La escena transcurre entre banderas argentinas y carteles que llevan escritos los mensajes más diversos: "Estamos hartos!". "Basta de ahogar al campo". "En defensa de la división de poderes y la propiedad privada". "Que los impuestos los paguen los K". Los más virulentos tienen una sola destinataria: "Kristina / Kretina". "¡Te quiero presa!". "No lo vas a lograr. ¡Maldita!". "Basta de oligarkía, korrupta, hipókrita, ¡Basta de vos!". "La rata Cristina".
Son las cinco y media de la tarde y queda muy poca gente en la plaza, pero algunos se han quedado compartiendo bromas y sacándose selfies con la "instalación" montada todo alrededor de las rejas de la Pirámide. Allí hay una fila de muñecos colgados con sogas, simulando ahorcamientos.
Tienen fotografías que identifican sus caras: el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Ciristina Kirchner, la presidenta de Abuelas, Estela de Carlotto, la de Madres, Hebe de Bonafini, el gobernador Axel Kicillof, el diputado Máximo Kirchner, entre otros y otras, llamativamente muchas mujeres: Elizabeth Gómez Alcorta, Mayra Mendoza, Luana Volnovich, Victoria Donda.
"¡Esto se tiene que llamar el paredón nacional!", lanza alguien, y alrededor todos celebran la humorada. Se invitan a "pegarle piñas al que más odies", hacen poses ridículas para la foto, tiran fuck yous, simulan golpes en las entrepiernas de los muñecos. A alguien se le ocurre ahorcar con sus propias manos a uno de los muñecos, varios lo imitan, una señora se pone a aplaudirlos.
La escena --que es muy visible porque domina el centro de la plaza, pero que difícilmente sea recogida en las crónicas que hablan del "tractorazo de la gente"-- es profundamente violenta, perturbadora. Sin embargo transcurre como parte de una normalidad compartida y mutuamente alimentada.
Concentra un nivel de odio que no parece tener que ver con política pública alguna.