La Orden Oficial de la Legión de Honor es la distinción más importante que otorga la presidencia de Francia. Fue creada por el emperador Napoleón Bonaparte en 1804, con el objetivo de reconocer a figuras locales o extranjeras que se destacaran en el ámbito civil o militar. Esta semana, Pedro Cahn --director científico de la Fundación Huésped-- fue distinguido como “médico especialista en infectología y líder en la lucha contra el sida en Argentina”; y, en efecto, el próximo 29 de abril será condecorado en la Embajada de Francia. El galardón internacional se suma a otros domésticos que Cahn obtuvo previamente, como el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y la mención de honor “Senador Domingo F. Sarmiento” por parte del Senado de la Nación. En este diálogo con Página 12, el pionero y referente en el combate del VIH narra sus primeros pasos en el campo, al tratar pacientes que fallecían de "una afección que ni siquiera sabían cómo nombrar"; y cuenta cómo sobrellevó la exposición pública que tuvo durante la pandemia de la covid al ser convocado como asesor por el Gobierno.
--La Orden Oficial de la Legión de Honor es la distinción más importante que otorga la presidencia de Francia. ¿Esperaba este reconocimiento?
--En verdad no, me sorprendió mucho cuando me comunicaron esto. La Embajada en nuestro país envió la propuesta y desde Francia lo aprobaron. Estoy muy contento, me reconocieron por la actividad científica que desarrollé durante años vinculada a la lucha contra el sida. Es un reconocimiento muy importante y muy antiguo además, se entrega desde hace más de 200 años.
--Es un galardón que fue creado por el mismo Napoleón Bonaparte en 1804…
--Sí, a comienzos del siglo XIX. Se entrega a personas con méritos en el ámbito militar o civil. Hay varios argentinos que la recibieron previamente: el rector de la UBA, Alberto Barbieri; la cantante y legisladora Susana Rinaldi; el artista plástico Julio Le Parc; y la muy entrañable Estela de Carlotto, que no necesita presentación.
--Fue reconocido por sus aportes en VIH, un virus que conoce como la palma de su mano, con el que trabaja hace más de cuarenta años. ¿Alguna vez soñó con este galardón que hoy logra?
--Para ser completamente sincero, cuando vi el primer caso en 1982 ni siquiera estaba descubierto el virus (el hallazgo llegó un año después con la bioquímica Françoise Barré-Sinoussi). En aquel momento pensé que se trataba de casos aislados que íbamos a hallar, con la idea de publicar una investigación interesante. A los médicos nos gusta publicar en revistas científicas los hallazgos que realizamos porque significa la concreción del trabajo. Mentiría si dijera que pronostiqué que la del VIH/Sida se iba a convertir en una epidemia y que 45 años después íbamos a seguir hablando de lo mismo.
--¿Cómo fue ese primer caso de 1982?
--Era un dentista argentino que vivía y trabajaba en Miami; como se empezó a sentir mal, quiso volver a nuestro país para estar con su familia. Lo internaron en el Hospital Juan Fernández, donde yo trabajaba, y lo conocí. Como dato curioso, me contó que tenía relaciones sexuales con varones y, al poco tiempo, se internó en grave estado con una neumonía. En ese momento, lo tratamos de la misma manera que abordábamos los casos de neumonía tradicional y lamentablemente se nos murió enseguida, a las dos semanas. Era una enfermedad rara en verdad, no teníamos en ese momento una explicación clara para lo que había sucedido. Luego supimos que había afrontado el tipo de neumonía que tienen los individuos con inmunodeficiencia celular, como les pasa a las personas que tienen VIH. A los seis meses, se nos internó otro paciente que compartía dicha característica: tenía sexo con otros chicos. Vino al hospital con una meningitis de una presentación muy singular también.
--Ahí advirtieron que algo sucedía con esa población y había que estudiarlo.
--Exacto. Pero era muy difícil estudiarlo. No existía internet, no podíamos entrar en Google y resolver rápido como se hace ahora. Todo dependía de que las revistas científicas llegaran por avión y si no por barco. Había que hacer un pedido de cita bibliográfica en la Academia Nacional de Medicina: si ellos tenían la revista te llevabas una fotocopia, pero de lo contrario, como mínimo, había que esperar 15 días o un mes.
--La actualidad del VIH, afortunadamente, es otra…
--Sí, el paciente que es diagnosticado a tiempo y es tratado oportunamente tiene una expectativa de vida muy similar a la de una persona VIH negativa. Es un cambio contundente para una enfermedad que era brutalmente mortal hasta 1996. Sin embargo, hay que decir que la discriminación aún constituye una de las principales barreras de la lucha contra el virus. En Argentina, por ejemplo, tenemos leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, hay mayor conciencia social pero aún persisten los estigmas. Hay otras naciones, no obstante, en donde los episodios de transfobia y homofobia son muchísimo más corrientes. Incluso hay sitios en que la homosexualidad es vista como una enfermedad que puede ser castigada con prisión perpetua.
--Usted ya era reconocido en el mundo médico, pero con la pandemia pasó a ser conocido en todo el país. ¿Cómo vivió esa exposición?
--Cuando uno elige una profesión debe estar dispuesto a bancarse lo que viene. Si esta pandemia hubiera ocurrido hace 30 años, me hubiera sorprendido siendo médico interno de terapia intensiva del Hospital Fernández. Me hubiera tocado colocar el respirador a los pacientes de covid. En esta etapa de mi vida, fui convocado por el Gobierno como uno de los tantos consultores que participaron en el comité asesor. Como eventualmente tuve más visibilidad que otros, llevó a la gente a pensar que era el coordinador, el presidente, el secretario o el vocero del comité; pero no era nada de eso, es un espacio de diálogo entre pares, todos somos iguales.
--¿No le molestan los insultos o las críticas?
--Sería muy miserable de mi parte quejarme de las consecuencias de la aparición pública, de los insultos en las redes y de los diversos ataques, cuando hay colegas que han dejado la vida en la lucha contra la covid. Si bien la gran mayoría no falleció, han padecido situaciones de extremo estrés laboral; muchos terminaron quemados por entregarse 20 horas en una guardia, teniendo que decidir a quién le daban prioridad en determinados procedimientos. Lo mío es muy menor al lado de lo que hicieron los verdaderos héroes de este tiempo: el personal de salud que estuvo en la primera línea.
--¿Cómo cree que Argentina afrontó la pandemia? ¿Errores?
--Todavía todo está demasiado fresco como para hacer un balance exhaustivo. Estaríamos dando la idea de que la pandemia terminó cuando en verdad no es así. Estamos en una fase distinta, más cómoda, más confortable, pero tenemos que seguir manteniendo los cuidados. Para todos nosotros fue ensayo y error, fue escribir el libreto arriba del escenario. Ninguno había vivido una pandemia, la última de estas características fue en 1919 con la mal llamada gripe española. Esto se llevó dos años de nuestras vidas con las consecuencias psicológicas, económicas, sociales y sanitarias que hemos padecido en mayor o menor medida todos. Lo que el país podría haber hecho mejor es relacionar la pandemia con la política.
--La politización de la salud.
--A diferencia de la política, el virus no distinguió quién votaba a la derecha, quién a la izquierda, al oficialismo o la oposición. La comunicación política se alimentó de las fake news y de las distorsiones que impulsaban algunos medios. Ese fue uno de los principales problemas.
--¿Qué hará en los próximos años?
--Lo que hice toda mi vida: hacer investigación científica e ir a la cancha de San Lorenzo.