La cantata Oyè Ndèn Chaná, del Dúo Eliseo, es la consumación de un proyecto musical pero también una pieza fundamental en el rescate del pueblo chaná y su lengua. La obra, declarada de interés cultural por el Concejo Municipal de Rosario y la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe, se presenta hoy a las 21 en Teatro La Comedia (Mitre 958), con las voces y guitarra del Dúo Eliseo (Gabriel y Alejandro Cepeda); narración a cargo de Jorge “Pichi” Cetta; las voces de Carlos Medrano, Yamila Giordano, Marisa Palacios, Gise Stival, Leo Preto, Evangelina Reyes y Ramón Arévalo; y las participaciones musicales de Federico Cepeda (violín), José Luis “Jory” Balbuena (vientos, charango y accesorios), Hernán Flores (bajo), y Daniel “Falu” Aquino (percusión y accesorios).
“La cantata forma parte de un proyecto más integral, que incluye los talleres de capacitación de alfarería prehispánica del litoral, que ya tienen ocho años. Yo soy artesano además de músico, y la cosmovisión y la lengua chaná constituyen los contenidos de estos talleres, que venimos dando en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, y en el norte de Buenos Aires. Tenemos más de 80 talleres hechos en todo el territorio, con intervenciones en las escuelas”, comenta Gabriel Cepeda a Rosario/12.
-Es decir, la cantata se desprende de toda esta experiencia y actividades, que son previas.
-Yo tenía la parte de la artesanía cubierta, pero como músico y compositor me faltaba esta otra parte. Con mi hermano empezamos a musicalizar, invitamos a gente del cordón industrial, entre músicos y cantantes, y en 2018 empezamos a grabar la obra. Pero hubo un episodio previo, en Buenos Aires, en el Museo de Arte Popular José Hernández, donde batimos un récord, porque si bien el museo tiene como política no exponer obras de alumnos, sólo de maestros, nos convocó para hacer una muestra con 100 talleristas. Ahí estuvo don Blas Jaime, que es mi maestro, él es quien puso sobre la mesa todo lo relativo a la lengua chaná, después de casi 300 años de ser una lengua desaparecida. Y fue fantástico. La calidad de las obras resultantes era excelente, y recibimos del Fondo Nacional de las Artes una especie de declaración por ser uno de los mejores proyectos de los últimos años.
-¿Cómo fue este encuentro con don Blas Jaime?
-Él fue declarado por Unesco, en 2004, el último hablante chaná en el mundo; fue quien salió a buscar gente que sabía que hablaba chaná. Pero la gente lo niega, porque quedó mucho miedo a partir de la última matanza que hubo en Victoria, donde se produjo el primer etnocidio del país. Los chaná son el primer pueblo originario que recibe a los europeos; el primer asentamiento fue en Puerto Gaboto, ahí empieza todo. Luego el pueblo se va diluyendo, entre los españoles y europeos. Con la matanza en 1750, en Victoria, a cargo del teniente de gobernador de Santa Fe, Vera Mujica, se silenció todo. Pero hubo un gran trabajo de las mujeres chaná, que empezaron a transmitir la lengua en secreto, como una estrategia de defensa de su cosmovisión y su cultura. Fueron la mamá y la abuela de Blas quienes, a sus 14 años, empezaron a transmitirle todo esto, durante casi 30 años. Él decidió procesarlo todo, y decidió que iba a hablar cuando se jubilara. Así lo hizo. Y se dio justo la casualidad que al momento de aparecer el libro de la lengua chaná, con Ruperto Bonina –artista plástico que participó de los comienzos de Tucumán Arde en Rosario– hicimos una muestra en 2015 sobre los pueblos originarios del litoral. Se enteró don Jaime en Paraná, a través del Facebook, nos conocimos y hasta el día de hoy seguimos estudiando con él.
Ya desde niño, todo lo referido al pueblo chaná siempre lo fascinó a Gabriel Cepeda: “yo vivo cerca del rio, y encontraba restos de cerámica pero no sabía de quién era; siempre me llamó la atención y tuve curiosidad. Hasta que estudié e hice la carrera de museología para ver si lograba alguna novedad, pero el chaná estaba silenciado. Hasta que apareció don Jaime”.
-¿Cómo llegan a la composición de la cantata?
-Con el Dúo Eliseo empezamos en el ’81, haciendo folk rock, y teníamos canciones que ya nombraban a los chaná. Nuestra propuesta poética siempre tuvo que ver con el entorno social, político, paisajístico. Cantamos lo que consideramos que tiene que ver con nuestra identidad, y nombrábamos a los chaná pero sin tener conocimiento. Cuando empiezo a estudiar y me meto de lleno en la cosmovisión, en el stand de la feria de Cosquín, donde participábamos, empecé a componer la cantata. Con mi hermano continuamos el trabajo y nos dimos cuenta que ya teníamos 13 o 14 canciones, con relatos previos que las ponían en situación. Ahí nos decidimos a grabarlas. Cuando nos agarró la pandemia, nos encerrarnos en el estudio de ensayo y grabación, que tenemos en nuestra casa. Hubo quienes enviaron sus participaciones, grabamos sonidos naturales –del agua, de los pájaros–, y si bien la obra tiene ciertos aires de raíz folklórica, está anclada en nuestro paisaje litoraleño. Pero sin llegar al chamamé, no nos interesaba. Buscamos algo más local, que sonara diferente. Nos propusimos hacer una rítmica que, de alguna manera, se ubicara en el espacio litoraleño pero sin caer en lo obvio.
La estructura narrativa de Oyè Ndèn Chaná ofrece tres movimientos; según el músico: “En el primero se narra la cosmovisión chaná, con algunas costumbres y leyendas; el segundo movimiento es el de la llegada de los europeos, donde abordamos la leyenda de Lucía Miranda y el cacique Mangoré, que generan una revolución que ni los arqueólogos saben si es verdad o mentira, quedó como una leyenda popular; y el tercer movimiento es el de la recuperación de la lengua. Ahí interviene Blas, que mandó sus textos por WhatsApp. Esos contrastes nos fascinan. Estamos hablando de un pueblo originario, cuyo representante máximo hoy tiene 88 años y nos manda sus textos por WhatsApp. Es fantástico”.