Hablo del amor y procrastino. O es la implosión del aura colmada por el único sueño que suscita. Quiero ver mi objeto onírico, ancho y libre, metido en mi cama con un álbum de fotos sobre las piernas.

*

Mirándolo con máser, sus sensibles y aún vigorizantes pompas no pueden ser más que las de un hombre, o más exactamente, de la palabra hombre. Y cuanto más preciosa su manifestación de manolo, más verdadera la voz que dice lo que el corazón ronronea. La palabra hombre orbita en una constelación íntima, haciendo vibrar a Venus en trino con Marte y desmintiendo los pensamientos de poca monta.

*

Voy a hacer el amor y procrastino cada sustancia de mi existencia. Verdad que es verdad que presentado en sí mismo, en su modo de ser que pausa, el amor puede pararse en sus dos patas en tanto es, en tanto es hecho y en tanto hace.

*

Después de una o dos horas de rotar sobre tu eje, de creer en el infinito durante el transcurso barítono de la traslación, concedo, con elegancia, un minuto a ese fósforo encendido y prestador de fuegos. Es asombroso el poder y el no poder. Llenar la orla del hambre con la palabra lunar que vibra y se transforma en un agujero dentro de otro más grande, un espacio sideral que duplicamos.

*

Quiero la cosa intangible y procrastino. La tinta blanca en el túnel oscuro... Cuando se profundiza, aquí mismo, el nacimiento del aura y de la revolución, las dos inmensidades se confunden en mutaciones húmedas y brillantes que firman un pacto con todas las cosas infinitas.

*

La mayor parte del tiempo tengo que aprender a crecer con los vacíos que están en otra parte de mí, flotante, fluida, que echa por tierra todo sentido literal de la palabra hombre. Nuevamente hablo de lo tuyo en lo tuyo, largamente gestado en vos mismo, y me encuentro con una pequeña succión severa y posible que hace surgir de mi vientre el vuelo de un dragón que se convierte en mariposa.

*

Cuando logro parar en dos patas al amor, compruebo cómo se puede hacer surgir el aura de la revolución, la revolución del aura, y me olvido que soy yo, con una brizna galáctica entre los dedos, la que hace que cada día el amor galope hasta Saturno retrógrado en Sagitario y vuelva a mí con una rosa entre los dientes.

*

Cuando el amor y yo terminamos de hacer ruido, procrastinamos. A veces se me abraza a la pierna como un gato huérfano que he decidido hacer mío. Me mira todo el tiempo. Tal vez se ríe de mí porque el amor sabe cuando alguien le tiene miedo.

*

Setenta y dos horas conduciendo a campo traviesa para averiguar si hay algo más hermoso que el tamaño de la soledad que se deshace en la llanura como bólido en las autopistas del pasado. Sin embargo, tenemos que esperar la canción del ave para ahogarnos con los ojos revueltos hacia nosotros mismos, interrogando el inmenso horizonte pampeano que ya no se parece en nada a las geografías terrestres.

*

A veces, el amor teme hacer ruido y queda rígido como un caballo de mármol. Alcanza a verse su larga lengua afuera. Es un decir. El amor hace una fina seña y la rosa enhiesta se entrega. Las palabras que dice hacen temblar a Urano en Piscis, ponen en jaque las rodillas catedrales. *

El amor es una fuerza motriz.

 

*

Estás en todas partes y procrastino. Las ondas alfas una y otra vez llevan mi nombre de la intimidad profunda al deseo que se ha torcido hacia las ondas betas. A toda velocidad he comenzado a desconocerme como sujeto del verbo desplegarse y me vuelvo otra pero no me desespero. No quiero que de aquí también salga la desolación imitando las profundidades inaccesibles. Pero tal vez no exista otra manera de decir que estás en todas partes. 

*

Los fulgores lúbricos, invariablemente atrás, entre los polos de la dominación y Plutón retrógrado. Los ojos del amor terminan convirtiéndose en una llama devoradora. Ejemplo empírico del dedo mayor que apacigua y se hunde hasta no existir sino como beso rizomático de otros brezos. Entonces, la longevidad de los tónicos hace lo que quiere, procrastina entre orden y caos, adentro y afuera. Y se confirma: el amor es una bestia de dudosa objetividad prosaica.

[email protected]