El Día de la Tierra fue el elegido por el poeta y cantor riojano Carlos Ferreyra para presentarle al mundo su nuevo disco. Se llama Contra la nostalgia, lo grabó entre montañas en el valle de Traslasierra, lleva en sus entrañas la impronta del cantor nacional –mezcla de tango y folklore--, y lo arropa bajo una fórmula que suele fallar poco: canto + decires poéticos + piano. “Que el disco salga justo el día de la tierra es medio casual, pero sintoniza bien con `La última danza`, el texto que tomó del Viaje a Ixtlán, de Carlos Castaneda, cuyo fuerte es precisamente el cuidado de la tierra y su entorno”, calibra Ferreyra, que “se hizo” escuchando decir a David Gatica y al Chito Zeballos, y cantar a Nicolás Carrión y Pancho Cabral.

Entre las nueve piezas del disco figuran también “Boliche de Santos Vega”, de Pancho Cabral; “A don Rosa Toledo”, de Ramón Navarro; y “El tango es una mina”, de Ramiro González… tres riojanos como él, y como Nahuel Minue, pianista, arreglador y director musical que acompaña a Ferreyra en sus exploraciones sonoras. “La improvisación, la exploración del sonido, la intensidad del repertorio, la unión de una voz y un piano son los argumentos estéticos y conceptuales del disco”, ratifica él, focalizado en un continente artístico cuyo propósito radica, precisamente, en resaltar al hombre con sus preguntas, respuestas, recuerdos, dolores y esperanzas. “Mediante la poesía y la música nombramos y rendimos homenajes al trabajador rural, al hachero, a la Madre Tierra, a nuestros desaparecidos, y al amor. Para mí es el disco soñado… sin palmas, intimista, sin estridencias, para oír en silencio sobre cosas como recuperar el alma mediante un ritual de nuestros ancestros, tal el caso de `Contra la Nostalgia`; o rescatar aquellos hombres de boca morada, que refleja la milonga `Boliche de Santos Vega`”, asegura Ferreyra, alguna vez revelación en Cosquín, y dueño a la fecha de cinco trabajos discográficos, y un perfil bajo que lo mantiene lejos de las luces del centro. 

“Las luces nunca vinieron a mí, o no eran tan intensas como para atraerme”, subraya. “Creo que ellas acobardan al pueblerino que prefiere la montaña y el silencio, o dicho mejor, los sonidos de la naturaleza. Nuestros recuerdos son de velas, de fuegos, del farolito del hombre que en el invierno vendía maní caliente en su triciclo… la penumbra nos cobijaba en su calor materno”, amplia el artista, cuya aquerencia queda en el piedemonte del Cordón del Velazco, ubicado en El Duraznillo, un bello paraje distante 25 kilómetros de la Capital riojana. “Vivo rodeado de una reserva natural virgen y quiero que se siga conservando así. Es por ello que, junto a vecinos del sector y de la ciudad, estamos organizados para no dar licencia social al proyecto de explotar uranio en la quebrada de Alipán… no permitiremos minería contaminante y peligrosa en nuestra tierra”, se planta.

Ferreyra tiene un hermano (Adrián) desaparecido por la dictadura cívico-militar el 29 de marzo de 1976, en Cruz del Eje, y milita en Memoria, Verdad y Justicia. En 2006, en un hecho atado a su ser, fue invitado por Néstor Kirchner a cantar y recitar en el Salón Blanco de la Casa Rosada, junto a la Bruja Salguero durante un homenaje a otra víctima del terror: el Obispo Enrique Angelelli. “Soy de la generación a la que el canto nos acompañó durante los años del horror… las canciones fueron maderos donde asirnos, resistir, comunicar y sobrevivir. En fin, casi todas las experiencias de la vida son canciones o poemas, porque son como remedios para los dolores del alma. Y aquel fue un caso claro”.