El calendario señala que el 23 de abril es el Día Internacional del Libro por el aniversario de las muertes de los dos más grandes exponentes de la literatura en castellano y en inglés: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. La Unesco instituyó la celebración, al tiempo que la ONU también toma la fecha como Día de la Lengua Española y Día de la Lengua Inglesa.
Sin embargo, hay varias particularidades para notar. Una es que, en rigor, Shakespeare y Cervantes no murieron el 23 de abril de 1616, por más que la costumbre hable de esa coincidencia. En el caso del autor del Quijote hay indicios de que pudo haber muerto el 22 y que su entierro fue al día siguiente. El libro de difuntos de la Iglesia de San Sebastián así lo explicita.
Pero si la sospecha con Cervantes es por una diferencia de 24 horas, con Shakespeare ese lapso es de diez días. Porque, efectivamente, el dramaturgo murió el 23 de abril de 1616, pero en el Reino Unido no regía aun el calendario gregoriano, sino el juliano. Gran Bretaña se adaptó al calendario que se usa en Occidente recién en 1752. Con lo cual era 23 de abril de 1616 en el Reino Unido cuando murió Shakespeare, pero en los países donde ya se usaba el calendario gregoriano (como España) en verdad era 3 de mayo.
Si Cervantes murió el 23 de abril y no el 22, sí habría una coincidencia con la muerte de otro escritor de lengua castellana: Gómez Suárez de Figueroa, más conocido como el Inca Garcilaso de la Vega. Nacido en Cuzco, en el actual territorio de Perú, llegó a España y escribió obras como Comentarios Reales de los Incas y La Florida del Inca. El 23 de abril de 1616 murió en Córdoba.
El nexo a través de Cardenio
Sin embargo, Cervantes y Shakespeare sí tienen un lazo que los une, un episodio que ocurrió sobre el final de la vida de ambos y que los hubiera vinculado literariamente. Ocurrió en Londres, cuando el dramaturgo John Fletcher, que acostumbraba escribir a cuatro manos, se quedó sin compañero de trabajo. Fletcher pensó en Shakespeare y el Bardo aceptó la invitación.
El socio de Shakespeare le propuso que escribieran una obra en base a las andanzas amorosas de un muchacho, narradas en el capítulo XXIII de una novela que Thomas Shelton había traducido del español en 1612. De hecho, se trataba de la primera traducción a otro idioma de ese libro, que se había publicado en Madrid en 1605. El libro era la primera parte del Quijote.
Lo que Fletcher y Shakespeare acometieron fue una obra sobre Cardenio, el joven al que se cruzan Don Quijote y Sancho. Cardenio tuvo al menos dos representaciones en 1613 y su texto se perdió. Dado que la última obra fecha de Shakespeare es La tempestad, de 1612, Cardenio podría ser el esfuerzo final del dramaturgo. En el siglo XVIII, Lewis Theobald estrenó Doble engaño, una obra para la cual aseguró haber leído el manuscrito perdido. Recién en 2007 se pudo autentificar un manuscrito del Cardenio de Shakespeare y Fletcher.
En base a ese manuscrito y a Doble engaño, fue posible hacer una reconstrucción para ser representada en 2011 por la Royal Shakespeare Company en Londres. La puesta londinense tuvo entre sus espectadores al escritor argentino Carlos Gamerro, que cinco años después imaginó la escritura de la obra en su novela Cardenio.
Con o sin vínculo por el personaje del Quijote, coincidentes o no en la fecha de la muerte, Cervantes y Shakespeare están allí como dos cumbres al alcance y el goce de lectores de todas las edades.