“Este es un libro escrito en el mismísimo momento en que la vida familiar puede hacerme más fuerte o arruinarme”, anuncia la protagonista del primer relato. Ese equilibrio inestable crea una tensión que recorre estos textos de principio a fin. El anuncio, además, es materia ambigua. Porque en definitiva, la lectora o el lector ya están ahí, haciendo crujir las maderas del piso mientras van entrando en un clima donde lo cotidiano se ve sacudido de vez en cuando por ramalazos de una materia extraña. Y es que Marina Yuszczuk no sólo crea una realidad que tiembla con sus palabras. Crea, también, un entorno para que esa realidad pueda desplegarse.
Editado por la flamante Rosa Iceberg (“es una variedad que tiene pétalos blancos; como nosotras, no crecen solas sino de a muchas”, explican las editoras), Los arreglos reúne once relatos cortos, todos escritos por una primera persona que al igual que las rosas, puede ser muchas. Algunos de los textos respiran como una segunda piel de Yuszczuk; otros se alejan y observan a la escritora y poeta con cierta distancia.
“Una persona puede ser / tantas cosas / a veces una casa / un lugar especial donde podés sentarte en esa casa / donde te ofrece té, mate o café”, escribió ella en su libro La ola de frío polar, publicado por Gog y Magog en 2015 (es autora además de otros dos libros de poemas y de una novela). Aquello que en la poesía es síntesis, a través de la narrativa se despliega. La niña que prepara masa de lemon pie y nunca llega a forrar la tartera completa, se transforma luego en una mujer que se va de la casa materna en Bahía Blanca a Buenos Aires, se transforma ella misma en madre. En ese tránsito, sus sentimientos también cambian: vive con el novio, siente deseo por ese novio que es compañía y reparo, siente rechazo por ese novio que puede volverse violento.
Las geografías recurrentes de estos relatos son las casas. En “La medianera”, una fiesta familiar de fin de año es la excusa para revelar un secreto escabroso sobre el vecino que vive al otro lado. “El caso fue transparente, enseguida encontraron el cuerpo de la mujer y el cuchillo manchado de sangre. Y debe ser por eso que la noticia aparece en pocos medios ocupando no más que un par de párrafos: no hay misterios”, dice la narradora, sabedora de que las palabras simples pueden ser portadoras de un sentido filoso. “En venta” cuenta la historia de una pareja que visita un edificio en una calle desangelada y se encuentra con la familia que aún vive ahí. “La cocina era un pasillo de un metro de ancho con una mesada de granito llena de pozos (…). El marco estaba tan carcomido como las aberturas de cualquier casa abandonada, y por primera vez pensé que había otro tipo de casas abandonadas, las que tenían gente adentro”, se lee.
Claro que las casas también pueden cobijar belleza y deseo. Es el caso de esa chica, Jose, que cocina un asado al fondo de un jardín en una cena sólo para mujeres y fascina a la narradora. En “La vida de los otros”, una escritora que ha tenido un hijo y cuya vida parece perfecta, termina interpelando a la protagonista al mostrar que en verdad se separó y sale con un alumno. ¿Cómo se las arregla para seguir siendo tan espléndida? ¿Es cierta esa realidad edificada con fotos en Facebook?
Además de las casas, aquí hay una mujer que ve crecer a su bebé y que a lo largo de las páginas se pregunta si continúa amando a ese hombre que tiene al lado cuando el tipo le pega trompadas al colchón. “El futuro tiene algunas imágenes brillantes pero ninguna casa todavía”, advierte en uno de los últimos relatos. Por ahora, entonces, las palabras son el único lugar seguro que la escritora habita. Y ella sabe que las palabras están atravesadas por el doblez, la incertidumbre, el malentendido. En definitiva, por la intemperie, que todo lo desarregla. ,
Los arreglos
Marina Yuszczuk
Rosa Iceberg