El horror inmerso en la rutina. O -dicho en términos de Hannah Arendt- la banalidad del mal. Esos conceptos sobrevuelan, precisamente, lo que ocurre un domingo cualquiera en una casa familiar a la cual llega un joven para visitar a sus padres. Es 1977, y el visitante va encapuchado y escoltado por dos hombres armados. Así, en ese contexto casi inverosímil, transcurre la obra teatral Ravioles, que lleva al plano de la ficción un hecho real que opera como radiografía cruda de lo vivido en la última dictadura.
Producida por la Compañía Fårö, la pieza cuenta con el auspicio del Espacio Andrés Rivera y con la dirección de Osvaldo Peluffo, cofundador de la compañía y además autor junto con Gabriel Scavelli. El elenco está integrado por Diana Lelez, Jorge Ribak, Florencia Rey, Gabriel Scavelli, Gustavo García, Gabriel Miner y Liliana Pascale. Y las funciones tienen lugar en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759), los domingos a las 13, como una forma de recrear el tiempo en el que se desarrolla la acción.
El relato de cómo una familia fue obligada a almorzar con los torturadores de su hijo, quien hasta el momento había estado desaparecido durante un año, llegó a oídos de Gabriel Scavelli hace exactamente cuarenta años. “Fue en el año 1982. Yo estaba estudiando el profesorado de Historia y alguien me invitó a jugar un partido de fútbol en Lanús. Y ahí, en el equipo que se formó, estaba Daniel, quien fue el que me contó esta historia en el viaje de vuelta a casa. El había estado detenido en la Esma, y me confesó que de vez en cuando solían sacarlo a pasear o a comer una pizza, hasta que un día se encontró con la sorpresa de que lo llevaron a su casa, y se quedaron a comer con él y su familia. Tiempo después, le conté esto a Osvaldo, y él me insistió en que teníamos que escribir algo sobre eso”, recuerda el dramaturgo y actor.
“La obra la escribimos en dos semanas, pero tardamos dos años en montarla, porque nos agarró la pandemia y tuvimos que ensayar por Zoom”, completa Peluffo, quien al escuchar por primera vez aquella anécdota se formuló numerosas preguntas. ¿De qué hablaban? ¿Cómo se miraban? ¿Qué comían? Y esos interrogantes impulsaron la dramaturgia.
“Estas historias no tuvieron mucha divulgación. Yo nunca había escuchado algo así. Y hemos hablado incluso con militantes de derechos humanos que también quedaron sorprendidos con estos hechos, porque no tenían conocimiento de algo parecido. Lo que más nos importa es que los jóvenes sepan esto. Vienen muchos a ver la obra y a nosotros como artistas nos alegra poder contarle a esa generación lo que pasó a través del arte teatral que no da respuestas sino que abre preguntas”, apunta el director.
Además de autor, Scavelli se pone en la piel de Zanabria, uno de los dos miembros del grupo de tareas que irrumpe en la casa con un objetivo que al principio se desconoce, mientras la madre del detenido amasa ravioles, el padre barre la vereda y la hermana menor juega con sus peluches. “Trato de no juzgar al personaje. Y esa es una impronta que le debemos a Tato Pavlovsky que nos enseñó que los personajes no son completamente malos sino que siempre tienen una pizca de humanidad”, comenta.
Fundada hace 15 años por Veronika Ayanz Peluffo y Osvaldo Peluffo, la Compañía Fårö está abocada en el presente a trabajos vinculados con lo sucedido durante la dictadura. Y es así que actualmente sus integrantes se encuentran embarcados en el rodaje de un largometraje biodramático titulado Malvinas (cuarenta años después), en el cual participan excombatientes. Pero, además, según anticipan, ya hay también propuestas para llevar Ravioles a la pantalla grande.
“Estamos muy agradecidos”, afirma Peluffo al respecto. “Con Gabriel confiamos en que lo que hacemos con esta obra es un aporte desde el punto de vista humano porque les sacamos las excusas a los derechosos que miran o juzgan estos hechos según la óptica de su posición política partidaria. Esta es una puesta que te desarma. Han venido a ver la obra personas que piensan distinto a nosotros, y sin embargo salen conmovidas dado que lo que se ve en escena no se puede objetar. Porque Ravioles va al hueso del comportamiento humano”.
A 46 años del inicio de la última dictadura cívico-militar, la obra se mete de lleno en el actual contexto donde las reivindicaciones de memoria, verdad y justicia conviven con miradas negacionistas. “Mucha gente tiene una posición tomada con respecto a lo que pasó que, sin llegar a ser negacionista, sostiene la teoría de los dos demonios. Y alguna batalla hay que presentar frente a esos pensamientos, porque en nuestro caso hablamos de algo que vivimos”, opina Scavelli. “De todas formas, nuestra intención nunca fue bajar línea, porque la potencia de este relato radica en lo siniestro apropiándose de lo cotidiano”.