Desde París
Esperaron 5 años para volver a encontrarse y jugar a la revancha de una primera confrontación que tuvo lugar entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017. El presidente-candidato Emmanuel Macron y la candidata de la extrema derecha Marine Le Pen protagonizaron un nuevo debate que encerró a Marine Le Pen en dos desafíos: hacer un mejor papel que el bochornoso episodio del debate precedente en el cual Emmanuel Macron la aplastó y ganar adhesiones electorales en un momento clave en el cual las encuestas le otorgan más ventaja al mandatario.
Macron atraviesa una dinámica ascendente desde hace varios días (56,5 %, 43,5%) y, desde el principio, el debate reflejó ese movimiento. El jefe del Estado nunca bajó de su pedestal y Marine Le Pen jamás subió por los peldaños. Evitó, si el papelón de 2017 cuando, confusa y dubitativa, se perdió en las cifras, las citas y las fichas que consultaba. Esta vez, aunque siempre imprecisa, fue más concreta y segura. Sin embargo, cuando llegó el tema de Rusia Le Pen perdió pie y mucho crédito. Macron enumeró el respaldo que Marine Le Pen siempre le aportó a Vladimir Putin, la forma en que, en 2014, alabó la anexión de Crimea y el préstamo de más de 9 millones de euros que su partido obtuvo del banco ruso First Czech Russian Bank para financiar la campaña para las elecciones regionales y departamentales de 2015 (aún lo está reembolsando). Con un caradurismo inaudito, Marine Le Pen negó todo. Sin embargo, todo es verdad, incluso cuando dijo, en BFMTV, en enero de 2017: “absolutamente no creo que haya habido una anexión ilegal de Crimea: hubo un referendo, los habitantes deseaban unirse a Rusia”. En este capítulo la señora Le Pen se puso nerviosa y tejió una red de argumentos falaces que le hicieron perder mucho crédito, incluso si, en un momento, dijo que la invasión de Ucrania era “una agresión inadmisible”. Emmanuel Macron la acusó de “depender del poder ruso” y de tomar a Vladimir Putin “por un banco”.
Contrastes
Hubo otros contrastes con respecto a 2017, entre ellos la posición de la ultraderecha con respecto a la Unión Europea. Hace 5 años, Marine Le Pen afirmaba querer salir de Europa. Ya no verbaliza esa opción, pero su programa apunta a una ruptura, razón por la cual Emmanuel Macron la acusó de “mentir”. En el programa de la ultraderecha hay propuestas que, si Marine Le Pen es presidenta y las aplica, chocan con las reglas comunes fijadas en los tratados europeos (control en las fronteras nacionales, renegociación de los acuerdos de Schengen, restricción de los derechos sociales para los extranjeros, incluso europeos). Momentos memorables como en otros debates no hubo realmente, ni tampoco confrontaciones muy frontales. Tanto Le Pen como Macron mostraron un perfil moderado porque necesitan de los votos de la izquierda de Jean-Luc Mélenchon para ganar las elecciones. Tampoco había mucho que esperar de un debate que interviene en una campaña sin debates previos, sin relieve, con los partidos institucionales hundidos, con escasas ideas y con dos finalistas cantados desde hace varios años. Como si el intercambio al que la sociedad asistió esta noche ya formara parte tan íntimamente del destino calculado, masticado y diseñado que el debate no suscitó más interés que el de ver qué haría cada contrincante ante el desafío.
Dos actores enfrentados en una pieza cuyo final podía cambiar con cualquier tropiezo. Nada cambió. Todo fue de vuelo bajo, de tono controlado, medido, aséptico a tal punto que en más de una ocasión Marine Le Pen dio la impresión de ser una postulante de centro derecha. Hay mucha diferencia, de hecho, entre una líder popular que juega con la opinión y un dirigente que conoce los temas de los que habla. Ello se reflejó en la discusión con un Macron que exhibió sus conocimientos de los temas económicos hasta en los más mínimos detalles. La revancha se anunció más explosiva de lo que resultó. Las discrepancias entre los dos fueron tan enormes que los equipos que prepararon el debate ni siquiera se pusieron de acuerdo sobre el tema con el cual se iniciaría el intercambio. Los canales que transmitieron el debate tuvieron que dirigirse a la Autoridad que regula la comunicación audiovisual y digital (Arcom) para que les propusiera una solución. Arcom terminó recomendando que el primer tema se eligiera por sorteo. La discusión se abrió con el tema del poder adquisitivo seguida por Ucrania. Medio ambiente, modelo social (jubilación, salud), empresas, educación, seguridad e inmigración fueron los otros ingredientes temáticos del programa. Sobre la ecología, a parte del “usted es una climato-escéptica” que le dijo Macron y el “usted es un “climato-hipócrita” que le respondió Marine Le Pen, nada que destacar realmente.
Marine le Pen opuso su “patriotismo económico”, o sea, la nación y el terruño como antídoto contra los males del empresariado, ante un Emmanuel Macron al que calificó de “promotor de la globalización que acarrea pobreza y desigualdad”. Ninguna novedad tampoco. Son las mismas retóricas que destilan los medios y los comentaristas y que hacen pasar a Marine Le Pen como la candidata del pueblo y a Emmanuel Macron como el liberal y última fortaleza ante el fascismo. En suma, democracia o dictadura, progreso o regresión, el bien contra el mal. Igual que en 2017, pero con acentos más dramáticos debido a la trascendencia que va adquiriendo la extrema derecha y al elevado porcentaje de personas que rechazan la alternativa y se aprestan a votar en blanco. Solo que el programa de la ultraderecha es tan liberal como el de Macron y las medidas "para el pueblo" que propone Marine le Pen son un rejunte incoherente y sin bases para financiarlas.
Marine Le Pen se lució en su tema de predilección, los extranjeros y los malos tratos de todo tipo que su plataforma electoral les tiene preparados. Ya visto y oído, como sus ataques contra los musulmanes. La candidata de la ultraderecha reiteró su idea de prohibir el velo en los espacios públicos. ”Quiero luchar contra el islamismo. No lucho contra el islam, sino contra la ideología islamista que ataca los fundamentos de nuestra República”, dijo. Macron aclaró que con él no se “’prohibirá ni el pañuelo, ni la kipá, ni ningún signo religioso”. Luego agregó: “lo inquietante en su demostración es el camino que toma. De una pregunta sobre el velo usted pasa al terrorismo para volver sobre el islamismo y de allí ir hacia los extranjeros”.
Marine Le Pen se fue agotando con el correr de las horas de debate mientras que su adversario parecía más bien un profesional un tanto arrogante y mucho mejor preparado. Es poco probable que el debate de este miércoles cambie de manera radical las intenciones de voto que reflejan los sondeos. Cinco años después, la tan esperada revancha se parece más a una repetición menos improvisada por parte de Marine Le Pen, pero en ningún caso más decisiva para sumar los votos que llevarían a la extrema derecha hacia una mayoría presidencial.
Interpelaciones, batallas de cifras, tensión y algunos golpes bajos durante el debate no bastan para llenar los imaginarios de un electorado que siente profundamente que lo han llevado a una trampa en la cual no tiene la plena libertad de elegir.