
Un insistente “be bop” en el que casi podemos escuchar la tensión y la gramática del saxo inconfundible de Charlie Parker, en su “repetición de la diferencia”.
Sólo entonces algo se transmite como original, propio, una poética.
2. En el caso particular de la transferencia psicoanalítica, eso que se transmite lo hace de maneras excéntricas, al menos en una doble hélice: hacia la subjetividad del paciente y del analista, hacia la realidad de la vida y de cómo es vivida a partir de allí.
3. Una poética permite desprender a la letra de la pesada posición de la invocación por aquél que escucha, eso que Lacan nombra como “pulsión invocante”, ligada al imperativo categórico del superyó.
Produce, por otra parte, nueva letra. Un nuevo anclaje en los puntos de ruptura entre simbólico y real. Restablece e inventa una relación con lo real.
Cuando el trabajo sobre una poética suelta esa relación mórbida de la lengua con lo “no reconocido” y con lo que Lacan denomina “negación en lo real”, la vuelve un cantar, la pone a cantar. Pero no todos cantan.
Una poética, no sólo la invocación por la palabra, es un nuevo lazo con lo real, un “ontheroad” al que hay que disponerse.
4. La relación entre los dos personajes principales de la novela, Sal Paradise y Dean Moriarty, epígonos y alter egos del propio Jack Kerouac y del emblemático hípster Neal Cassady, se entrelazan en una relación que podríamos equiparar a las revelaciones transferenciales en un análisis.
Como Freud con Fliess, analizando y analizante se transforman.
Uno solo de ellos, sin embargo, se mantiene testigo y solitario --un dar cuenta de su propia posición como analizando, su propio recorrido de análisis, la del analista en la posición del pase analítico--. Como vemos, la relación es intrínseca y transformadora, pero no es simétrica, desmontando cualquier perversión que encadene la tensión imaginaria propia de la enajenación entre la posición del semblante del objeto “a”- -a´-- y su encarnación en dicho objeto --a--, identificado al desecho.
La narración de Kerouac, en el plano de la escritura y de la literatura, salva, podríamos decir, la existencia impenitente y díscola de Dean Moriarty, le da cuerpo y trascendencia.
Un testigo, un analista, un lector escritor, promueve e inaugura novedad, invención, estilo, estética, creación, método, y nuevo misterio a develar.
Cristian Rodríguez, Espacio Psicoanálisis Contemporáneo (EPC).