Queride lector, querida lectora, querido lectoro, mientras usted está leyendo esta columna (en caso de que la lea hoy, y que hoy sea el sábado 23 de abril, claro), se celebra el Día del Idioma en todos los territorios hispanoparlantes del infinito y más allá.
¿Por qué justo ese día y no cualquier otro, si hablamos lo que hablamos todos los días, no solo el 23 de abril? Pues porque un 23 de abril, allá por el 16, mejor dicho, por el doble 16, o sea 1616, don Miguel de Cervantes Saavedra dejó de ser un escritor perseguido por los poderosos de su tiempo (encarcelado, incluso), para, al fallecer, pasar a ser el más grande escritor en lengua castellana de todos los tiempos. Si me dicen “cínico” por señalar que se festeja su muerte y no su vida, les recuerdo que no fui yo quien estableció esta efeméride en 1702 (Wikipedia dixit), o sea dos siglos y medio antes de mi aparición en este planeta.
De todas maneras, para no ser menos que nuestra “Madre Patria”, también aquí celebramos a San Martín el 17 de agosto y no el 25 de febrero (cuando nació) y a Belgrano el 20 de junio y no el 3. Necesitaríamos un buen psicoanalista nacional.
Pero esto no termina aquí. Resulta que el más grande escritor y dramaturgo en lengua inglesa, Sir William Shakespeare, pasó a la inmortalidad el mismo día, mes y año que don Miguel, lo que incluso llevó a pensar, cuándo no, que se trataba de la misma persona… ¿o creen ustedes que las fake news nacieron en el siglo XXI? ¡No, centenials, existen desde los tiempos mesozoicos!
Sería extraño pensar que se festeja el día del idioma... castellano en homenaje a Shakespeare. Pero ¿qué podemos esperar de quienes, “en nombre de la democracia”, apoyan actualmente a la misma OTAN que también "en nombre de la democracia” nos atacó a nosotros mismos hace 40 –¡no 400!– añitos?
También cabe preguntarnos por qué festejamos el idioma del país que nos colonizó (me refiero a España; bueno, sí, a Inglaterra también, y a Estados Unidos también, y… siguen las firmas) y, ya que estamos, preguntarnos también por qué a ese idioma muchos le dicen “español” y no “castellano”. Si es porque “se habla en España”, el “galego”, el euskera (vasco), el catalán y el andaluz califican también. Pero además, si es porque “se habla acá”, deberíamos decirle "argentino” y si es porque se habla cruzando el Río de la Plata, "uruguayo".
Los norteamericanos la tienen clara, y se reservan el “English” para ellos y le dicen “British” al que se habla en su Madre Patria, digamos (porque en realidad lo que hoy es Estados Unidos tuvo, por lo menos, tres madres patrias: Inglaterra, España y Francia). De hecho, creen que los únicos “americanos” son ellos mismos, y cuando dicen “América, para los americanos”, América es todo el continente, y americanos son ellos solos. Es como cuando el Sumo Maurífice decía: “Todos –es decir, "ustedes", o sea nosotros– deben esforzarse para que todos –es decir, “nosotros”, o sea ellos– estemos mejor".
Y con esto volvemos al festejadísimo idioma. Como a tantas cosas y personas, lo honramos y celebramos en su día y lo maltratamos el resto del año, o mejor dicho todo el año, 23 de abril incluido, cuando...
...en vez de “los poderosos nos imponen que”, decimos “la época hace que” o “es un fenómeno de época”, como si fuera “la época” y no “las personas con poder” quien dictase los mandatos (mal llamados “paradigmas” o incluso “deseos”).
...en vez de "privilegio", llamamos “derecho” a lo que alguna ley les permite hacer a algunas personas, pero no al resto.
...decimos “sentido común” y no “lo que los poderosos quieren hacernos creer que es lo correcto”.
...llamamos “progresista” a “un tema que nos tiran para que discutamos y nos peleemos sin llegar a ninguna parte, mientras ellos siguen en su sitio". A veces es una discusión bien intencionada, pero ya deberíamos saber que, si estás en CABA, nunca llegarás a Rosario por la Ruta 2 (por dar un ejemplo).
...llamamos “libertad” a la libre empresa, “democracia” a la libre empresa, “libertad de prensa” a la libre empresa, “derechos humanos” a la libre empresa... y “libre empresa” a la capacidad de ejercer todo tipo de presión (legal o no) para deshacerse de la competencia.
...llamamos “libertad” al delirio, la alucinación, la paranoia o la manipulación del prójime.
...decimos “el idioma es dinámico y está en constante modificación” para justificar todo tipo de neologismos sin nuevos sentidos. Es cierto que el idioma está en movimiento, pero debería servir para comunicarnos. A ver: si usted me dice “nos vemos mañana a las cuatro y media”, yo podría entender “nos vemos a la mañana y comemos cuatro medialunas”... y difícilmente nos encontremos. Muchas veces, en nombre de la libertad, se fomenta el desencuentro.
...hacemos jugar nuestra ideología para no aceptar, por ejemplo, la palabra “ideología”, la alivianamos (porque “lo light es fashion, you know?") y la reemplazamos, por ejemplo, por “perspectiva”, palabra que tiene mejor prensa y suena más libreempresaria –perdón, quise decir "democrática"–.
...pluralizamos lo singular y creamos colectivos que no existen. Por ejemplo, transformando nuestra manera de ver las cosas en “todos dicen que…”.
...calificamos de "nuevas" a cosas, maneras o formas que existen desde hace más de 2500 años.
...decimos “lazos amorosos”: si algo te castiga o te ata como un lazo, ¿qué tiene de amoroso?
... evaluamos nuestros fenómenos nacionales desde un encuadre extraño (por ejemplo, pensar el peronismo con categorías europeas).
...creemos que, en nombre de la libertad, cualquier palabra es lo mismo que cualquier otra, y que ninguna tiene carga histórica, afectiva, política o social.
Bueno, tampoco me tomen tan en serio, recuerden que hoy es el Día del Idioma; o sea, una especie de “Día de los Inocentes”, pero del lenguaje.
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de RS Positivo (Rudy- Sanz) esta vez bellamente ilustrado por Pati , “Señora de ojos vendados".