La pronunciada bajante del río Paraná, que empezó en 2019, continuará este año con fuertes impactos en la provisión de agua para hogares, la navegación y la generación de energía.
La falta de lluvias en las cuencas brasileñas de los ríos Paraná e Iguazú figura entre las causas principales del fenómeno, que se registró once veces entre 1909 y 1969.
El Suplemento Universidad consultó a investigadores y docentes de las universidades nacionales del Litoral (UNL), Misiones (UNaM) y Nordeste (UNNE) sobre el estado actual de la situación y la proyección a mediano plazo.
“La condición de bajante del Paraná persiste. Hay un leve repunte, que va a terminar en cuestión de semanas. Depende de la ubicación del tramo en territorio argentino. Pero lo importante no es el corto plazo de los próximos tres o cuatro meses”, explicó Carlos Ramonell, geólogo y docente de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL.
Ramonell señaló que “hay un tema del que no se habla desde los organismos oficiales, que hacen pronósticos muy cortoplacistas, y que llegan a decir que hasta abril o mayo persiste la condición de la Niña (fenómeno global que afecta a las lluvias), por un exceso de cautela”.
“En realidad, ya sabemos que termina la época de lluvias ahora y listo. El río Paraná tiene que sobrevivir con lo poco que caiga. Pero la condición de estiaje (nivel más bajo de un río) acá en Argentina se vive en los meses de agosto y setiembre e incluso en octubre hacia el Paraná inferior. Entonces ahí va a estar la situación crítica”, advirtió.
Por su parte, Hugo Rohrmann, ingeniero en Recursos Hídricos de la UNNE, subrayó que “ahora en Resistencia y Corrientes el río ha crecido y superó los tres metros en Corrientes, que es el límite para considerar agua baja o media”.
“En toda la cuenta del Paraná superior, en Brasil, las lluvias no fueron tan significativas y volverán las aguas bajas. Los servicios meteorológicos de Argentina y Brasil informan que hasta mayo o junio no van a mejorar las lluvias”, destacó Rohrmann.
Sin embargo, mostró cierto optimismo al asegurar que “las últimas lluvias hacen que uno vea las próximas temporadas de lluvias con buenos auspicios” y enfatizó: “Da la impresión de que podría ser normal la temporadas de lluvias y entonces allí se habrá terminado esta gran bajante”.
Alarmante impacto ambiental
Respecto de los efectos de la bajante del Paraná, Rohrmann aseguró que el contexto es un fenómeno “excepcional, porque hace cincuenta años que no se daban valores tan bajos”.
“El impacto ha sido variado. Lo más evidente es la toma de agua de Santa Fe al norte. Más del 60 por ciento de las tomas han tenido problemas. En Puerto Iguazú se interrumpió, porque las bombas quedaron en el aire y el agua abajo. Y tres años consecutivos con bombas exigidas no es bueno. Todas las prestadoras tuvieron que trabajar con bombas auxiliares”, remarcó.
Por otra parte, destacó que de Rosario al norte “la navegación fluvial comercial está muy afectada” y que en Puerto Barranqueras “también se vieron interrumpidas las terminales de descargas de empresas que abastecen de combustibles, por lo que, como eso no se podía hacer, se llevó a cabo en camiones”.
El ingeniero de la UNNE advirtió que “otro aspecto es el impacto en la fauna, que fue muy directo, porque la mayoría de las especies necesitan salir del cauce del Paraná e ir a los afluentes para alimentarse y reproducirse”.
Añadió que esa actividad “en estos tres años de bajante no se dio” y señaló que hay “problemas entre las jurisdicciones de Argentina y Paraguay”, al momento de controlar y buscar soluciones.
Por otra parte, hizo hincapié en que a raíz de la bajante del Paraná “hay un agua de menos calidad”.
“El sedimento también es un problema muy evidente. Cuando menos agua trae el río, también se genera un impacto, porque es menos agua y los sedimentos son los mismos y eso afecta mucho el trabajo de plantas de agua potable”, advirtió.
Problemas energéticos que crecen
Para Alejandro Ruberto, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNNE y la UNaM, durante el período comprendido entre julio de 2019 y marzo de 2022 las lluvias en el área de influencia del ente binacional argentino-paraguayo Yacyretá y de Itaipú (gestionado por Paraguay y Brasil) “fueron inferiores a las normales, con lo cual al extenderse más de mil días han almacenado sustancialmente menos volumen de agua”.
Ruberto puntualizó que “al ser las presas de llanura de paso por su casi nula capacidad de retención, esta bajante prolongada mostró la faz almacenadora y de regulación que ejercen las presas de llanura en situaciones extremas”.
Con la bajante “se muestra que en estiaje pasa a tener preponderancia el almacenamiento y la regulación de caudales para mantenerse cerca de la cota de funcionamiento y así generar mayor energía posible”.
“En abril de 2022, Itaipú está operando con 80 por ciento de su volumen útil, lo que invita a reflexionar acerca de la importancia del manejo y regulación en aguas bajas en la operación de las represas tanto para el abastecimiento de agua potable, cuidado del medio ambiente y capacidad de drenaje de aguas grises, entre otras circunstancias”, aseguró.
Rohrmann, en tanto, recordó que en 2021 la generación de energía en Itaipú y Yacyretá fue menor, porque estuvieron trabajando con algunas turbinas sí y otras no, por la sencilla razón de que no había agua, algo que también sucede en 2022”.
Ramonell, por su parte, precisó que la bajante extraordinaria del Paraná “no afecta la infraestructura vial y ferrovial de cruces del río, como el Túnel Subfluvial y los puentes”.
“Sin embargo, las pérdidas económicas que genera la bajante a la Hidrovía, en promedio, se estima en el orden de 2 millones de dólares por día”, resaltó el especialista en El río Paraná en su tramo medio (puede consultarse en este link).
La Hidrovía tiene una extensión de 4.122 kilómetros, desde Buenos Aires hasta Corumbá–Cáceres por el río Paraguay, y hasta Puerto Iguazú por el Alto Paraná, además de 239 kilómetros en el estuario del Río de la Plata, desde Buenos Aires hacia el Atlántico. Transita por cinco países, con longitudes similares en Brasil, Paraguay y Argentina, y puntos de contacto en Bolivia y Uruguay.